DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

¿Puede la neoescolástica transformar la economía?


Por el padre John Flynn, L. C.

ROMA, domingo 25 de septiembre de 2011 (ZENIT.org)

Con una crisis económica que parece no acabar nunca y los mercados financieros cada vez más volátiles, es el momento de considerar si a la teoría económica le falta algo. John D. Mueller lo ha hecho en un libro publicado a finales del año pasado titulado: “Redeeming Economics: Rediscovering the Missing Element” (Redimir la Economía: el Descubrimiento del Elemento Perdido) (ISI Books). En él mantenía que Adam Smith cometió un error fundamental en su teoría económica, haciéndola incompleta e incapaz de representar de modo adecuado el comportamiento humano.

Mueller, director del Programa Economía y Ética en el Ethics and Public Policy Center, comienza tratando los principales avances de la teoría económica. Según Mueller, Tomás de Aquino supuso una revolución para la economía al sintetizar las ideas de Aristóteles y San Agustín.

Tomás de Aquino considera que la actividad económica se engloba bajo cuatro categorías: producción, intercambio, distribución y consumo. Fue él quien por primera vez en la historia humana proporcionó una descripción completa de la actividad económica humana, observaba Mueller.

Siglos más tarde, Adam Smith trajo otra revolución en el pensamiento económico, pero abandonó dos de las cuatro categorías de Tomás de Aquino. Eliminó la teoría del consumo y de la distribución final, en lo que se conoce como la teoría clásica de la economía, que se centraba en la producción y el intercambio.

La producción, en especial, necesitaba un nuevo enfoque porque, como explicaba Mueller, en el siglo XVIII - la era de Smith - se necesitaba una teoría que explicara el crecimiento económico sostenido. En los tiempos de Tomas de Aquino, en los siglos XII y XIII, hubo una relativa prosperidad, pero las plagas del siglo XIV y la implosión sufrida a continuación en Europa, hicieron que la prosperidad anterior pareciera una excepción y la idea de explicar el crecimiento se volviera extraña.
En el siglo posterior a la innovadora teoría de Smith, los economistas se dieron cuenta de que sus ideas no eran suficientes y, así, a finales del siglo XIX, los economistas neoclásicos restauraron el elemento del consumo con una teoría modernizada de la utilidad. Por utilidad querían decir la relación entre una persona y una cosa en términos de orden de preferencia de los bienes.

Nueva escuela
Tras su estudio del desarrollo de la teoría económica, Mueller afirmaba que pronto seremos testigos de la aparición de una nueva escuela de pensamiento económico, que denominó de economistas de derecho natural o economistas neoescolásticos.
Esto ocurrirá, decía, porque las actuales ideas no tienen en cuenta del todo los hechos empíricos del comportamiento económico humano. La aportación más importante de esta nueva escuela será crear una versión modernizada de la teoría escolástica de la distribución final. Esta incorporará una descripción de las cualidades personales, de los delitos, y de la justicia distributiva en la familia, los negocios, las fundaciones caritativas y el gobierno.

Según Mueller, el problema fundamental en los conceptos de la teoría económica actual es que no puede explicar el amor y cómo afecta este a la utilidad. Por el contrario, el nuevo enfoque se basa en la idea de que toda acción humana está motivada por el amor.

Mueller mostraba la naturaleza del amor y cómo es su impacto con una cita de G. K. Chesterton, que decía: "Un hombre es afortunado si se casa con la mujer que ama, pero es incluso más afortunado al amar a la mujer con la que se ha casado". Sólo los seres humanos, comentaba Mueller, pueden amar de ambas formas al mismo tiempo.
No es el egoísmo o el altruismo lo que explica nuestras acciones, afirmaba Mueller. Hay amor tanto a uno mismo como a otras personas. El amor por otra persona es la fuente de valor de los bienes utilizados por cualquiera.

Al elegir escogemos a la persona o personas que serán el fin de nuestras acciones. Toda actividad económica, por tanto, implica un don, ya sea a uno mismo o a otras personas. Esto significa que en la teoría económica el amor no es una emoción ni una mera carga de utilidad, sino más bien un sopesar a las personas. Así que lo que asignamos a otra persona se comprende mejor como un don más que como un intercambio.

Este nuevo enfoque tiene también sus implicaciones en nuestra forma de entender el delito, añadía Mueller. Según la teoría económica actual, se supone que todos tienen las mismas preferencias básicas, pero algunas personas cometen delitos porque la utilidad percibida de la recompensa por el delito supera las pérdidas en caso de ser atrapados.

Aunque esto tiene su peso, Mueller sostenía que no explica por qué la gran mayoría de la gente, incluso en entornos pobres, no comete delitos. La postura neoescolástica es que el delito es esencialmente no un sopesar utilidades sino personas.
Por lo tanto, si amor significa distribuir un bien a otra persona y el egoísmo las distribución de todos los bienes a uno mismo, el delito consistirá en privar a una persona de un bien y dar a dicha persona un significado negativo en la distribución de bienes.

Hogares
La teoría económica de hogares y empresas también tendrá que ser reescrita a la luz de este nuevo enfoque, continuaba Mueller. La postura predominante es considerar que un hogar existe como un medio para establecer una división del trabajo. Dos adultos se casan por lo que cada uno puede aumentar su utilidad, comprendida como placer o satisfacción.

En contraste, los neoescolásticos asumen que el principal objetivo económico de un hogar es la procreación, educación y sostenimiento de los seres humanos. Esto significa que un hogar se construye alrededor de la unión entre un hombre y una mujer.

La economía neoclásica no logra explicar el porqué las personas se casan, puesto que es un error asumir que las preferencias de cada persona meramente egoístas, observaba Mueller. El punto de vista neoescolástico es más satisfactorio, ya que considera que el matrimonio se entiende mejor en términos de una serie de dones mutuos en vez de intercambios.

Esto es evidente cuando determinados hechos afectan a personas casadas, por ejemplo, un accidente o una enfermedad que implica a un solo miembro de la pareja. Si el matrimonio se basara únicamente en la utilidad no sobreviviría a estos acontecimientos.

Mueller añadía que la economía política también está necesitada de una reconsideración. La actual teoría económica considera que los políticos rigen la sociedad de una manera parecida a la de un padre que dirige un hogar.

Un grave problema de este enfoque es que no proporciona principio alguno para decidir las cuestiones que tienen que ver con la distribución de los ingresos. Lo que acaba ocurriendo de hecho es que todo se reduce a una batalla por el poder político entre grupos políticos, que ganan o pierden por decisiones políticas.

Al concluir, Mueller afirmaba que la teoría económica se basa fundamentalmente en nuestra comprensión de la naturaleza humana y del mundo creado. Las cosas no han cambiado mucho desde la época de San Pablo, observaba, haciendo referencia a un pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 17:18) en el que Pablo debate con filósofos epicúreos y estoicos.

Citando la encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate, Mueller observaba que, en el resumen del Papa de las tres visiones imperantes en el mundo, las cosas no han cambiado mucho en 2.000 años.

Los creyentes, observaba el Papa, creen que el mundo no viene de una casualidad ciega - epicúreos - ni de la necesidad - estoicos - sino de un plan de Dios: vivir como una familia bajo la atenta mirada del Creador (No. 57).

Sería interesante ver si la predicción de Mueller sobre una nueva escuela de pensamiento económico resulta correcta. Sin duda, una economía basada en una comprensión más profunda y precisa de la naturaleza humana sería un paso adelante.