Siguiendo el ejemplo
de los 40 científicos y astronautas de la NASA que enviaron una carta al Director de la NASA solicitando que esa
organización dejase de emitir conclusiones políticas sobre la información
relacionada con el clima porque lo comprobado hasta hoy por la ciencia dura no
apoya la teoría del “cambio climático causado por el hombre”, 18 respetados
científicos brasileños de primera línea publicaron una carta abierta a la
presidente Dilma Rousseff exponiendo los argumentos por los que el
calentamiento climático no representa un problema serio ni menos aún,
insoluble.
Eduardo Ferreyra - Presidente de FAEC
Exma. Sra.
Dilma Vana Rousseff
Presidente de la República Federativa
de Brasil
Excelentísima Señora
Presidente:
En una reciente
reunión del Foro Brasileño del Cambio Climático, la señora afirmó que la
fantasía no tiene lugar en las discusiones sobre el nuevo paradigma de
crecimiento –que la humanidad necesita con urgencia, para proporcionar la
extensión de los beneficios del conocimiento a todas las sociedades del
planeta. En la misma ocasión, la señora señaló que el debate sobre el
desarrollo sustentable necesita ser pautado por el derecho del pueblo al
progreso, con el debido fundamento científico.
Siendo así,
permítanos complementar tales afirmaciones destacando el hecho que las
discusiones sobre el tema central de la agenda ambiental, los cambios
climáticos, han sido pautadas de manera predominante por motivaciones
ideológicas, políticas, académicas y económicas restringidas. Esto está
separado, no sólo de los principios básicos de la práctica científica, sino también
de los intereses mayores de las sociedades de todo el mundo, inclusive la
brasileña. Por ello le presentamos las consideraciones a seguirse.
No hay evidencias
físicas de la influencia humana sobre el clima global:
A despecho de todo el
sensacionalismo al respecto, no existe ninguna evidencia física observada en el
mundo real que permita demostrar que los cambios climáticos globales, ocurridos
desde la revolución industrial del Siglo XVIII sean anómalas en relación a las
ocurridas anteriormente, en el pasado histórico y geológico –anomalías que, si
ocurriesen, caracterizarían la influencia humana.
Todos los pronósticos
que indican elevaciones exageradas de las temperaturas y de los niveles del mar
en las décadas venideras, además de otros efectos negativos atribuidos a la
emisión de compuestos de carbono de origen humano (antropogénicas) a la
atmósfera, se basan en proyecciones de modelos matemáticos del clima que
constituyen apenas simplificaciones limitadas del sistema climático- y que, por
tanto, no deberían de ser usados para fundamentar políticas públicas y
estratégicas de largo alcance, y con grandes impactos socioeconómicos de
alcance mundial.
La influencia humana
sobre el clima se limita a las ciudades y sus entornos, en situaciones
específicas de estancamientos, siendo estos efectos bastante conocidos, pero
sin influencia a escala planetaria.
Para que la acción
humana sobre el clima quedase demostrada sería necesario que, durante los dos
últimos siglos hubiesen ocurrido niveles de temperaturas y niveles del mar
inusitadamente altos y, principalmente, que sus tasas de variación (gradientes)
fuesen superiores a los verificados anteriormente.
El Informe de 2007
del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) registra que, en el
período 1850-2000 las temperaturas aumentaron 0,74ºC, y que entre 1870 y 2000
los niveles del mar aumentaron 20 centímetros.
Ahora, a los largo
del Holoceno, la época geológica correspondiente a los últimos 12.000 años en
que la civilización ha existido, hubo diversos períodos con temperaturas más
altas que las actuales.
En el Holoceno Medio,
hace unos 5.000 a 6.000 años, las temperaturas medias llegaron a ser de 2 a 3ºC
superiores a las actuales, mientras que los niveles del mar alcanzaron 3 metros
por encima del actual. Igualmente, en los períodos calientes conocidos como
Minuano (1.500-1200 A.C; Romano (siglo VI A.C a V D.C) y el Medieval (siglos X
a XII D.C), las temperaturas alcanzaron a ser de 1ºC por encima de las
actuales. En cuanto a las tasas de variación de esos indicadores no se observa
ninguna aceleración anormal durante los dos últimos siglos. Al contrario, en
los últimos 20.000 años, desde el inicio del deshielo de la última glaciación,
hubo períodos en que las variaciones de temperatura y los niveles del mar
llegaron a ser un orden de magnitud más rápidas que las verificadas desde el
Siglo XIX.
Entre 12.900 y 11.600
años atrás, durante el período frío denominado Dryas Reciente, las temperaturas
cayeron cerca de 8ºC en menos de 50 años y, al término del período, volvieron a
subir en la misma proporción, en poco más de medio siglo.
En cuanto al nivel
del mar, subió cerca de 120 metros entre 18.000 y 6.000 años atrás, lo que
equivale a una tasa media de 1 metro por siglo, suficiente para impactar
visualmente a las generaciones sucesivas de poblaciones que habitaban las
márgenes continentales. En el período entre 14.650 y 14.300 años atrás, la
elevación fue todavía más rápida, alcanzando cerca de 14 metros en apenas 350
años –equivalente a 4 metros por siglo.
Por consiguiente, las
variaciones observadas en el período de la industrialización se encuadran, con
mucho espacio libre, dentro de la faja de las oscilaciones naturales del clima
y, por lo tanto, no pueden atribuirse al uso de los combustibles fósiles o a
cualquier otro tipo de actividad vinculada con el desarrollo humano.
Tales datos
representan apenas una ínfima fracción de las evidencias presentadas por
literalmente miles de estudios realizados en todos los continentes por
científicos de decenas de países, debidamente publicados en la literatura
científica internacional. Desafortunadamente, es raro que alguno de estos
estudios gane repercusión en los medios, casi siempre más inclinados a la
promoción de un alarmismo sensacionalista y desorientador.
La hipótesis
“antropogénica” es un deservicio a la ciencia:
La buena práctica
científica presupone una busca permanente de una convergencia entre hipótesis y
evidencias. Como la hipótesis del calentamiento global antropogénico (CGA) no
se fundamenta en evidencias físicas observadas, la insistencia en su
preservación representa un gran deservicio a la ciencia y a su necesaria
colocación al servicio del progreso de la humanidad.
La historia registra
numerosos ejemplos de los efectos nefastos del enlace de la ciencia y la
ideología y otros intereses restringidos. En los países de la antigua URSS, las
ciencias biológicas y agrícolas aún se resienten de las consecuencias del
atraso de décadas provocado por la subordinación a los dictámenes y la truculencia
de Trofim D. Lysenko, apoyado por el dictador Josef Stalin y sus sucesores
inmediatos, que rechazaba a la genética, aún mismo delante de los avances
obtenidos por científicos de todo el mundo, inclusive dentro de la misma URSS,
por ser considerada una ciencia “burguesa y antirrevolucionaria.”
El empeño en la
imposición del CGA, sin las evidencias debidas, equivale a una versión actual
del “lysenkoísmo”, que tanto le ha costado a la humanidad, en recursos humanos,
técnicos y económicos desperdiciadas con un problema inexistente.
Además, al conferir
al dióxido de carbono (CO2) y otros gases producidos por las actividades
humanas el papel de principales protagonistas de la dinámica climática, la
hipótesis del CGA simplifica y distorsiona un proceso extremadamente complejo,
en el cual interactúan factores astrofísicos, atmosféricos, geológicos,
geomorfológicos, oceánicos y biológicos, que la ciencia apenas comienza a
entender en sus alcances.
Un ejemplo de los
riesgos de esa simplificación es la posibilidad real de que el período hasta la
década de 2030 experimente un enfriamiento considerable en lugar de un
calentamiento, debido al efecto combinado de un período de baja actividad solar
y de una fase de enfriamiento del Océano Pacífico (Oscilación Decadal del Pacífico,
ODP), en un escenario semejante al verificado entre 1947 y 1976. Vale observar
que, en ese intervalo, Brasil experimentó una reducción de 10-30% en las
lluvias, lo que acarreó un problema de provisión de agua y generación
eléctrica, además de un aumento de fuertes heladas que mucho contribuyeron a la
erradicación del café en el estado de Paraná.
Si esas condiciones
se repiten, todo el país podrá tener serios problemas, incluso en las áreas de
expansión de la frontera agrícola desde las regiones Centro-Oeste y Norte en la
generación hidroeléctrica (en particular considerando la proliferación de
reservorios “a hilo de agua” impuestos por las restricciones ambientales).
A propósito, el
mentado límite de 2ºC para la elevación de las temperaturas que, supuestamente
no podrían ser superadas y han justificado todas las restricciones propuestas
para los combustibles fósiles, tampoco tienen alguna base científica: se trata
de una creación “política” del físico Hans-Joachim Schellnhber, asesor
científico del gobierno alemán, como lo admite él mismo, en una entrevista a la
revista Der Spiegel (Octubre 17, 2010).
El alarmismo
climático es contraproducente:
El alarmismo que ha
caracterizado las discusiones sobre los cambios climáticos es extremadamente
perjudicial a la actitud correcta a tener frente a ellas, que debe ser
orientada por el sentido común y por el concepto de resistencia, en vez de
someter a las sociedades a restricciones tecnológicas y económicas
absolutamente innecesarias.
Para el caso, la resistencia
significa la flexibilidad de las condiciones físicas de supervivencia y
funcionamiento de las sociedades, además de la capacidad de respuesta a las
emergencias, permitiéndoles reducir su vulnerabilidad a las oscilaciones
climáticas y otros fenómenos naturales potencialmente peligrosos. Tales
requisitos incluyen, por ejemplo, a la redundancia de las fuentes de alimentos
(inclusive la disponibilidad de semillas genéticamente modificadas para todas
las condiciones climáticas), capacidad de almacenamiento de alimentos,
infraestructura de transportes, energía y comunicaciones, y otros factores.
Por consiguiente, el
camino más racional y eficiente para aumentar la resistencia de la humanidad,
delante de los cambios climáticos inevitables, es la elevación general de sus
niveles de desarrollo y progreso a los parámetros permitidos por la ciencia y
por las tecnologías modernas. Además de ello, el alarmismo desvía la atención
de las emergencias y prioridades reales. Un ejemplo es la no disponibilidad de
sistemas básicos de sanidad para más de la mitad de la población mundial, cuyas
consecuencias constituyen, desde hace mucho tiempo, el principal problema
ambiental del planeta.
Otro es la falta de
acceso a la electricidad, que alcanza a 1.500 millones de personas,
principalmente en Asia, África y América Latina.
En Brasil, sin
mencionar al déficit de la salud pública, gran parte de los recursos que han
sido asignados a programas vinculados con el cambio climático, según el enfoque
de las reducción de las emisiones de carbono, podría tener un destino más ñutl
para la sociedad si fuesen empleados en la corrección de deficiencias reales
como: la falta de un satélite meteorológico propio (del que disponen países
como China, India y Argentina); a la ampliación y mejor distribución
territorial de las redes de estaciones meteorológicas, inferior a los patrones
recomendados por la Organización Meteorológica Mundial, para un
territorio con las dimensiones del brasileño; el aumento del número de radares
meteorológicos y su interconexión con los sistemas de defensa civil; la
consolidación de una base nacional de datos climáticos, agrupando información
de todas las estaciones meteorológicas del país, muchos de los cuales han sido
digitalizados.
La “Descarbonización”
de la economía es innecesaria y económicamente perjudicial:
Dado que las
emisiones antropogénicas de carbono no provocan impactos verificables en el
clima global, toda la agenda de la “descarbonización” de la economía, o
“economía de bajo carbono”, se torna innecesaria y contraproducente –siendo, en
verdad, una pseudo solución para un problema que no existe. La insistencia en
su preservación, fuera de la inercia del status quo, no dará ningún resultado
sobre el clima, sino que tenderá a profundizar sus numerosos impactos
negativos.
El principal de ellos
es el innecesario encarecimiento de las tarifas de energía y de una serie de
actividades económicas en razón de:
a) Los pesados
subsidios concedidos a la explotación de fuentes de energía de baja eficiencia,
como la eólica y la solar –además inaptas para la generación eléctrica de base
(es ya una retracción en la
Unión Europea , que invirtió fuertemente en ellas)
b) La imposición de
cuotas y tarifas vinculadas a las emisiones de carbono, como se hizo en
Australia, con gran rechazo popular, y en la Unión Europea , para
viabilizar su mercado de créditos de carbono;
c) La imposición de
medidas de captura y secuestro de carbono (CCS) a varias actividades
productivas.
Los principales
beneficiarios de tales medidas han sido los proveedores de equipos y servicios
de CCS y los participantes de los intrínsecamente inútiles mercados de carbono,
que no tienen ningún fundamento económico real y se mantienen solamente por una
demanda artificial creada sobre una necesidad inexistente. Vale añadir que
tales mercados se han prestado a toda suerte de actividades fraudulentas,
inclusive en Brasil, donde las autoridades investigan contratos ilegales de
carbono que involucran a tribus indígenas del Amazonas, y la creación irregular
de áreas de protección ambiental como excusas para tales fines, en el estado de
Sao Paulo.
Es necesario un giro
hacia el futuro:
Por primera vez en la
historia, la humanidad tiene un acerbo de conocimientos y recursos físicos,
técnicos y humanos para proveer una virtual totalidad de las necesidades
materiales de una población aún mayor que la actual. Esta perspectiva viabiliza
la posibilidad de hacerse universal –de una forma enteramente sustentable– los
niveles generales de bienestar usufructuados por los países más avanzados, en
términos de infraestructura de agua, saneamiento, energía, transporte,
comunicaciones, servicios de salud, y educación y otras conquistas de la vida
civilizada moderna. A despecho de los falaces argumentos contrarios a tal
perspectiva, los principales obstáculos para su concreción, en menos de dos
generaciones, son mentales y políticos, y no físicos y ambientales. Pero tanto
alarmismo ecologista, en general, y climático en particular, tendrá que ser
bajado de su pedestal de privilegios inmerecidos y sustituidos por una
estrategia que privilegie los principios científicos, el bien común, y el
sentido común.
Kenitiro Suguio
Geólogo, Doctor en
Geología, Profesor Emérito del Instituto de Geociencias de la Universidad de Sao
Paulo (USP). Membro titual de la Academia Brasileña de Ciencias.
Luiz Carlos Baldicero
Molion
Físico, Doctor e
Meteorología y Pos doctorado en Hidrología de Selvas, Investigador Sênior
(retiraado) del Instituto Nacional de Invvestigaciones Espaciales (INPE);
Profesor Asociado de la
Universidad Federal de Alagoas (UFAL)
Fernando de Mello
Gomide
Físico, Profesor
Titular (retirado) del Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA) Co-autor del
libro 'Philosophy of Science: Brief History' (Amazon Books, 2010, con Marcelo
Samuel Berman)
José Bueno Conti
Geógrafo, Doctor en
Geografía Física y Libre docente en Climatología; Profesor Titular del
Departamento de Geografía de la
Universidad de São Paulo (USP); Autor del libro 'Clima e Meio
Ambiente' (Atual, 2011)
José Carlos Parente
de Oliveira
Físico, Doctor en
Física y Posdoctorado en Física de la Atmósfera ; Profesor Asociado (retirado) de la Universidad Federal
de Ceará (UFC); Profesor del Instituto Federal de Educación, Ciencia y
Tecnología de Ceará (IFCE)
Francisco Arthur
Silva Vecchia
Ingeniero de
Producción, Master en Arquitectura y Doctor en Geografía; Profesor Asociado del
Departamento de Hidráulica y Saneamiento de la Escuela de Ingeniería de
São Carlos (USP); Diretor do Centro de Recursos Hídricos e Ecologia Aplicada
(CRHEA)
Ricardo Augusto
Felicio
Meteorólogo, Master y
Doctor en Climatologia; Profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de São
Paulo (USP)
Antonio Jaschke
Machado
Meteorólogo, Master y
Doctor en Climatología; Profesor del Departamento de Geografía de la Universidad Estadual
Paulista "Júlio de Mesquita Filho" (UNESP)
João Wagner Alencar
Castro
Geólogo, Master en
Sedimentologia y Doctor en Geomorfología; Profesor Adjunto del Departamento de
Geología de la
Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ); Jefe del
Departamento de Geología y Paleontología del Museo Nacional / UFRJ
Helena Polivanov
Geóloga, Master en Geología
e Ingeniería y Doctora en Geología de Ingeniería Ambiental; Profesora Asociada
del Departamento de Geología de Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ)
Gustavo Macedo de
Mello Baptista
Geógrafo, Master en
Tecnología Ambiental y Recursos Hídricos y Doctor en Geología; Profesor Adjunto
del Instituto de Geociencias de la Universidad de Brasília (UnB); Autor do libro
'Aquecimento Global: ciência ou religião?' (Hinterlândia, 2009).
Paulo Cesar Soares
Geólogo, Doctor en
Ciencias y Libredocente en Estratigrafía; Profesor Titular de la Universidad Federal
de Paraná (UFPR).
Gildo Magalhães dos
Santos Filho
Ingeniero
Electrónico, Doctor en Historia Social y Libredocente en História de la Ciencia y Tecnología;
Profesor Asociado del Departamento de Historia de la Universidad de São
Paulo (USP).
Paulo Cesar Martins Pereira de Azevedo Branco
Geólogo, Investigador
en Geociencias (B-Sênior) del Servicio Geológico de Brasil – CPRM; Especialista
en Geoprocesamiento y Modelado Espacial de De Datos en Geociencias.
De laniela de Souza
Onça
Geógrafa, Master y
Doctora en Climatología; Profesora de la Universidad del Estado de Santa Catarina (UDESC)
Marcos José de
Oliveira
Ingeniero Ambiental,
Master en Ingeniería Ambiental y Climatología Aplicada; Doctorado en
Geociências Aplicada de la
Universidad de Brasília (UnB)
Geraldo Luís Saraiva
Lino
Geólogo, coeditor do
sítio Alerta em Rede; Autor del libro “El fraude del calentamiento global: cómo
un fenómeno natural fue convertido en una falsa emergencia mundial, (Capax Dei,
2009)
Maria Angélica
Barreto Ramos
Geóloga,
Investigadora en Geociencias (Senior) del Servicio Geológico de Brasil – CPRM;
Master en Geociencias - Opción Geoquímica Ambiental y Especialista en
Geoprocesamiento de Modelado Espacial de Datos en Geociências;
(Fuente:
Pecuária.com.br)