Liberar
de su cautiverio a animales y restituirlos a sus ambientes naturales me parece
un propósito cuya bondad difícilmente pudiera discutirse. Como advierte el
Génesis el hombre es, con las obligaciones y responsabilidades quetal condición
importa, el dueño y guardián de una naturaleza a la que los animales pertenecen
y a la que le toca como hombre preservar y cuidar.
No
es necesario para ello modificar el concepto de persona (de larga elaboración
no solo jurídica sino también filosófica y teológica). La compasión (el sentir
con) no reauiere desfiguración alguna de ese concepto. Tampoco hace falta la
búsquda de analogías biológicas con lo humano. Aun en su simplicidad, los
pájaros enjaulados también dan mucha pena.
En
tiempos en donde hay quienes se empecinan en negar la condición de persona a
algunos seres humanos, la exaltación personal del chimpancé sobre la base de
sus atributos biológicos suena a cosa rara. Nadie quisiera seguramente verlos
sufrir. Hay argumentos más que suficientes para que ello no ocurra. Pero la
palabra persona, el significado del ser personal, transita por otros delicados
carriles.
Carta
del lector: Héctor Negri, La
Nación