de Sandro Magister
"En la curia se
habla de *lobby gay*. Y es verdad, existe. Veremos qué podemos hacer",
dijo Francisco el 6 de junio a unos religiosos latinoamericanos a los que había
recibido en audiencia.
Y más: "No es
fácil. Aquí hay muchos *amos* del Papa y con mucha antigüedad de
servicio", ha confiado hace algunos días a su amigo argentino y ex alumno
Jorge Milia.
Efectivamente,
algunos de estos "amos" han urdido, en detrimento de Jorge Mario
Bergoglio, el más cruel y pérfido engaño desde su elección como Papa.
Le han ocultado
información importante que, de haberla tenido a tiempo, habría evitado que
nombrara a monseñor Battista Ricca "prelado" del Instituto para las
Obras de Religión.
Con este nombramiento,
hecho público el 15 de junio, Francisco quería situar dentro del IOR a una
persona de su confianza en una función clave, con el poder de acceder a todos
los actos y documentos, y de asistir a todas las reuniones, ya sea de la
comisión cardenalicia de vigilancia, como del consejo de sobreintendencia, es
decir, de la junta del devastado “banco” vaticano. En resumen, con la tarea de
hacer limpieza.
Ricca, de 57 años,
nativo de la diócesis de Brescia, procede de la carrera diplomática. Ha
prestado servicio durante quince años en nunciaturas de distintos países, antes
de ser llamado al Vaticano, a la secretaría de Estado. Pero conquistó la
confianza de Bergoglio realizando otra función: al inicio como director de la
residencia de via della Scrofa en la que se alojaba el arzobispo de Buenos
Aires cuando venía a Roma de visita, y ahora como director de la Domus Sanctæ Marthæ,
en la cual Francisco ha decidido vivir como Papa.
Antes del
nombramiento se le había presentado a Francisco, como es habitual en estos
casos, el fascículo personal sobre Ricca, donde no había visto nada
inapropiado. Había escuchado a varias personalidades de la curia y nadie había
levantado objeciones.
Sin embargo, apenas
una semana después de haber nombrado al "prelado", en los mismos días
en que se reunía con los nuncios apostólicos llegados a Roma de todas partes
del mundo, el Papa fue informado, a través de distintas fuentes, de hechos del
pasado de Ricca por él desconocidos hasta ese momento, y de tal magnitud que
podían dañar seriamente al mismo Papa y su voluntad de reforma.
Al conocer los
hechos, los sentimientos que el Papa Francisco ha expresado han sido tanto de
dolor por haber sido mantenido al oscuro de actos tan graves, como de voluntad
de reparar al nombramiento por él realizado, aunque haya sido "ad
interim" y no de manera definitiva.
*
El periodo negro en
la historia personal de Ricca es el que transcurrió en Uruguay, en Montevideo,
en la orilla norte del Rio de la
Plata , frente a Buenos Aires.
Ricca llegó a esa
nunciatura en 1999, cuando el mandato del nuncio Francesco De Nittis llegaba a
su término. En precedencia había prestado servicio en las misiones diplomáticas
de Congo, Argelia, Colombia y, por
último, Suiza.
En este país, en
Berna, había conocido y estrechado amistad con un capitán del ejército suizo,
Patrick Haari. Ambos llegaron a Uruguay juntos, y Ricca pidió que también a su
amigo se le diese una función y un alojamiento en la nunciatura.
El nuncio rechazó la
petición, pero pocos meses después se jubiló y Ricca, que se quedó como
encargado de negocios "ad interim" mientras llegaba el nuevo nuncio,
le asignó un alojamiento en la nunciatura y le dio un empleo regular con
sueldo.
En el Vaticano
dejaron hacer. En ese periodo, Giovanni Battista Re, futuro cardenal, era el
sustituto en la secretaría de Estado para los asuntos generales, y también él
era nativo de la diócesis de Brescia.
Las patentes
relaciones de intimidad entre Ricca y Haari escandalizaban a muchos obispos,
sacerdotes y laicos de ese pequeño país, incluidas las religiosas que se
ocupaban de la nunciatura.
También el nuevo
nuncio, el polaco Janusz Bolonek, que había llegado a Montevideo a principios
del año 2000, inmediatamente encontró intolerable ese "ménage" e informó
a las autoridades vaticanas, insistiendo varias veces para que Haari se fuera.
Pero fue inútil, vista la relación de éste con Ricca.
En los primeros meses
del 2001 Ricca tuvo más de un accidente a causa de su conducta desatinada. Un
día, yendo como ya había hecho otras veces – a pesar de las advertencias
recibidas – al Bulevar Artigas, a un local de encuentro entre homosexuales-,
fue agredido y tuvo que llamar a unos sacerdotes para que le ayudaran y lo
llevaran a la nunciatura, con el rostro tumefacto.
En agosto del mismo
año tuvo lugar otro accidente. En plena noche el ascensor de la nunciatura se
bloqueó y a primera hora de la mañana tuvieron que acudir los bomberos, los
cuales encontraron atrapado en la cabina junto a monseñor Ricca a un joven que
las autoridades de la policía identificaron.
El nuncio Bolonek
pidió de inmediato el alejamiento de Ricca de la nunciatura y el despido de
Haari, obteniendo vía libre por parte del secretario de Estado, el cardenal
Angelo Sodano.
Ricca, aunque reacio,
fue trasladado a la nunciatura de Trinidad y Tobago, donde permaneció hasta
2004. También aquí entró en conflicto con el nuncio. Al final fue llamado al
Vaticano y expulsado del servicio diplomático de campo.
En lo que respecta a
Haari, cuando dejó la nunciatura pretendió que unos baúles de su propiedad
fueran enviados al Vaticano, a la dirección de monseñor Ricca, como equipaje
diplomático. El nuncio Bolonek se negó y los baúles fueron depositados en un
edificio externo a la nunciatura, donde permanecieron durante unos años hasta
que, desde Roma, Ricca dijo que ya no quería tener nada que ver con ellos.
Cuando se abrieron
los baúles para eliminar el contenido – siguiendo una decisión del nuncio
Bolonek – se encontraron en ellos una pistola, que fue entregada a las
autoridades uruguayas y, además de efectos personales, una cantidad ingente de
preservativos y de material pornográfico.
*
En Uruguay, los
hechos arriba referidos son conocidos por decenas de personas: obispos,
sacerdotes, religiosas, laicos, sin contar las autoridades civiles, desde las
fuerzas de seguridad a los bomberos. Muchas de estas personas han tenido una
experiencia directa con estos hechos en distintos momentos.
Pero en el Vaticano
también hay quien los conoce. Según dicen en Roma, el nuncio de ese momento,
Bolonek, siempre se había expresado con severidad respecto a Ricca.
Pues bien, a pesar de
todo, una capa de silencio público ha cubierto hasta hoy estos hechos de
monseñor.
En Uruguay hay quien
respeta la consigna de silencio por escrúpulo de conciencia; quien por deber de
oficio y quien calla porque no quiere poner bajo una luz negativa ni a la Iglesia ni al Papa.
Pero hay quien, en el
Vaticano, ha promovido de manera activa esta operación de encubrimiento,
frenando las investigaciones desde esa época hasta hoy, ocultando los informes
del nuncio y manteniendo inmaculado el fascículo personal de Ricca,
facilitando, de este modo, que Ricca tuviera una nueva y prestigiosa carrera.
Después de su vuelta
a Roma, monseñor Ricca fue situado entre el personal diplomático que prestaba
servicio en la secretaría de Estado: inicialmente, desde 2005, en la primera
sección, la de asuntos generales; después, a partir de 2008, en la segunda
sección, la de relaciones con los Estados y después, de nuevo, a partir de
2012, en la primera sección, con un estatus de alto nivel, el de consejero de
nunciatura de primera clase.
Entre las tareas que
le fueron asignadas estaba la del control de los gastos de las nunciaturas.
También por esto nació esa fama de moralizador incorruptible que le asignaron
los medios de comunicación de todo el mundo tras la noticia de su nombramiento
como "prelado" del IOR.
Además, a partir de
2006, se le confió la dirección de una residencia para cardenales, obispos y
sacerdotes de visita en Roma; después, de dos y, al final, de tres. Entre
ellas, la de Santa Marta. Esto le permitió tejer una densa red de relaciones
con los más altos niveles de la jerarquía católica de todo el mundo.
Para Ricca, su
nombramiento como "prelado" del IOR
ha sido la cima de ésta, su segunda carrera.
Pero ha sido también
el inicio del fin. Para la gran cantidad de personas intachables que conocían
su pasado escandaloso, la noticia de su promoción fue motivo de gran amargura,
que se agudizó aún más porque anunciaba daños en perjuicio de la ardua empresa
que el Papa ha empezado de purificación de la Iglesia y de reforma de la
curia romana.
Por esta razón
algunos han considerado que era su deber decir al Papa la verdad, seguros de
que éste decidirá en consecuencia.
* * *
Este artículo ha sido
publicado en "L*Espresso" n. 29 del 2013, en venta en los kioscos a
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Tomado de: La Botella al Mar, 19-7-13