DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

YOUTUBE SILENCIARÁ

 


 la disidencia sobre el aborto en una nueva política de “desinformación”

 

By Iulia Cazan

 

25 de agosto 2023 (C-Fam)

 

La nueva política de desinformación médica de YouTube censurará cualquier video que vaya en contra de las directrices de la Organización Mundial de la Salud sobre el aborto.

 

La política cita específicamente información sobre el aborto entre los ejemplos de contenido que está siendo objeto de censura. Según la política, los tipos de declaraciones que YouTube planea censurar incluyen “afirmaciones de que el aborto comúnmente produce o conlleva un alto riesgo de infertilidad o aborto espontáneo futuro” y “afirmaciones de que el aborto causa cáncer de mama”.

 

Dado que los ejemplos proporcionados en la política no son exhaustivos, se puede esperar que muchas otras afirmaciones que discuten o plantean preguntas sobre los efectos nocivos del aborto sean etiquetadas como información errónea y eliminadas por YouTube.

 

El Dr. Garth Graham, Director de Asociaciones de Atención Médica y Salud Pública de YouTube, dijo que la política contribuye a su visión a largo plazo para mejorar sus “directrices comunitarias”.

 

Las “directrices comunitarias” suelen ser opacas y en gran medida desconocidas para los usuarios, pero se reconoce ampliamente que se utilizan para eliminar opiniones conservadoras. A pesar de sus compromisos anteriores de equilibrar la censura de contenido con la posibilidad del diálogo público, esta política aclara que el debate médico y la discusión abierta solo se permitirán en YouTube siempre que cumpla con la OMS.

 

La OMS tiene una posición clara sobre el aborto, a saber, que generalmente es un procedimiento seguro si se siguen las directrices de la OMS y que “la falta de acceso a servicios de aborto seguros, oportunos, asequibles y respetuosos es una cuestión crítica de salud pública y derechos humanos”. Al declarar que el aborto es un derecho humano, la OMS hace una declaración normativa que YouTube podría utilizar para marcar o eliminar contenido que rechace esta visión.

 

YouTube no especifica qué pasaría si la OMS y las autoridades sanitarias locales divergen en su interpretación o recomendación sobre la prevención o los tratamientos de enfermedades.

 

Tampoco está claro cómo la política podría afectar los numerosos testimonios personales de mujeres que se han sometido a un aborto y han experimentado complicaciones y efectos secundarios negativos en su salud física y mental. La política de YouTube permite a los usuarios cargar sus experiencias personales sobre afecciones o tratamientos médicos a través de la función Personal Stories Shelf de la plataforma, pero solo siempre que no se desvíen de declaraciones o defensas fácticas personales a más generales.

 

La única otra excepción en la que podría tolerarse información contraria a las directrices de la OMS es si se considera que es de “interés público”, pero es probable que esto no se aplique tanto a historias personales como a declaraciones de figuras públicas que puedan ser políticamente relevantes.

 

El nuevo marco de YouTube representa una continuación del mismo tipo de control de contenido de las plataformas de redes sociales, incluidas YouTube, Meta y Twitter, llevado a cabo en relación con COVID-19. Meta y Twitter eliminaron publicaciones basándose en el mismo principio de la política de YouTube, es decir, cuando compartían información que contradecía las directrices del Centro para el Control y las Enfermedades (CDC) o de la OMS y se consideraba capaz de “producir daño”. y, si se difundieran, se pensaba que producirían daño.

 

En los últimos tres años, muchas publicaciones “peligrosas” que fueron eliminadas o marcadas por empresas de redes sociales bajo estas políticas de moderación de contenido resultaron ser ciertas o al menos presentaban preocupaciones públicas o preguntas científicas válidas.

CANDIDATOS

 


 A DIPUTADOS NACIONALES EN CIUDAD DE BS AS

 

NOTIVIDA, Año XXIII, Nº 1334, 30 de agosto de 2023

 

En este boletín consignamos algunos antecedentes de los candidatos a diputados nacionales en la Ciudad de Buenos Aires. La cantidad de candidatos mencionados en cada lista está en función de los resultados de las PASO.

 

De repetirse los resultados del 13 de agosto, de las 12 bancas en juego en la Capital: Unión por la Patria obtendría 3, Juntos por el Cambio 7 y La Libertad Avanza 2.

 

Unión por la Patria

 

Paula Penacca (diputada nacional camporista); Eduardo Valdés (diputado cercano a Alberto Fernández); Lorena Pokoik (kirchnerista y exlegisladora porteña); Itaí Hagman (responde a Grabois) y Carla Pitiot (exdiputada massista).

 

Penacca votó a favor del aborto, por el contrario, Valdés y Pitiot votaron en contra. Pero Valdés, como presidente de la comisión de RREE en Diputados, impulsó la ratificación de una Convención internacional pro-homosexualista e intentó darle rango constitucional a la de Belem Do Pará.

 

Pokoik es militante abortista lo mismo que Hagman que es un dirigente de izquierda que presidió la FUBA (Infobae, 24/09/2013).

 

Juntos por el Cambio

 

Maximiliano Guerra (bailarín); Daiana Molero (economista); Maximiliano Ferraro (diputado de la Coalición Cívica); Silvana Giúdici (ex diputada radical); Damián Arabia (trabajó con Bullrich e el Ministerio de Seguridad); Mariela Coletta (pertenece Evolución radical, el espacio que lidera Lousteau); Esteban Wolf (dueño de la fábrica de helados Chocorísimo, que saltó a la fama tras hablar de las pymes en el Senado) y los diputados Dina Rezinovsky y Alvaro González.

 

Guerra afirmó que la mujer que está embarazada tiene que tener la libertad de hacerse un aborto que no sea clandestino. Ferraro es un activista gay que, entre otras cosas, votó a favor del aborto. Arabia pertenece a una agrupación LGBT-liberal. Giúdici votó a favor de “Matrimonio igualitario” e “Identidad de género”. Coletta, como todos en su partido, siempre se manifestó a favor del aborto.

 

Dina Rezinovsky y Alvaro González defienden el derecho a la vida y siendo diputados votaron en contra del aborto.

 

La Libertad Avanza

 

Diana Mondino (economista); Oscar Zago (fue diputado de la UCR y del Pro en la Ciudad, y desde 2021 de LLA); Sandra Pettovello (especialista en Familia, ex Vicepdte. de la UCeDe porteña) y Julio Goldestein (consultor económico).

 

Mondino ha dicho que la vida es algo maravilloso y que no entiende cómo tantos la desprecian, no obstante, consultada sobre el plebiscito para derogar el aborto afirmó que “es un tema para muchísimo más adelante”.

 

Zago fue legislador porteño entre el 2005 y el 2013, y desde 2021 se unió a LLA. En la Legislatura de la Ciudad votó varias de las leyes impulsadas por el activismo LGBT. También avaló la adhesión de la Ciudad de BsAs a la Carta de la Tierra.

 

Pettovello es Licenciada en Ciencias de la Familia por la Universidad Austral y tiene un postgrado en Políticas familiares en la Universidad Internacional de Cataluña. Refutando slogans feministas ha afirmado “una cuestión es que la maternidad implique responsabilidad y algunas renuncias personales y otra muy distinta es generar odio hacia el rol y hacia la institución familiar que, mal que les pese, es la que provee a la sociedad de los futuros ciudadanos que la conformarán”.

ELECCIONES 2023

 

 


CANDIDATOS A LEGISLADORES EN PROVINCIA DE BS AS

 

CANDIDATOS A DIPUTADOS NACIONALES

 

NOTIVIDA, Año XXIII, Nº 1333, 22 de agosto de 2023

 

De repetirse los resultados de las PASO celebradas el 13 de agosto, de las 35 bancas en juego en la provincia de BsAs, Unión por la Patria obtendría 13, Juntos por el Cambio 12, La Libertad Avanza 9 y 1 quedaría en manos del Frente de Izquierda.

 

La cantidad de candidatos mencionados en cada lista se corresponde con los resultados de las PASO.

 

Unión por la Patria

 

Máximo Kirchner (presidente del PJ bonaerense), Victoria Tolosa Paz (ministra de Desarrollo Social), Mario “Paco” Manrique (secretario adjunto de SMATA), la massista Cecilia Moreau (actual presidente de la Cámara baja); el canciller Santiago Cafiero, la camporista Luana Volnovich (titular del PAMI); el diputado Rodolfo Tailhade, la diputada Natalia Zaracho (que responde a Juan Grabois), Carlos Castagneto (administrador Federal de Ingresos Públicos), Roxana Monzón (Secretaria de Desarrollo Económico Sustentable de Merlo), Matías Molle (actual diputado provincial), la camporista Luciana Potenza (Coordinadora de Prestaciones Sociales del PAMI en La Matanza) y el dip. Ramiro Gutiérrez.

 

Kirchner, Moreau, Tailhade, Castagneto, Volnovich y Gutiérrez votaron a favor de la legalización del aborto.

 

Otros, como Santiago Cafiero, Tolosa Paz, Roxana Monzón y Natalia Zaracho, se manifestaron a favor.

 

Juntos por el Cambio

 

Cristian Ritondo, Karina Banfi, Miguel Pichetto, Silvia Lospennato, Nicolás Massot, Patricia Vásquez, Pablo Juliano, Mónica Frade, Martín Yeza, M. Lorena Petrovich, Federico Suárez, Mariana Stilman y Sebastián Salvador.

 

Ritondo y Massot votaron en contra del aborto, mientras que Banfi, Lospennato, Frade, Pichetto, Stilman y Salvador lo hicieron a favor.

 

Los restantes son: Patricia Vásquez (trabajó con Bullrich en el Ministerio de Seguridad), Pablo Juliano (responde al radical Facundo Manes), Martín Yeza (intendente de Pinamar), Lorena Petrovich (legisladora bonaerense), Federico Suárez (responde a María Eugenia Vidal).

 

Yeza se manifestó a favor de la legalización del aborto. Petrovich es senadora provincial y presentó un proyecto de ley que “tiene por objeto la promoción y desarrollo de políticas públicas con perspectiva de género que alienten la definición y expansión de nuevas masculinidades superadoras del modelo machista” (E 247 2020 – 2021).

 

La Libertad Avanza

 

“Bertie” Benegas Lynch (hijo de Alberto, el “prócer liberal” que Milei cita recurrentemente), Marcela Pagano (periodista), Guillermo Montenegro (secretario general del Partido Demócrata de Bs As), María Lorena Macyszyn (asesora legislativa de Carolina Píparo), Pablo Ansaloni (diputado nacional 2017-21), Juliana Santillán, Eduardo Falcone (referente del Movimiento de Integración y Desarrollo-MID), Lilia Lemoine (influencer) y Santiago Santurio (profesor de Doctrina Social de la Iglesia).

 

El partido de Milei plantea en su plataforma “proteger al niño desde la concepción y al adulto mayor hasta su muerte natural”, es decir estarían en contra del aborto y la eutanasia, aunque el referente libertario reitera: "Cada uno puede hacer de su vida lo que le da la gana. También proponen “eliminar la obligatoriedad de la ESI en todos los niveles de enseñanza”. No obstante, hasta el momento, no presentaron iniciativas legislativas que persigan los objetivos enunciados.  

 

Marcela Pagano criticó duramente al Dr. Abel Albino tras su intervención en el debate de aborto.

 

“Bertie” Benegas Lynch, como Milei, se manifiesta en contra del aborto, pero defiende la venta de órganos. Pablo Ansaloni votó en contra del aborto en 2018 y 2020, y a favor del cupo laboral trans en 2021.

 

Juliana Santillán está en contra del aborto al igual que Santurio que es militante provida, pero Lilia Lemoine se manifestó a favor del aborto durante el primer trimestre.

 

Frente de Izquierda

 

Christian Castillo (PTS).

 

El FIT está programáticamente a favor del aborto y de la ideología de género.

 

CANDIDATOS A SENADORES

 

Según el resultado de las PASO Unión por la Patria se quedaría con dos bancas y la otra sería para Juntos por el Cambio.

 

Unión por la Patria: Eduardo “Wado” de Pedro y Juliana Di Tullio. Ambos votaron favorablemente todas las leyes antivida y antifamilia que se presentaron cuando eran legisladores. Di Tullio, por ejemplo, fue diputada nacional entre 2005 y 2017, lo que le dio oportunidad de votar entre otras: Ligadura de trompas, “Matrimonio igualitario”, “Identidad de género” Filicidio, Eutanasia pasiva, Femicidio y FIV. De Pedro votó a favor del aborto.

 

Juntos por el Cambio: Maximiliano Abad (UCR) y M. Eugenia Talerico.

 

Abad se manifestó a favor de la legalización del aborto en casos de violación, cuando la vida de la madre corra peligro inminente y en embarazos donde el feto presente enfermedades u anomalías. Talarico defiende el derecho a la vida.

 

La Libertad Avanza: Juan Nápoli (presidente del Banco de Valores) y Gladys Humenuk (gerente de Administración y Finanzas de la Corporación América).

LABOREM EXERCENS

 

RESUMEN

CARTA ENCÍCLICA

LABOREM EXERCENS

DEL SUMO PONTÍFICE

JUAN PABLO II

EN EL 90 ANIVERSARIO

DE LA RERUM NOVARUM

1981

 

Con su trabajo el hombre ha de procurarse el pan cotidiano,

«trabajo» significa todo tipo de acción realizada por el hombre, toda actividad humana que se puede o se debe reconocer como trabajo entre las múltiples actividades de las que el hombre es capaz y a las que está predispuesto por la naturaleza misma en virtud de su humanidad. Hecho a imagen y semejanza de Dios en el mundo visible y puesto en él para que dominase la tierra,3 el hombre está por ello, desde el principio, llamado al trabajo. El trabajo es una de las características que distinguen al hombre del resto de las criaturas, cuya actividad, relacionada con el mantenimiento de la vida, no puede llamarse trabajo; solamente el hombre es capaz de trabajar, solamente él puede llevarlo a cabo, llenando a la vez con el trabajo su existencia sobre la tierra.

1. Si bien es verdad que el hombre se nutre con el pan del trabajo de sus manos, es decir, no sólo de ese pan de cada día que mantiene vivo su cuerpo, sino también del pan de la ciencia y del progreso, de la civilización y de la cultura, entonces es también verdad perenne que él se nutre de ese pan con el sudor de su frente; o sea no sólo con el esfuerzo y la fatiga personales, sino también en medio de tantas tensiones, conflictos y crisis que, en relación con la realidad del trabajo, trastocan la vida de cada sociedad y aun de toda la humanidad.

la introducción generalizada de la automatización en muchos campos de la producción, el aumento del coste de la energía y de las materias básicas; la creciente toma de conciencia de la limitación del patrimonio natural y de su insoportable contaminación; la aparición en la escena política de pueblos que, tras siglos de sumisión, reclaman su legítimo puesto entre las naciones y en las decisiones internacionales. Estas condiciones y exigencias nuevas harán necesaria una reorganización y revisión de las estructuras de la economía actual, así como de la distribución del trabajo. Tales cambios podrán quizás significar por desgracia, para millones de trabajadores especializados, desempleo, al menos temporal, o necesidad de nueva especialización; conllevarán muy probablemente una disminución o crecimiento menos rápido del bienestar material para los Países más desarrollados; pero podrán también proporcionar respiro y esperanza a millones de seres que viven hoy en condiciones de vergonzosa e indigna miseria.

2. En el espacio de los años que nos separan de la publicación de la Encíclica Rerum Novarum, la cuestión social no ha dejado de ocupar la atención de la Iglesia. Prueba de ello son los numerosos documentos del Magisterio, publicados por los Pontífices, así como por el Concilio Vaticano II. Prueba asimismo de ello son las declaraciones de los Episcopados o la actividad de los diversos centros de pensamiento y de iniciativas concretas de apostolado, tanto a escala internacional como a escala de Iglesias locales.

La distribución desproporcionada de riqueza y miseria, la existencia de Países y Continentes desarrollados y no desarrollados, exigen una justa distribución y la búsqueda de vías para un justo desarrollo de todos.

3. la doctrina social de la Iglesia tiene su fuente en la Sagrada Escritura, comenzando por el libro del Génesis y, en particular, en el Evangelio y en los escritos apostólicos. Esa doctrina perteneció desde el principio a la enseñanza de la Iglesia misma, a su concepción del hombre y de la vida social y, especialmente, a la moral social elaborada según las necesidades de las distintas épocas.

4. El trabajo entendido como una actividad «transitiva», es decir, de tal naturaleza que, empezando en el sujeto humano, está dirigida hacia un objeto externo, supone un dominio específico del hombre sobre la «tierra» y a la vez confirma y desarrolla este dominio. Está claro que con el término «tierra», del que habla el texto bíblico, se debe entender ante todo la parte del universo visible en el que habita el hombre; por extensión sin embargo, se puede entender todo el mundo visible, dado que se encuentra en el radio de influencia del hombre y de su búsqueda por satisfacer las propias necesidades. La expresión «someter la tierra» tiene un amplio alcance. Indica todos los recursos que la tierra (e indirectamente el mundo visible) encierra en sí y que, mediante la actividad consciente del hombre, pueden ser descubiertos y oportunamente usados. De esta manera, aquellas palabras, puestas al principio de la Biblia, no dejan de ser actuales.

5. Esta universalidad y a la vez esta multiplicidad del proceso de «someter la tierra» iluminan el trabajo del hombre, ya que el dominio del hombre sobre la tierra se realiza en el trabajo y mediante el trabajo. Emerge así el significado del trabajo en sentido objetivo, el cual halla su expresión en las varias épocas de la cultura y de la civilización. El hombre domina ya la tierra por el hecho de que domestica los animales, los cría y de ellos saca el alimento y vestido necesarios, y por el hecho de que puede extraer de la tierra y de los mares diversos recursos naturales.

Hoy, en la industria y en la agricultura la actividad del hombre ha dejado de ser, en muchos casos, un trabajo prevalentemente manual, ya que la fatiga de las manos y de los músculos es ayudada por máquinas y mecanismos cada vez más perfeccionados.

Aunque pueda parecer que en el proceso industrial «trabaja» la máquina mientras el hombre solamente la vigila, haciendo posible y guiando de diversas maneras su funcionamiento, es verdad también que precisamente por ello el desarrollo industrial pone la base para plantear de manera nueva el problema del trabajo humano. Tanto la primera industrialización, que creó la llamada cuestión obrera, como los sucesivos cambios industriales y postindustriales, demuestran de manera elocuente que, también en la época del «trabajo» cada vez más mecanizado, el sujeto propio del trabajo sigue siendo el hombre.

 

6. El hombre debe someter la tierra, debe dominarla, porque como «imagen de Dios» es una persona, es decir, un ser subjetivo capaz de obrar de manera programada y racional, capaz de decidir acerca de sí y que tiende a realizarse a sí mismo. Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo.

Ese dominio se refiere en cierto sentido a la dimensión subjetiva más que a la objetiva: esta dimensión condiciona la misma esencia ética del trabajo. En efecto no hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona, un sujeto consciente y libre, es decir, un sujeto que decide de sí mismo.

 

La edad antigua introdujo entre los hombres una propia y típica diferenciación en gremios, según el tipo de trabajo que realizaban. El trabajo que exigía de parte del trabajador el uso de sus fuerzas físicas, el trabajo de los músculos y manos, era considerado indigno de hombres libres y por ello era ejecutado por los esclavos. El cristianismo, ampliando algunos aspectos ya contenidos en el Antiguo Testamento, ha llevado a cabo una fundamental transformación de conceptos, partiendo de todo el contenido del mensaje evangélico y sobre todo del hecho de que Aquel, que siendo Dios se hizo semejante a nosotros en todo,11 dedicó la mayor parte de los años de su vida terrena al trabajo manual junto al banco del carpintero. Esta circunstancia constituye por sí sola el más elocuente «Evangelio del trabajo», que manifiesta cómo el fundamento para determinar el valor del trabajo humano no es en primer lugar el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona. Las fuentes de la dignidad del trabajo deben buscarse principalmente no en su dimensión objetiva, sino en su dimensión subjetiva.

En esta concepción desaparece casi el fundamento mismo de la antigua división de los hombres en clases sociales, según el tipo de trabajo que realizasen.

 

7. En la época moderna, desde el comienzo de la era industrial, la verdad cristiana sobre el trabajo debía contraponerse a las diversas corrientes del pensamiento materialista y «economicista».

 

Para algunos fautores de tales ideas, el trabajo se entendía y se trataba como una especie de «mercancía», que el trabajador —especialmente el obrero de la industria— vende al empresario, que es a la vez poseedor del capital, o sea del conjunto de los instrumentos de trabajo y de los medios que hacen posible la producción. Este modo de entender el trabajo se difundió, de modo particular, en la primera mitad del siglo XIX.

Una ocasión sistemática y, en cierto sentido, hasta un estímulo para este modo de pensar y valorar está constituido por el acelerado proceso de desarrollo de la civilización unilateralmente materialista, en la que se da importancia primordial a la dimensión objetiva del trabajo, mientras la subjetiva —todo lo que se refiere indirecta o directamente al mismo sujeto del trabajo— permanece a un nivel secundario. En todos los casos de este género, en cada situación social de este tipo se da una confusión, e incluso una inversión del orden establecido desde el comienzo con las palabras del libro del Génesis: el hombre es considerado como un instrumento de producción,12 mientras él, —él solo, independientemente del trabajo que realiza— debería ser tratado como sujeto eficiente y su verdadero artífice y creador. Precisamente tal inversión de orden, prescindiendo del programa y de la denominación según la cual se realiza, merecería el nombre de «capitalismo»

conviene reconocer que el error del capitalismo primitivo puede repetirse dondequiera que el hombre sea tratado de alguna manera a la par de todo el complejo de los medios materiales de producción, como un instrumento y no según la verdadera dignidad de su trabajo, o sea como sujeto y autor, y, por consiguiente, como verdadero fin de todo el proceso productivo.

 

8. Precisamente, a raíz de esta anomalía de gran alcance surgió en el siglo pasado la llamada cuestión obrera, denominada a veces «cuestión proletaria». Tal cuestión —con los problemas anexos a ella— ha dado origen a una justa reacción social, ha hecho surgir y casi irrumpir un gran impulso de solidaridad entre los hombres del trabajo y, ante todo, entre los trabajadores de la industria. La llamada a la solidaridad y a la acción común, lanzada a los hombres del trabajo —sobre todo a los del trabajo sectorial, monótono, despersonalizador en los complejos industriales, cuando la máquina tiende a dominar sobre el hombre— tenía un importante valor y su elocuencia desde el punto de vista de la ética social. Era la reacción contra la degradación del hombre como sujeto del trabajo, y contra la inaudita y concomitante explotación en el campo de las ganancias, de las condiciones de trabajo y de previdencia hacia la persona del trabajador. Semejante reacción ha reunido al mundo obrero en una comunidad caracterizada por una gran solidaridad.

Tras las huellas de la Encíclica Rerum Novarum y de muchos documentos sucesivos del Magisterio de la Iglesia se debe reconocer francamente que fue justificada, desde la óptica de la moral social, la reacción contra el sistema de injusticia y de daño, que pedía venganza al cielo,13 y que pesaba sobre el hombre del trabajo en aquel período de rápida industrialización. Esta situación estaba favorecida por el sistema socio-político liberal que, según sus premisas de economismo, reforzaba y aseguraba la iniciativa económica de los solos poseedores del capital, y no se preocupaba suficientemente de los derechos del hombre del trabajo, afirmando que el trabajo humano es solamente instrumento de producción, y que el capital es el fundamento, el factor eficiente, y el fin de la producción.

9. La intención fundamental y primordial de Dios respecto del hombre, que Él «creó... a su semejanza, a su imagen»,15 no ha sido revocada ni anulada ni siquiera cuando el hombre, después de haber roto la alianza original con Dios, oyó las palabras: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan»,16 Estas palabras se refieren a la fatiga a veces pesada, que desde entonces acompaña al trabajo humano; pero no cambian el hecho de que éste es el camino por el que el hombre realiza el «dominio», que le es propio sobre el mundo visible «sometiendo» la tierra.

No obstante, con toda esta fatiga —y quizás, en un cierto sentido, debido a ella— el trabajo es un bien del hombre. Si este bien comporta el signo de un «bonum arduum», según la terminología de Santo Tomás;18 esto no quita que, en cuanto tal, sea un bien del hombre.

 El trabajo es un bien del hombre —es un bien de su humanidad—, porque mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido «se hace más hombre».

la virtud, como actitud moral, es aquello por lo que el hombre llega a ser bueno como hombre.

Todo esto da testimonio en favor de la obligación moral de unir la laboriosidad como virtud con el orden social del trabajo, que permitirá al hombre «hacerse más hombre» en el trabajo, y no degradarse a causa del trabajo, perjudicando no sólo sus fuerzas físicas (lo cual, al menos hasta un cierto punto, es inevitable), sino, sobre todo, menoscabando su propia dignidad y subjetividad.

 

10. El trabajo es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, la cual es un derecho natural y una vocación del hombre. El trabajo es, en un cierto sentido, una condición para hacer posible la fundación de una familia, ya que ésta exige los medios de subsistencia, que el hombre adquiere normalmente mediante el trabajo.

El tercer ámbito de valores que emerge en la presente perspectiva —en la perspectiva del sujeto del trabajo— se refiere a esa gran sociedad, a la que pertenece el hombre en base a particulares vínculos culturales e históricos. Dicha sociedad— aun cuando no ha asumido todavía la forma madura de una nación— es no sólo la gran «educadora» de cada hombre, aunque indirecta (porque cada hombre asume en la familia los contenidos y valores que componen, en su conjunto, la cultura de una determinada nación), sino también una gran encarnación histórica y social del trabajo de todas las generaciones. Todo esto hace que el hombre concilie su más profunda identidad humana con la pertenencia a la nación y entienda también su trabajo como incremento del bien común elaborado juntamente con sus compatriotas,

11. Se sabe que en todo este período, que todavía no ha terminado, el problema del trabajo ha sido planteado en el contexto del gran conflicto, que en la época del desarrollo industrial y junto con éste se ha manifestado entre el «mundo del capital» y el «mundo del trabajo», es decir, entre el grupo restringido, pero muy influyente, de los empresarios, propietarios o poseedores de los medios de producción y la más vasta multitud de gente que no disponía de estos medios, y que participaba, en cambio, en el proceso productivo exclusivamente mediante el trabajo. Tal conflicto ha surgido por el hecho de que los trabajadores, ofreciendo sus fuerzas para el trabajo, las ponían a disposición del grupo de los empresarios, y que éste, guiado por el principio del máximo rendimiento, trataba de establecer el salario más bajo posible para el trabajo realizado por los obreros. A esto hay que añadir también otros elementos de explotación, unidos con la falta de seguridad en el trabajo y también de garantías sobre las condiciones de salud y de vida de los obreros y de sus familias.

Este conflicto, interpretado por algunos como un conflicto socio-económico con carácter de clase, ha encontrado su expresión en el conflicto ideológico entre el liberalismo, entendido como ideología del capitalismo, y el marxismo, entendido como ideología del socialismo científico y del comunismo, que pretende intervenir como portavoz de la clase obrera, de todo el proletariado mundial. De este modo, el conflicto real, que existía entre el mundo del trabajo y el mundo del capital, se ha transformado en la lucha programada de clases, llevada con métodos no sólo ideológicos, sino incluso, y ante todo, políticos. Es conocida la historia de este conflicto, como conocidas son también las exigencias de una y otra parte. El programa marxista, basado en la filosofía de Marx y de Engels, ve en la lucha de clases la única vía para eliminar las injusticias de clase, existentes en la sociedad, y las clases mismas. La realización de este programa antepone la «colectivización» de los medios de producción, a fin de que a través del traspaso de estos medios de los privados a la colectividad, el trabajo humano quede preservado de la explotación.

A esto tiende la lucha conducida con métodos no sólo ideológicos, sino también políticos. Los grupos inspirados por la ideología marxista como partidos políticos, tienden, en función del principio de la «dictadura del proletariado», y ejerciendo influjos de distinto tipo, comprendida la presión revolucionaria, al monopolio del poder en cada una de las sociedades, para introducir en ellas, mediante la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, el sistema colectivista. Según los principales ideólogos y dirigentes de ese amplio movimiento internacional, el objetivo de ese programa de acción es el de realizar la revolución social e introducir en todo el mundo el socialismo y, en definitiva, el sistema comunista.

 

12. se debe ante todo recordar un principio enseñado siempre por la Iglesia. Es el principio de la prioridad del «trabajo» frente al «capital». Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el «capital», siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental.

Con el trabajo ha estado siempre vinculado desde el principio el problema de la propiedad: en efecto, para hacer servir para sí y para los demás los recursos escondidos en la naturaleza, el hombre tiene como único medio su trabajo. Y para hacer fructificar estos recursos por medio del trabajo, el hombre se apropia en pequeñas partes, de las diversas riquezas de la naturaleza: del subsuelo, del mar, de la tierra, del espacio. De todo esto se apropia él convirtiéndolo en su puesto de trabajo.

Está claro obviamente que cada hombre que participa en el proceso de producción, incluso en el caso de que realice sólo aquel tipo de trabajo para el cual son necesarias una instrucción y especialización particulares, es sin embargo en este proceso de producción el verdadero sujeto eficiente, mientras el conjunto de los instrumentos, incluso el más perfecto en sí mismo, es sólo y exclusivamente instrumento subordinado al trabajo del hombre.

Todo lo que está contenido en el concepto de «capital» —en sentido restringido— es solamente un conjunto de cosas. El hombre como sujeto del trabajo, e independientemente del trabajo que realiza, el hombre, él solo, es una persona. Esta verdad contiene en sí consecuencias importantes y decisivas.

 

13. Ante todo, a la luz de esta verdad, se ve claramente que no se puede separar el «capital» del trabajo, y que de ningún modo se puede contraponer el trabajo al capital ni el capital al trabajo, ni menos aún —como se dirá más adelante— los hombres concretos, que están detrás de estos conceptos, los unos a los otros. Justo, es decir, conforme a la esencia misma del problema; justo, es decir, intrínsecamente verdadero y a su vez moralmente legítimo, puede ser aquel sistema de trabajo que en su raíz supera la antinomia entre trabajo y el capital,

La antinomia entre trabajo y capital no tiene su origen en la estructura del mismo proceso de producción, y ni siquiera en la del proceso económico en general.

La ruptura de esta imagen coherente, en la que se salvaguarda estrechamente el principio de la primacía de la persona sobre las cosas, ha tenido lugar en la mente humana, alguna vez, después de un largo período de incubación en la vida práctica. Se ha realizado de modo tal que el trabajo ha sido separado del capital y contrapuesto al capital, y el capital contrapuesto al trabajo, casi como dos fuerzas anónimas, dos factores de producción colocados juntos en la misma perspectiva «economística».

Evidentemente la antinomia entre trabajo y capital considerada aquí —la antinomia en cuyo marco el trabajo ha sido separado del capital y contrapuesto al mismo, en un cierto sentido ónticamente como si fuera un elemento cualquiera del proceso económico— inicia no sólo en la filosofía y en las teorías económicas del siglo XVIII sino mucho más todavía en toda la praxis económico-social de aquel tiempo, que era el de la industrialización que nacía y se desarrollaba precipitadamente, en la cual se descubría en primer lugar la posibilidad de acrecentar mayormente las riquezas materiales, es decir los medios, pero se perdía de vista el fin, o sea el hombre, al cual estos medios deben servir.. El mismo error, que ya tiene su determinado aspecto histórico, relacionado con el período del primitivo capitalismo y liberalismo, puede sin embargo repetirse en otras circunstancias de tiempo y lugar, si se parte, en el pensar, de las mismas premisas tanto teóricas como prácticas. No se ve otra posibilidad de una superación radical de este error, si no intervienen cambios adecuados tanto en el campo de la teoría, como en el de la práctica, cambios que van en la línea de la decisiva convicción de la primacía de la persona sobre las cosas, del trabajo del hombre sobre el capital como conjunto de los medios de producción.

14.

 

El citado principio,(de la propiedad) tal y como se recordó entonces y como todavía es enseñado por la Iglesia, se aparta radicalmente del programa del colectivismo, proclamado por el marxismo y realizado en diversos Países del mundo en los decenios siguientes a la época de la Encíclica de León XIII. Tal principio se diferencia al mismo tiempo, del programa del capitalismo, practicado por el liberalismo y por los sistemas políticos, que se refieren a él. En este segundo caso, la diferencia consiste en el modo de entender el derecho mismo de propiedad. La tradición cristiana no ha sostenido nunca este derecho como absoluto e intocable. Al contrario, siempre lo ha entendido en el contexto más amplio del derecho común de todos a usar los bienes de la entera creación: el derecho a la propiedad privada como subordinado al derecho al uso común, al destino universal de los bienes.

 

Desde ese punto de vista, pues, en consideración del trabajo humano y del acceso común a los bienes destinados al hombre, tampoco conviene excluir la socialización, en las condiciones oportunas, de ciertos medios de producción. En el espacio de los decenios que nos separan de la publicación de la Encíclica Rerum Novarum, la enseñanza de la Iglesia siempre ha recordado todos estos principios, refiriéndose a los argumentos formulados en la tradición mucho más antigua, por ejemplo, los conocidos argumentos de la Summa Theologiae de Santo Tomás de Aquino.

Bajo esta luz adquieren un significado de relieve particular las numerosas propuestas hechas por expertos en la doctrina social católica y también por el Supremo Magisterio de la Iglesia.23 Son propuestas que se refieren a la copropiedad de los medios de trabajo, a la participación de los trabajadores en la gestión y o en los beneficios de la empresa, al llamado «accionariado» del trabajo y otras semejantes.

estas múltiples y tan deseadas reformas no pueden llevarse a cabo mediante la eliminación apriorística de la propiedad privada de los medios de producción.

Así pues, el mero paso de los medios de producción a propiedad del Estado, dentro del sistema colectivista, no equivale ciertamente a la «socialización» de esta propiedad. Se puede hablar de socialización únicamente cuando quede asegurada la subjetividad de la sociedad, es decir, cuando toda persona, basándose en su propio trabajo, tenga pleno título a considerarse al mismo tiempo «copropietario» de esa especie de gran taller de trabajo en el que se compromete con todos. Un camino para conseguir esa meta podría ser la de asociar, en cuanto sea posible, el trabajo a la propiedad del capital y dar vida a una rica gama de cuerpos intermedios con finalidades económicas, sociales, culturales: cuerpos que gocen de una autonomía efectiva respecto a los poderes públicos, que persigan sus objetivos específicos manteniendo relaciones de colaboración leal y mutua, con subordinación a las exigencias del bien común y que ofrezcan forma y naturaleza de comunidades vivas; es decir, que los miembros respectivos sean considerados y tratados como personas y sean estimulados a tomar parte activa en la vida de dichas comunidades.24

 

15. Las enseñanzas de la Iglesia han expresado siempre la convicción firme y profunda de que el trabajo humano no mira únicamente a la economía, sino que implica además y sobre todo, los valores personales. El mismo sistema económico y el proceso de producción redundan en provecho propio, cuando estos valores personales son plenamente respetados. Según el pensamiento de Santo Tomás de Aquino,25 es primordialmente esta razón la que atestigua en favor de la propiedad privada de los mismos medios de producción. Si admitimos que algunos ponen fundados reparos al principio de la propiedad privada— y en nuestro tiempo somos incluso testigos de la introducción del sistema de la propiedad «socializada»— el argumento personalista sin embargo no pierde su fuerza, ni a nivel de principios ni a nivel práctico. Para ser racional y fructuosa, toda socialización de los medios de producción debe tomar en consideración este argumento. Hay que hacer todo lo posible para que el hombre, incluso dentro de este sistema, pueda conservar la conciencia de trabajar en «algo propio». En caso contrario, en todo el proceso económico surgen necesariamente daños incalculables; daños no sólo económicos, sino ante todo daños para el hombre.

16. Si el trabajo —en el múltiple sentido de esta palabra— es una obligación, es decir, un deber, es también a la vez una fuente de derechos por parte del trabajador.

El hombre debe trabajar bien sea por el hecho de que el Creador lo ha ordenado, bien sea por el hecho de su propia humanidad, cuyo mantenimiento y desarrollo exigen el trabajo. El hombre debe trabajar por respeto al prójimo, especialmente por respeto a la propia familia, pero también a la sociedad a la que pertenece, a la nación de la que es hijo o hija, a la entera familia humana de la que es miembro, ya que es heredero del trabajo de generaciones y al mismo tiempo coartífice del futuro de aquellos que vendrán después de él con el sucederse de la historia.

Si el empresario directo es la persona o la institución, con la que el trabajador estipula directamente el contrato de trabajo según determinadas condiciones, como empresario indirecto se deben entender muchos factores diferenciados, además del empresario directo, que ejercen un determinado influjo sobre el modo en que se da forma bien sea al contrato de trabajo, bien sea, en consecuencia, a las relaciones más o menos justas en el sector del trabajo humano.

17. En el concepto de empresario indirecto entran tanto las personas como las instituciones de diverso tipo, así como también los contratos colectivos de trabajo

el empresario indirecto determina sustancialmente uno u otro aspecto de la relación de trabajo y condiciona de este modo el comportamiento del empresario directo cuando este último determina concretamente el contrato y las relaciones laborales.

Cuando se trata de determinar una política laboral correcta desde el punto de vista ético hay que tener presentes todos estos condicionamientos. Tal política es correcta cuando los derechos objetivos del hombre del trabajo son plenamente respetados.

 

El concepto de empresario indirecto se puede aplicar a toda sociedad y, en primer lugar, al Estado.

El empresario directo, inmerso en concreto en un sistema de condicionamientos, fija las condiciones laborales por debajo de las exigencias objetivas de los trabajadores, especialmente si quiere sacar beneficios lo más alto posibles de la empresa que él dirige (o de las empresas que dirige, cuando se trata de una situación de propiedad «socializada» de los medios de producción).

Sin embargo, la realización de los derechos del hombre del trabajo no puede estar condenada a constituir solamente un derivado de los sistemas económicos, los cuales, a escala más amplia o más restringida, se dejen guiar sobre todo por el criterio del máximo beneficio. Al contrario, es precisamente la consideración de los derechos objetivos del hombre del trabajo —de todo tipo de trabajador: manual, intelectual, industrial, agrícola, etc.— lo que debe constituir el criterio adecuado y fundamental para la formación de toda la economía, bien sea en la dimensión de toda sociedad y de todo Estado, bien sea en el conjunto de la política económica mundial, así como de los sistemas y relaciones internacionales que de ella derivan.

 

18. La obligación de prestar subsidio a favor de los desocupados, es decir,el deber de otorgar las convenientes subvenciones indispensables para la subsistencia de los trabajadores desocupados y de sus familias es una obligación que brota del principio fundamental del orden moral en este campo, esto es, del principio del uso común de los bienes o, para hablar de manera aún más sencilla, del derecho a la vida y a la subsistencia.

Una planificación razonable y una organización adecuada del trabajo humano, a medida de las sociedades y de los Estados, deberían facilitar a su vez el descubrimiento de las justas proporciones entre los diversos tipos de empleo: el trabajo de la tierra, de la industria, en sus múltiples servicios, el trabajo de planificación y también el científico o artístico, según las capacidades de los individuos y con vistas al bien común de toda sociedad y de la humanidad entera.

Echando una mirada sobre la familia humana entera, esparcida por la tierra, no se puede menos de quedar impresionados ante un hecho desconcertante de grandes proporciones, es decir, el hecho de que, mientras por una parte siguen sin utilizarse conspicuos recursos de la naturaleza, existen por otra grupos enteros de desocupados o subocupados y un sinfín de multitudes hambrientas: un hecho que atestigua sin duda el que, dentro de las comunidades políticas como en las relaciones existentes entre ellas a nivel continental y mundial —en lo concerniente a la organización del trabajo y del empleo— hay algo que no funciona y concretamente en los puntos más críticos y de mayor relieve social.

 

19. El problema-clave de la ética social es el de la justa remuneración por el trabajo realizado. Hay que subrayar también que la justicia de un sistema socio-económico y, en todo caso, su justo funcionamiento merecen en definitiva ser valorados según el modo como se remunera justamente el trabajo humano dentro de tal sistema.

De aquí que, precisamente el salario justo se convierta en todo caso en la verificación concreta de la justicia de todo el sistema socio-económico y, de todos modos, de su justo funcionamiento. No es esta la única verificación, pero es particularmente importante y es en cierto sentido la verificación-clave.

Tal verificación afecta sobre todo a la familia. Una justa remuneración por el trabajo de la persona adulta que tiene responsabilidades de familia es la que sea suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y asegurar su futuro.

Será un honor para la sociedad hacer posible a la madre —sin obstaculizar su libertad, sin discriminación sicológica o práctica, sin dejarle en inferioridad ante sus compañeras— dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos, según las necesidades diferenciadas de la edad. El abandono obligado de tales tareas, por una ganancia retribuida fuera de casa, es incorrecto desde el punto de vista del bien de la sociedad y de la familia cuando contradice o hace difícil tales cometidos primarios de la misión materna.26

Además del salario, aquí entran en juego algunas otras prestaciones sociales que tienen por finalidad la de asegurar la vida y la salud de los trabajadores y de su familia. Los gastos relativos a la necesidad de cuidar la salud, especialmente en caso de accidentes de trabajo, exigen que el trabajador tenga fácil acceso a la asistencia sanitaria y esto, en cuanto sea posible, a bajo costo e incluso gratuitamente. Otro sector relativo a las prestaciones es el vinculado con el derecho al descanso; se trata ante todo de regular el descanso semanal, que comprenda al menos el domingo y además un reposo más largo, es decir, las llamadas vacaciones una vez al año o eventualmente varias veces por períodos más breves. En fin, se trata del derecho a la pensión, al seguro de vejez y en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral. En el ámbito de estos derechos principales, se desarrolla todo un sistema de derechos particulares que, junto con la remuneración por el trabajo, deciden el correcto planteamiento de las relaciones entre el trabajador y el empresario. Entre estos derechos hay que tener siempre presente el derecho a ambientes de trabajo y a procesos productivos que no comporten perjuicio a la salud física de los trabajadores y no dañen su integridad moral.

 

20. Los sindicatos tienen su origen, de algún modo, en las corporaciones artesanas medievales, en cuanto que estas organizaciones unían entre sí a hombres pertenecientes a la misma profesión y por consiguiente en base al trabajo que realizaban. Pero al mismo tiempo, los sindicatos se diferencian de las corporaciones en este punto esencial: los sindicatos modernos han crecido sobre la base de la lucha de los trabajadores, del mundo del trabajo y ante todo de los trabajadores industriales para la tutela de sus justos derechos frente a los empresarios y a los propietarios de los medios de producción. La defensa de los intereses existenciales de los trabajadores en todos los sectores, en que entran en juego sus derechos, constituye el cometido de los sindicatos.

La doctrina social católica no considera que los sindicatos constituyan únicamente el reflejo de la estructura de «clase» de la sociedad y que sean el exponente de la lucha de clase que gobierna inevitablemente la vida social. Sí, son un exponente de la lucha por la justicia social, por los justos derechos de los hombres del trabajo según las distintas profesiones.

 

En este sentido la actividad de los sindicatos entra indudablemente en el campo de la «política», entendida ésta como una prudente solicitud por el bien común. Pero al mismo tiempo, el cometido de los sindicatos no es «hacer política» en el sentido que se da hoy comúnmente a esta expresión. Los sindicatos no tienen carácter de «partidos políticos» que luchan por el poder y no deberían ni siquiera ser sometidos a las decisiones de los partidos políticos o tener vínculos demasiado estrechos con ellos. En efecto, en tal situación ellos pierden fácilmente el contacto con lo que es su cometido específico, que es el de asegurar los justos derechos de los hombres del trabajo en el marco del bien común de la sociedad entera y se convierten en cambio en un instrumento para otras finalidades.

 

Actuando en favor de los justos derechos de sus miembros, los sindicatos se sirven también del método de la «huelga», es decir, del bloqueo del trabajo, como de una especie de ultimátum dirigido a los órganos competentes y sobre todo a los empresarios. Este es un método reconocido por la doctrina social católica como legítimo en las debidas condiciones y en los justos límites. En relación con esto los trabajadores deberían tener asegurado el derecho a la huelga, sin sufrir sanciones penales personales por participar en ella. Admitiendo que es un medio legítimo, se debe subrayar al mismo tiempo que la huelga sigue siendo, en cierto sentido, un medio extremo. No se puede abusar de él; no se puede abusar de él especialmente en función de los «juegos políticos». Por lo demás, no se puede jamás olvidar que cuando se trata de servicios esenciales para la convivencia civil, éstos han de asegurarse en todo caso mediante medidas legales apropiadas, si es necesario. El abuso de la huelga puede conducir a la paralización de toda la vida socio-económica, y esto es contrario a las exigencias del bien común de la sociedad, que corresponde también a la naturaleza bien entendida del trabajo mismo.