Ante los proyectos para despenalizar la tenencia de drogas
¿Despenalizar sí o
no?
Estas reflexiones
están inspiradas en los testimonios y preocupaciones que recogemos a diario en
los distintos ámbitos de la
Iglesia en todo nuestro país.
El tema de la droga
genera una enorme preocupación en todas partes, en las grandes ciudades y en
los pueblos más pequeños, en las familias con muchos recursos y en las más
humildes de nuestra sociedad.
Las familias recurren
a nosotros en búsqueda de orientación y consuelo. Muchas veces caen en la
desesperación.
Por eso no podemos
callar.
Expresamos nuestros
pareceres enriquecidos por la experiencia de la Iglesia en todo el mundo.
Sí: en todo el mundo.
Así quisiéramos que
se interpreten. Como una contribución para encontrar caminos de comunión
superadores de una realidad que nos angustia.
Creemos que es a
través del diálogo y creando espacios de reflexión en donde cada uno se pueda
expresar con auténtica libertad, que encontraremos las verdaderas respuestas a
este mal de nuestro tiempo.
De ninguna manera
debiéramos mirar al que piensa distinto como un enemigo reprochable con el que
ni siquiera hay que hablar. Por el contrario, pensamos que es respetando
profundamente los distintos puntos de vista que nos guían, que encontraremos
verdaderos caminos de comunión que en definitiva nos ayuden a alejar a toda la
sociedad del esclavizante mundo de las drogas.
Y, por sobre y ante
todo, queremos recoger y expresar la voz de los más pobres.
Un joven pobre que se
droga no se está divirtiendo, no hace fiesta ni se dedica a un uso recreativo:
huye hacia adelante para llegar más rápido al día de su muerte.
“En la Argentina , lo que quizás
es recreativo para un joven de clase media o alta se torna fatal en los
ambientes pobres y marginales. Es necesario comprender que la vulnerabilidad
social aumenta cuando no hay oportunidades de inclusión real; y que, a mayor
vulnerabilidad, la brecha entre el consumo recreativo y el consumo problemático
se acorta dramáticamente. El joven pobre no tiene de dónde asirse, porque vive
la fragilidad en lo escolar, en lo laboral y lo sanitario; en consecuencia, un
simple consumo de porro tiende a arraigarse más rápido y con mayor fuerza.”
(Fragmento tomado de la nota de opinión del sacerdote José María “Pepe” Di
Paola, publicada en el diario La
Nación el lunes 28 de mayo de 2012 con el título “La cuestión
no es despenalizar”.)
El contexto de la ley
Desde hace un tiempo
se escuchan diversas propuestas que promueven la despenalización de la tenencia
de drogas para el consumo personal.
Para sostener y
justificar esta postura se expresan distintos argumentos, pero el más común es
que “la guerra contra las drogas ha fracasado”, el consumo ha aumentado y lo
único que se ha logrado es “criminalizar al adicto”.
Entonces se dice que
la única y la “verdadera solución” es simplemente “despenalizar”, confiando en
que con esta sola medida se resuelve casi todo el problema.
Sin embargo, como ya
ocurrió en otros países, esto favorecería el incremento de las facilidades y
oportunidades para obtener estas sustancias y por lo tanto aumentar de esa
manera el consumo, más que disminuirlo.
Cabe señalar en este
contexto, que llama la atención que cuando se hace un análisis jurídico del
problema de las adicciones, no se hayan analizado otras alternativas para
atender una problemática tan específica como la creación de tribunales propios,
fuera del área penal por ejemplo.
Nuestra realidad
El 25 de Marzo de
2009 el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de
Buenos Aires publicó un documento en el que se manifestaba que “la droga está
despenalizada de hecho” y nos decían que “la despenalización a nuestro parecer
influiría en el imaginario social instalando la idea de que las drogas no hacen
tanto daño”. Y continuaban:
“Vemos la buena
intención de los que buscan no criminalizar al adicto, es una locura
criminalizar la enfermedad. Pero intentemos pararnos desde la perspectiva de
las familias más vulnerables. Sin un buen sistema de salud, sin políticas
fuertes de prevención, sin un sistema educativo realmente inclusivo y
eficiente, el único encuentro del adicto y su familia que pide ayuda con el
Estado es la justicia. Despenalizar en estas condiciones es dejar abandonado al
adicto, no hacerse cargo de su derecho a la salud. La dinámica misma de la
adicción lleva muchas veces a hacer cualquier cosa para satisfacer el deseo de
consumo. El próximo encuentro entre el Estado y el adicto ya no será en la
enfermedad, sino en el delito que a veces nace de ella.(…) Usando una imagen
podríamos decir entonces que la discusión sobre la despenalización corresponde
a los últimos capítulos del libro y no a los primeros”.
Cuando los
legisladores deban meritar sobre los motivos o razones por las que se debería
liberar el consumo de cannabis, entendemos que simultáneamente deberían
reflexionar si el sistema sanitario de nuestro país se encuentra preparado para
enfrentar todo lo que conllevaría poner en práctica tal decisión.
Particularmente se ha de tener en cuenta a los más pobres. No se debe legislar
para minorías sin tener en cuenta a las mayorías postergadas. Sabemos que las
drogas producen impactos diversos según el estado de la salud del consumidor.
Quien tiene alimentación adecuada en su infancia, atención médica habitual,
dormitorio cómodo y abrigado, recibe las sustancias con serios riesgos para su
salud. Pero el daño será mayor en un organismo deteriorado por la pobreza.
Entendemos el
espíritu de la mirada jurídica, pero creemos que no es facilitando el consumo,
ni haciendo aparecer como que está bien lo que está mal, que vamos a superar
este creciente flagelo de las drogas, particularmente en nuestros jóvenes y
adolescentes.
Estado - Políticas
Públicas - Contexto Social
Es necesario ir a las
causas de la cuestión y no solo, a través de una mirada parcial y no integral,
a considerar un aspecto del problema: el jurídico.
En este momento, en
el que la pobreza y la exclusión persisten en buena parte de nuestra gente,
medidas que puedan facilitar el consumo generan confusión y aparecen como a
destiempo, desenfocadas de la realidad social.
Las políticas
públicas deberían orientar sin lugar a dudas a desalentar el consumo de drogas.
Por eso es de la mayor importancia contar con una política de Estado que
promueva la educación, la prevención y la salud. Es urgente dar pasos hacia
soluciones integrales.
Hoy el mundo se
enfrenta a uno de los mayores flagelos que se haya registrado en la historia de
la humanidad. No solo por el aumento de las toxicomanías —cientos de millones
de hombres y mujeres consumidores— sino también porque el entorno del adicto
(principalmente la familia) se ve sometido a sacrificios enormes tanto en la
observación diaria del deterioro y la angustia a que se haya expuesto el
abusador de sustancias, como así también en la fase de rehabilitación posterior
que importa un gran esfuerzo físico y moral de todo el núcleo afectivo primario
que debe acompañar esta dolorosa y compleja etapa.
El conocimiento
científico
Se ha divulgado de
modo confuso que la distinción entre drogas blandas y duras —inclusive algunos
gustan denominar “inocuas” a las primeras, también se las describió como
“recreativas”— es un primer paso para distinguir lo que debe separarse en
cuanto a las restricciones o controles gubernamentales.
Todo parece reducirse
a un esquema erróneamente simplificado en el cual la droga es evaluada por
comparación con otras sustancias aceptadas socialmente. Así, el caso de los
cannabinoides tal vez sea el paradigma de esta situación. Inclusive algunos
autores sostenían que el uso de marihuana resultaba menos dañino que la
aspirina (Ells, 1992). Hoy sabemos científicamente que no es así y las
organizaciones internacionales que estudian seriamente el problema como la UNODC (Oficina de Naciones
Unidas contra la Droga
y el Delito) alertan, por ejemplo, sobre el uso dañino de la marihuana. Esta
Organización de las Naciones Unidas en su Informe Mundial sobre drogas 2011
expresa con toda claridad que cada vez más y más hay evidencias que indican que
la intensa exposición al uso de cannabis incrementa el riesgo de desórdenes
psicóticos.
Frente al cannabis
los adolescentes parecen estar en doble desventaja: son más vulnerables al uso
de ella y los efectos sobre las medidas cognitivas son más pronunciadas que en
la edad adulta (Arsenault y otros, 2004, Ehrenreich y otros, 1999; Pope y
otros, 2003). La adolescencia es un período crítico para el desarrollo neuronal
y existen poco estudios encarados en esta etapa crítica (Mathias y otros,
2010).
Existen, como los
señalados, numerosos estudios que desde el conocimiento científico, nos
permiten hoy tener clara conciencia de las características complejas que nos
plantea el problema de las drogas.
El deterioro de las
funciones conductuales durante el manejo de vehículos, las consecuencias
durante el embarazo, su relación con la esquizofrenia y los brotes psicóticos y
muchos otros han sido claramente estudiados y documentados.
El narcotráfico y los
mercaderes de la muerte
El daño que se
produce a los adolescentes y jóvenes da cuantiosas ganancias a organizaciones
mafiosas que operan en nuestro país. En los últimos años Carteles extranjeros
se han instalado entre nosotros. Un crecimiento semejante va acompañado de
corrupción e impunidad, violencia y muerte, sobornos y extorsiones, miedo y
repliegue de la sociedad, que ya no sabe en quién confiar. La sospecha de
corrupción generalizada deja el sabor amargo de abandono y desamparo. Semejante
crecimiento no pudo desplegarse sin complicidades de diverso orden en la
sociedad y el Estado.
Constatamos mensajes
ambiguos. No queremos la droga cerca, se le da vuelta la cara a los adictos, ¿y
le vamos a dar más libertad de circulación todavía?
Debemos saber que las
leyes cumplen una función pedagógica. ¿Qué enseñanza nos deja darle a las
drogas un reconocimiento legal?
No caben dudas de que
es necesario redoblar esfuerzos para combatir las redes mafiosas de los
mercaderes de la muerte. No hay que darle espacio al narco-negocio.
Pero recordando
siempre que en el centro del problema está el hombre y sus vínculos. El hombre
que necesita encontrar un verdadero sentido a su vida y poder vivirla
dignamente con la libertad de los hijos de Dios.
Red social -
Solidaridad - Bien común
Hacemos votos para
que la sociedad en su conjunto se involucre para formar una verdadera RED
SOCIAL que dé respuestas concretas a esta enfermedad de nuestro tiempo.
La lucha contra la
droga se gana en la
EDUCACIÓN y PREVENCIÓN, creando fuertes vínculos sociales a
través de la SOLIDARIDAD
y la búsqueda del BIEN COMÚN.
En este camino del
Bicentenario del 2010 al 2016 hacemos votos para que fructifiquen los esfuerzos
por lograr una sociedad libre de la esclavitud de las drogas y de toda
opresión.
Buenos Aires, 4 Jun.
12 (AICA)
Crítica a la despenalización:
www.cdbcba.blogspot.com/2012/06/reflexion.html
Crítica a la despenalización:
www.cdbcba.blogspot.com/2012/06/reflexion.html