DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Educación, libertad y desarrollo:

LA MONEDA AFE.
Una propuesta de autofinanciación educativa y de regeneración económica.


Preámbulo
Pocos estamos plenamente al tanto del hito que ha marcado el año 1982 en la historia de las comunicaciones y de los intercambios humanos. Dos cosas vinieron al mundo por aquel entonces: el ordenador personal y la moneda social o comunitaria . Del primero sobra hablar. La segunda merece no solo que se hable, sino que se insista hasta que este segundo invento, que puede llegar a ser tan importante o más que la imprenta de Gutenberg, se desarrolle con su máxima potencialidad. Efectivamente, la moneda social tiene la capacidad de ser punta de lanza de una regeneración democrática (más allá de la política en el ámbito económico) que permita al pueblo, a la gente normal y corriente, ejercer un poder real y directo, y no meramente sufragáneo, mediante el uso de un instrumento de cambio suyo propio, acabando así con el monopolio de la moneda pública o legal, que no ha hecho sino frustrar las aspiraciones de libertad de tanta gente hipotecada por la deuda y la falta de capital.


Moneda y Crédito
Con llamar “dinero” tanto a la moneda como al crédito, la mentalidad moderna confunde permanentemente una con otro, ya que en igualdad de condiciones uno compra una misma cantidad de cosas entregando bien un billete de 100 euros o bien un cheque por la misma suma. Pocos se ponen a reflexionar, sin embargo, con el hecho de que el cheque es instrumento de crédito: lo que transfiere es información de una cuenta a otra, una vez, mientras que un billete emitido por el Banco Central es moneda, no crédito: transfiere mercancías por un valor de 100 euros cada vez que cambia de manos.
Así por ejemplo, y poniéndonos en una hipótesis nada imposible, cambiando de manos tres veces por día durante un año, el mismo billete de 100 euros es capaz de mover bienes y servicios por un valor de bastante más de 100.000 euros. Este es el significado de “liquidez” (fluidez), que posee la moneda, pero no el crédito.


Banco Central, Gobierno y Pueblo
Durante casi 3.000 años el pueblo ha ido aguantando, mudo e impotente, las vejaciones de faraones, emperadores, reyes y príncipes que embobados por la superstición de Creso acuñaban moneda cuando encontraban metales preciosos y dejaban que la economía muriese de inanición cuando no los encontraban.
Los gobiernos evidentemente acuñaban moneda como medio de cambio, pero en toda la historia nunca han logrado impedir a ahorradores y usureros (para el caso es lo mismo) sustraerla de la circulación para sus intereses particulares. La escasez de moneda, todavía operante, es causa principal, si bien no la única, del desorden económico que apremia a tantas naciones y particularmente a los países pobres, pero tratar este asunto nos apartaría del tema.
Desde la derrota de Napoleón en Waterloo, los gobiernos han ido perdiendo su poder de emitir moneda, cediéndolo, por razones que no es del caso examinar aquí, a los bancos centrales o “nacionales”. Los billetes de moneda los emite el Banco Central, y el crédito, por otro lado, los bancos comerciales.
Curiosamente pocos saben –y muchos se escandalizarán de leer- que la institución del Banco Central es de invención marxista. El “príncipe de los aturullados”, como Henry George apodaba Marx, propuso, en el Manifiesto Comunista de 1848, “la centralización de la riqueza en las manos del Estado por medio de un Banco Nacional con monopolio exclusivo”.


La Gran Ilusión
Muchos siguen creyendo, sin investigar a fondo el asunto, que Banco Central y Gobierno son como los dos bueyes que tiran del carro de la economía en la misma dirección. Demócratas y gente bienpensante en general tienen la ilusión y suponen que el pueblo está en el asiento del cochero vigilando que la fuerza tire en la dirección correcta.
Siguiendo con la metáfora, la verdad es sin embargo bien otra: el pueblo hace de buey, el Banco central de cochero, y el gobierno de azote que aquél usa para seguir aprovechándose del primero.
Efectivamente ello es así porque cualquier política monetaria ha sido, y sigue siendo, incapaz de hacer corresponder la cantidad de dinero (moneda y crédito) con las necesidades de la economía de producción y de cambio. El dinero entra y sale del mercado al antojo de ahorradores, especuladores, usureros, blanqueadores y maleantes varios pero no está disponible para la gente que siempre, siempre, lo hecha en falta. En cualquier circunstancia, no obstante, quien paga al fin y a la postre es siempre el pueblo. ¿Es necesario que esto sea siempre así? No; creemos que las circunstancias hayan ya promocionado alternativas y propuestas originales que pueden deparar un futuro donde ninguna escasez de moneda deje casi todo el poder en manos de los que la controlan con monopolio público.


El Capital Humano al Rescate
La educación es quizá hoy en día el medio principal de intercambio social en cualquier país y en muchos el sistema educativo representa el mayor volumen de gasto entre todas las partidas públicas. En el sistema educativo nos encontramos todos: todos pasamos por él en algún momento de nuestras vidas y a veces permanecemos en él (a través de nuestros hijos o como profesores, o ambas cosas) durante muchos años.
¿Quién controla este primordial ámbito de encuentro social? Se va repitiendo con insistencia que los padres son los principales educadores de sus hijos y que por tanto el sistema educativo está controlado por ellos, pero la realidad es bien otra: quien controla el dinero (moneda + crédito) controla también la educación.
Sin embargo se ha producido un hecho diferencial muy importante. La aceleración de la comunicación, facilitada por los dos inventos de 1982, permite ahora a los padres hacerse cargo de la educación, evitando interferencias indebidas tanto del Estado como de poderes fácticos. ¿Cómo? Pues emitiendo su propio medio de cambio: una moneda social emanando del ámbito de encuentro social por excelencia, el sistema educativo.


Del Patrón Oro al Patrón Hora Escolar
La primera Guerra Mundial condujo al abandono del patrón oro en todo el mundo excepto EEUU. Siguieron 40 años de zarandeo económico, incluida la segunda Guerra Mundial y el intento desesperado en Bretton Woods de seguir enganchándose al metal amarillo. Por fin el Smithsonian Agreement (15 de agosto de 1971) puso fin a la superstición de Creso una vez por todas. Se evitó otra guerra, pero los zarandeos siguieron .
El problema sigue siendo que a pesar de la universalidad del papel moneda, los intereses financieros y los de los productores de riqueza real son contradictorios: los primeros quieren moneda inestable que se deje usar como “portadora de valor” para sus ganancias; y los segundos quieren moneda estable para sus previsiones económicas. Lo último que especuladores, usureros etc. quieren, es un patrón estable para que los precios sean también estables y por lo tanto previsibles.
El patrón estable, sin embargo, existe. Ha existido siempre, desde los egipcios. Pero nadie le podía hacer caso en un mundo de baja tecnología. En el mundo de comunicación de alta tecnología, y ahora de Internet, adoptar el trabajo y en concreto la Hora Escolar como patrón monetario es no sólo posible, sino al alcance de los mismos productores de capital humano, es decir los padres. Sólo tienen que enterarse e instaurar una manera de ponerlo en práctica.


Autofinanciación de la Educación
Una escuela cualquiera, en cualquier parte del mundo, en la que se imparten 30 horas de enseñanza semanales por 40 semanas al año, crea riqueza de 1.200 horas escolares por clase. Es un capital inmenso, que queda sin monetizar simplemente por pasar desapercibido. Mejor dicho, su (muy parcial) monetización procede completamente al azar, ya que depende de los caprichos de banqueros, gobernantes, conciertos educativos, y comerciantes de material escolar. Pero ahora los padres están en condiciones de tomar las riendas en sus manos. Cómo, se va a explicar en seguida.

Precedentes
Por empezar, hay que estar al tanto de que existen ya, en todo el mundo, decenas de millares de comunidades que han descubierto cómo resucitar economías locales, moribundas o muertas debido a las llamadas “economías de escala” tanto industriales como comerciales, emitiendo su propia moneda civil o comunitaria. Muchas usan la hora de tiempo laboral como patrón de la unidad monetaria, pero sin especificar de qué trabajo se trata. En cuanto se pongan de acuerdo en vincular sus monedas al mismo patrón escolar, todas ellas estarán en condición de constituir un frente unido y poderoso, base para una economía totalmente libre de usura, y para que despegue un desarrollo limitado sólo por la mano de obra disponible.
Basándonos en el experimento de Wörgl en 1932, una comunidad de 4.000 personas constituye la masa crítica para que el sistema funcione. En términos escolares se trata de una comunidad con ocho escuelas con 500 estudiantes cada una.


Características Generales
Sería conveniente usar términos neutros como “bono”, “cupón”, “vale”, “boleto” AFE (auto-financiación-educativa) que es como le llamaremos aquí, en vez de términos financieros como “moneda”, “dinero”, “billete” etc. para evitar la ilegalidad. No es tampoco necesario que las varias comunidades usen el mismo nombre para su unidad, siempre que el patrón sea el mismo. De todas formas, tiene que poseer las siguientes características:

• El AFE es puro medio de cambio, sin reserva de valor.
• AFE circula dentro de la comunidad que lo emite, no en vez de, sino junto al Euro o a cualquier otra moneda oficial. Su rol es complementario, no sustitutivo.
• El bono AFE está proyectado para circular unas 50 veces más rápido que la moneda convencional, así moviendo desde 700 a 1000 veces su valor nominal en bienes y servicios en un año.
• La demanda respaldada por AFE no tiene ventaja alguna sobre la oferta. Una cantidad modesta de AFE, pero con elevada velocidad de circulación, puede absorber la totalidad de bienes y servicios producidos en su zona económica, basándose sobre las horas escolares e incluyéndolas.


Características Físicas
El AFE, emitido en bonos de 1, 5 y 10 unidades, tiene que:
• Estar hecho de material tan resistente como para sobrevivir a unos 1.000 cambios de mano sin desintegrarse;
• Llevar fecha de emisión y de vencimiento un año aparte;
• Tener en el anverso cuatro casillas para poner sellos que garanticen aceptación de un trimestre a otro durante un año;
• Tener un mínimo de impresiones de seguridad.


Características de Circulación
• La asociación de padres de una unidad territorial escolar actúa como autoridad emisora de AFE. La autoridad emite AFE en concepto de sueldo de personal escolar.
• La unidad AFE se vincula a una Hora Escolar. Su poder adquisitivo es constante en el espacio y en el tiempo. La cuota anual en cualquier escuela es entonces de 1.200 AFE. Otros precios, así como la paridad entre AFE y Euro (dólar etc.), encuentran su nivel por medio de demanda y oferta.
• El bono que representa una, 5 o 10 unidades AFE se deprecia a una tasa de 2% por trimestre u 8% por año. Después de la fecha de vencimiento pierde todo valor adquisitivo, pero puede cambiarse por un bono nuevo en la oficina de la autoridad emisora.
• Un bono AFE entra en circulación siempre con fechas de emisión y de vencimiento, y con su primer sello puesto.
• Además de bonos, la autoridad emite los sellos, en proporción de 4:1 con los bonos. Un dispositivo con 50 sellos vale lo mismo que un bono de valor equivalente. Los sellos pueden usarse para compras de menos de una unidad, pero tarde o temprano irán a parar pegados a un bono.
• No es necesario acumular “fondos” de AFE. Cuotas escolares, sueldos, honorarios profesionales, edificios, o inversiones de cualquier tipo, no tienen porque ser pagados en sumas únicas. Una obra privada o pública que cueste un millón de AFE puede pagarse con 10.000 AFE que circulen 100 veces, o equivalente.
• Cualquiera que acumule AFE que no necesita, puede prestarlos a la oficina de emisión a 0% de interés. Y en cuanto la autoridad emisora reciba más AFE de los que necesita para pagar el personal escolar, puede embarcarse en un programa de desarrollo a su antojo.
• Ladrones y falsificadores, dada la nimia cantidad y gran variedad de AFE en circulación, no lograrán mucho con sus “actividades”. Estos señores prosperan en un ambiente donde el medio de cambio es artificialmente escaso. En uno donde dicho medio es tan abundante como el trabajo por definición y práctica, se percatarán pronto de que pueden ganar más trabajando que estafando o falsificando.


Características de Impresión
Tomando como módulo una comunidad de 15.000 personas, la cantidad de unidades en circulación no necesita ser más que 1,5 - 2 por persona, es decir un máximo de 30.000. Cambiando de mano 500 veces en un año, estas pueden mover hasta 15 millones de bienes y servicios. Así que la tirada inicial puede bien ser de 30.000 unidades, aumentándola o disminuyéndola según el monitoreo de la autoridad emisora. Un desglose de la tirada podría ser:

• 10.000 bonos de 1 AFE + 40.000 sellos de 0,02 AFE en dispositivos de 50 cada uno. Un dispositivo (papel con sellos despegables) = 1 AFE.
• 2.000 bonos de 5 AFE + 8.000 sellos de 0,1 AFE en dispositivos de 50 cada uno. Un dispositivo = 5 AFE.
• 1.000 bonos de 10 AFE + 4 000 sellos de 0,2 AFE en dispositivos de 50 cada uno. Un dispositivo = 10 AFE.

La tirada total de notas + sellos equivaldría así a 32.400 AFE, que se vería reducida tras un año a 30.000 AFE. Para un bono cualquiera, el año puede empezar en cualquier inicio de trimestre. Los bonos pueden ser de varios colores, pero no es obligatorio.
Las tiradas siguientes pueden ajustarse al resultado de la primera.
El coste de imprenta sería el único gasto inicial de la asociación de padres.


Características de Emisión
El ajuste psicológico que supone convencer a las personas para que acepten bonos AFE como contrapartida para bienes y servicios es el obstáculo más importante a superar. Queda claro que cuanto más pequeña es una comunidad, tanto más fácil y corta sería la preparación antes de la emisión. Y en cuanto el esquema empezaría a funcionar en una comunidad, su éxito va a extenderlo como mancha de aceite a las demás.
Ya que los bonos AFE son complementarios y no sustitutivos a la moneda oficial, no es necesario imponerlos. Quien no los quiera, recibiría el mismo sueldo que antes, en moneda oficial, sin perder, pero sin ganar, nada. Quien los aceptara, recibiría más sueldo, en proporción al porcentaje de AFE aceptados.
En orden de instrucción, primero vienen los miembros de la sociedad emisora: segundo, el personal escolar; tercero y último, los operadores económicos de la comunidad y sus familiares. El tiempo de la instrucción dependerá de cuando la sociedad emisora se convenza que hay un número suficiente de aceptantes de AFE.
No es necesario tampoco tener ceremonias oficiales o cosas por el estilo. Tras la instrucción se establece la fecha de emisión y ya está.
El principio detrás del bono AFE es simple: a quien trabaja se le paga al contado. No es necesario esperar hasta “fin de mes”. Cuanto se paga, depende de oferta y demanda, como siempre. Es improbable que un operador económico pida más de lo que necesita, ya que acaparar AFE es acaparar un producto perecedero, como las verduras.
En la fecha de vencimiento de cualquier trimestre tras la emisión, quien esté en posesión del bono tiene que pegar un nuevo sello. Los sellos o los tiene o los compra. 50 sellos sirven para dar circulación a 12,5 bonos.
Con bonos AFE se puede pagar también – ¿por qué no?- dos cosas: la maternidad y el trabajo escolar. No hay razón ninguna para seguir pretendiendo que las madres sigan trabajando más duramente que cualquiera sin recibir sueldo alguno. Que las escuelas les paguen un sueldo para que produzcan y preparen el capital humano que irá a ellas en unos pocos años, tiene un eminente sentido económico, desde cualquier punto de vista se mire el asunto. No se trata de coaccionarlas a tener hijos y al trabajo doméstico: se trata de darles la posibilidad de escoger. Y no hay tampoco razón ninguna para seguir instilando una mentalidad de esclavos en los estudiantes. No propongo que se les pague un sueldo fijo a todos, pero sí que se premien varias habilidades: riqueza de contenido, presentación, prontitud, etc. Esto contribuiría mucho a elevar el nivel de enseñanza, dando a los estudiantes la idea clara que trabajar compensa.

El Rol de la Iglesia
Lo único que se le pediría a la Iglesia (que puede rechazarlo, pero no importa) es que acepte bonos AFE como contribución dominical de los feligreses, no en vez de, sino junto a la tradicional. En cuanto las cantidades sobrepasen las de las contribuciones de antes, la Iglesia tiene todas las de ganar, y puede gastar AFE en todo lo que necesite producido dentro de la comunidad.

El Rol del Gobierno del Estado
Como decía Frédéric Bastiat (1801-1850) lo que hay que pedir al Estado es lo mismo de lo que pidiera Diógenes a Alejandro: quitarse de delante. Si el Estado, viendo la economía despegar en todo el país, y el paro desaparecer, sin costarle a él un céntimo o siquiera un mitin político, podría empezar por aceptar AFE en concepto de impuestos. Tendría así todas las de ganar y nada que perder. El país pasaría de una condición de paro a una de escasez de mano de obra en tiempo relativamente breve. Y en el momento en que los países “subdesarrollados” que ahora se deshacen de inmigrantes hicieran lo mismo, sus ciudadanos en busca de una vida mejor volverían en seguida a sus países de origen, haciéndolos ricos y orgullosos de no tener que pordiosear un empleo al extranjero.
Otra cosa que podría hacer el Estado es impedir al Banco Central, amén de al FMI y Banco Mundial, interferir en el sistema. Los únicos que tienen las de perder son los que hasta ahora han vivido del trabajo ajeno y no del suyo propio.

Visión de un Futuro AFE
La monetización de capital humano aquí propuesta supone mucho más que poner a los padres firmemente en el asiento del cochero. Supone un giro copernicano en la manera de ver no sólo la educación, sino la economía en su conjunto.
Imaginarse el cambio de paradigma que supone una economía lubrificada por AFE más que por el dinero convencional, es bastante difícil, ya que todos, o la mayoría, de términos económicos convencionales se volverían obsoletos o superfluos.
El ahorro, por ejemplo, seguiría siendo posible, pero no debajo del tradicional colchón o dentro de una caja fuerte. Convendría más ahorrar en bienes de consumo duraderos, o prestando dinero a los demás a un interés del 0%.
Hacer el prestamista, que en el sistema corriente favorece la práctica de la usura por parte de pocos a daño de la mayoría, llegaría a ser práctica universal, donde todos prestarían a todos en una economía bajo el empuje de AFE. Prestando, el AFE mantendría su poder adquisitivo; ahorrando, lo perdería. Ningún prestatario atrasaría devolver la cantidad tomada en préstamo, y todos encontrarían ventajas en hacer el prestamista. Así que una economía que favorece la solidaridad, basada en el dar, sustituiría a una que favorece el egoísmo, basada en el recibir y explotar. En el sistema presente, la idea de guardar ahorros en bolsillos ajenos suena repugnante; pero en un sistema AFE sería lo más corriente.
El término “capital” no se podría aplicar nunca más al dinero. El capital principal sería capital humano, lo que promovería familias numerosas y desalentaría, cuando no pondría freno, tanto al aborto como a la contracepción. El coste de cualquier obra de construcción, privada o pública, se mediría en horas de trabajo, no en unidades monetarias. Sumas nimias, pero circulando rápidamente, pagarían por cualquier trabajo, por lo imponente que fuera.
Tan recientemente como hace diez años todo esto era utopía. Hoy está al alcance de los productores y educadores de lo que más importa: el capital humano.

Silvano Borruso,
Universidad Libre Internacional de las Américas
Octubre de 2004