(Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa)
Mensaje
de apertura del Presidente, Alejandro
Preusche
Quiero en primer
lugar agradecer a Mons. Fernández por recibirnos, por apoyarnos en esta
iniciativa y por sus palabras. Quiero agradecer a tantos Obispos y sacerdotes
que nos guían desde siempre. Quiero agradecer a las autoridades por venir a
presenciar lo que los empresarios reunidos en ACDE queremos proponer a la
sociedad. Quiero agradecer a empresarios amigos que nos acompañan hoy y que
quieren una Argentina pujante. Quiero agradecer a tantos socios de ACDE y sus
familiares, por los esfuerzos de todos los días para ser coherentes con nuestra
fe. Quiero agradecer a todos los que han colaborado con este encuentro, en
particular a las destacadas personalidades que estarán desarrollando los
diversos temas a lo largo del día. Quiero agradecer a los periodistas que están
cubriendo esta iniciativa con interés y profesionalismo.
Algo totalmente nuevo
está pasando. Y nos incumbe directamente a los argentinos. Es algo que nos da
esperanza en un futuro mejor. Es el Papa Francisco.
Sus actos, gestos y
palabras están siendo vistos por el mundo entero como una muy necesaria
bocanada de oxígeno. Su prédica constante acerca del sentido que tiene la vida
alumbra los sentidos, inflama los corazones y conforta la vida tan frágil de la
sociedad moderna producto de su individualismo y materialismo. Esto es así
tanto para los cristianos como para los que no comparten nuestra fe.
Por esto, todos
debemos agradecerle al Papa Francisco por su humildad y su ejemplo. Es un
verdadero orgullo para todos nosotros.
También su voz
resuena como una señal de alarma para nuestras conciencias. Difícilmente
podamos quedarnos pasivos o indiferentes frente a su sonido. A medida que vamos
entendiendo mejor su mensaje social, fundamentado en el amor de Dios por los
hombres, nos damos cuenta que las implicancias son trascendentales. Posiblemente
impliquen profundos cambios de conductas para muchos de nosotros. Por eso, si
prestamos atención seriamente a su mensaje, debemos prepararnos a ser
coherentes y tomar de él no sólo lo que nos conviene o nos gusta. No creo que
haya términos medios. En algún momento, cada uno de nosotros deberá formularse
la pregunta con la que hemos convocado a este encuentro: ¿Cómo respondo yo al
Papa Francisco?
Argentina, país de
contradicciones si los hay, se encuentra con un regalo inmerecido e impensado.
¿Sabremos aprovecharlo? ¿O más bien lo desperdiciaremos como tantas cosas y
dones que hemos recibido a lo largo de toda nuestra historia? ¿Que más tenemos
que observar de nosotros mismos como sociedad, para darnos cuenta que estamos
yendo por un camino equivocado? Probablemente nada más. Pero si alguna vez
podíamos pensar que estaríamos en condiciones de revertir la declinación
secular que vivimos, este es el momento. Ahora tenemos a quien nos puede guiar
con toda autoridad. ¿Verdad?
¿Qué nos dice el
Papa?
Lo sintetizamos en
tres mensajes para nosotros:
1) combatir la
pobreza y reducir la desigualdad
2) asumir nuestra
responsabilidad
3) no perder el
tiempo.
1) Combatir la
pobreza y reducir la desigualdad.
El fin de la economía
“es servir a los hombres, empezando por los más débiles”, afirmó la carta de
Francisco al premier británico al inicio de la reunión del G8 y dijo que “la
ética de la verdad y el respeto del hombre” deben guiar todas las acciones
económicas.
Como estamos en
nuestro país? Hoy mucho mejor que hace 10 años, igual que hace 20 años y mucho
peor que hace 40! Hay mucha más desigualdad y mucha mas pobreza. Más del 20%
está debajo de la línea de pobreza, más del 35% tiene un empleo informal y esta
afuera del sistema, cerca de 14 millones de personas reciben dinero del estado
para vivir. Todos estos números son enormes. Sobre todo porque se refieren a
personas. Y particularmente en un país que parece tenerlo todo.
El Papa Francisco nos
indica claramente que lo único que da coherencia a nuestra vida en sociedad es reconocer
que los que más hemos recibido, más tenemos que preocuparnos por los que menos
tienen.
Esta mirada debemos
pensarla bien, porque los acá presentes, casi con seguridad, estamos en el
decil superior de la distribución de ingresos y me animo a decir sin temor a
equivocarme mucho, que la gran mayoría estamos en el 1% superior. La mirada
hacia los que menos tienen debemos hacerla con enorme respeto. Porque cuando
hablamos de desarrollo con inclusión social estamos tratando con la dignidad de
las personas.
Por eso, hemos
querido realizar este Encuentro de ACDE acá en la UCA , para estar cerca de la
verdad. Por la tarea que viene desarrollando el Observatorio de la Deuda Social desde
hace más de una década. Para esto, les recomendamos leer el documento del
entonces Cardenal Bergoglio sobre la deuda social (en el año 2009), que hemos
distribuido en la carpeta de acreditación.
2) Asumir nuestra
responsabilidad.
La solución de fondo
al problema de la pobreza y sobretodo de la desigualdad, exige que todas las personas
tengan la posibilidad de tener un empleo productivo y digno. De no ser así, el
crecimiento sería pro inequidad y se requerirían subsidios imposibles de
sostener en el tiempo. Por lo tanto, habría que crear unos 4 millones de
puestos de trabajo en los próximos años. Esto no se hace si no cambian muchas
cosas. Esto no se hace sin el aporte activo del sector privado. Lo podemos
hacer? Si, pero…requiere un profundo cambio de actitud.
Se que estoy hablando
ante una audiencia que colectivamente tiene extraordinarias capacidades, que
individualmente tiene grandes historias de éxitos y que seguramente se
encuentra con un cierto vacío por múltiples posibilidades y potencialidades no
alcanzadas. Como alguna vez me dijo uno de ustedes: ¡nacimos en el vecindario
equivocado! ¡Cuánto más hubiésemos podido hacer en otros contextos!
Al respecto, quisiera
proponerles que nos examinemos primero nosotros, antes de analizar lo que
ocurre afuera. Tenemos varias responsabilidades: hacer bien lo que tenemos
entre manos, contribuir al bienestar de aquellos que nos rodean y contribuir a
una sociedad mejor.
¿Realmente las
cumplimos? Acá debemos hacer una nueva y profunda autocrítica. Nuestras
conductas están definidas por una marcada orientación al corto plazo, por ser
bastante individualistas y por la postergación de los valores en pos de los
resultados. Debemos reconocer que no hemos actuado como el necesario contrapeso
o factor de equilibrio con el sector publico. Creo que todos lo sabemos bien:
si la sociedad es débil, si el empresariado es débil, las políticas públicas
suelen ser de mala calidad. Parece que nos rendimos ante el sistema. Y así
sobrevivimos. ¿Qué nos pide la sociedad? Compromiso con el interés general y
valores. Nada menos.
Pero si no asumimos
ese compromiso nosotros: ¿quién lo va a hacer? No nos quejemos luego si el
Estado interviene, creyendo que el lo puede hacer mejor que nosotros. O si la
sociedad nos castiga con su desprecio.
No podemos eludir las
condiciones en las que tenemos que desarrollar nuestras actividades, pero eso
no nos debería llevar a excusarnos. Porque nos justificamos de muchos modos,
pero en el fondo de nuestras conciencias, sabemos que estamos fallando.
Por algo, desde hace
ya bastante tiempo, en muchos foros como este, nos planteamos la pregunta
acerca de cual debe ser el rol del empresario.
Realmente, parece que
tenemos un pequeño problema de identidad.
Ojalá que estos
tiempos que estamos viviendo sirvan para que una nueva clase de empresarios
argentinos se fortalezca y sea vista por la sociedad toda como absolutamente
necesaria para un futuro mejor para todos.
Es nuestra
oportunidad de valorizarnos y de reconciliarnos con la sociedad, con nosotros
mismos y con las futuras generaciones.
Veremos que si toda
la dirigencia tiene este objetivo de combatir la pobreza y reducir la
desigualdad, el dialogo será naturalmente posible y constructivo.
En ACDE estamos
convencidos que vale la pena, que así se construye el país que todos deseamos.
3) El Papa Francisco
nos pide no perder el tiempo.
Creo que todos
entendemos muy bien el valor que tiene el tiempo. Se nos escurre entre los
dedos como la arena. Cuando nos queramos dar cuenta, otros 10 años habrán
pasado. Que no sean de frustraciones y de oportunidades desperdiciadas. Tampoco
de promesas incumplidas.
Para terminar,
quisiera hacerles una confesión. Hace siete años, en un Encuentro similar a
éste, planteamos el tema de Crear Riqueza Incluyendo. Apuntaba a que las
empresas podían hacer mucho por generar oportunidades para las personas que
estaban en la informalidad laboral, ofreciéndoles un empleo que los incluyese.
Sé que muchos de ustedes y de otros empresarios hicieron grandes esfuerzos.
Pero también sé que fallamos colectivamente. Sé que yo mismo fallé al no haber
sido capaz de sostener dicha iniciativa como correspondía. Recuerdo con
profundo dolor cuando un obispo me preguntó por el avance de la misma. Él creía
que era muy buena y le tuve que decir que no estábamos haciendo nada más. Tuve
vergüenza. Tal vez por ello es que ahora quiero renovar mi esperanza y mi
compromiso personal. Les pido que me lo recuerden. Porque nos necesitamos
mutuamente. Nada podemos solos.
Por eso, lo más
importante de este Encuentro es lo que vaya a ocurrir a partir de mañana.
Depende de lo que cada uno de nosotros se comprometa a realizar.
En nombre de ACDE,
por estar hoy aquí y por prestar atención al llamado del Papa, que representa
el llamado a nuestras conciencias como argentinos,
Muchas gracias.
Buenos Aires, 3 de
julio de 2013