sobre movilidad humana y desarrollo
Texto completo del
Mensaje Pontificio con ocasión del “Coloquio México Santa Sede sobre movilidad
humana y desarrollo” Ciudad de México, 14 de Julio 2014
Deseo dirigir mi
saludo a los organizadores, a los relatores y a los participantes en el
“Coloquio México Santa Sede sobre movilidad humana y desarrollo”.
La globalización es
un fenómeno que nos interpela, especialmente en una de sus principales
manifestaciones como lo es la emigración. Se trata de uno de los “signos” de
este tiempos que vivimos y que nos recuerdan las palabras de Jesús “¿Por qué no
juzgan ustedes mismos lo que es justo?” (Lc. 12,57). No obstante el gran flujo
de migrantes presentes en todos los Continentes y en casi todos los Países, la
migración es vista aun como emergencia, o como un hecho circunstancial y
esporádico, mientras se ha convertido ya en un elemento característico y en un
desafío de nuestras sociedades.
Es un fenómeno que trae
consigo grandes promesas junto a múltiples desafíos. Muchas personas obligadas
a la emigración sufren y, a menudo, mueren trágicamente; muchos de sus derechos
son violados, son obligados a separarse de sus familias y lamentablemente
continúan siendo objeto de actitudes racistas y xenófobas.
Frente a tal
situación, repito aquello que he tenido oportunidad de afirmar en el Mensaje
para la Jornada
mundial del Migrante y del Refugiado de este año: “Es necesario un cambio de
actitud hacia los migrantes y refugiados por parte de todos; El paso de una
actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de marginación – que, al final,
corresponde precisamente a la “cultura del descarte” – a una actitud que tenga
a la base la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más
justo y fraterno, un mundo mejor”.
Me urge, además,
llamar la atención sobre decenas de miles de niños que emigran solos, no
acompañados, para escapar a la pobreza y a las violencias: esta es una
categoría de migrantes que, desde Centro America y desde México, atraviesa la
frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca de
una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana. Ellos aumentan día a
día. Tal emergencia humanitaria reclama en primer lugar intervención urgente,
que estos menores sean acogidos y protegidos. Tales medidas, sin embargo no
serán suficientes, sino son acompañadas por políticas de información sobre los
peligros de un viaje tal y, sobre todo, de promoción del desarrollo en sus países
de origen.
Es, finalmente
necesario, frente a este desafío, llamar la atención de toda la comunidad
internacional para que puedan ser adoptadas nuevas formas de migración legal y
segura.
Deseo un gran éxito a
la admirable iniciativa del Ministerio de Asuntos Exteriores del gobierno
mexicano de organizar un coloquio de estudio y reflexión sobre el gran desafío
de la emigración e imparto de corazón a cada uno de los presentes mi Bendición
Apostólica.
Ecclesia, 14 julio,
2014