Rogelio Lopez Guillemain
Periodicotribuna, 29-10-16
"Llegó el momento de dejar de hablar de igualdad
con las mujeres y ponerla en práctica", y añadió: "Hay que hacerlo no
porque es políticamente correcto el discurso, sino porque la paridad es una
necesidad en esta sociedad tan asimétrica que vivimos". Jorge D'Onofrio,
Es realmente preocupante que alguien crea en estos
proyectos, pero aún es más preocupante que quienes deben pensar en la igualdad
de derechos y legislar al respecto, apoyen semejante barbaridad.
La diputada Sandra Paris explicó que el fin es
"lograr cambios para establecer igualdad de acceso a los cargos
legislativos y ejecutivo", por su parte Malena Galmarini consideró que se
trata de "un paso hacia una sociedad más igualitaria".
Confundir igualitarismo con igualdad es el eje central
del discurso de los nefastos demagogos que nos lleva a la pérdida de la
libertad, al ninguneo del mérito y a la denigración de la mujer y de su
dignidad.
La esposa de Sergio Massa también recordó que "en
los 50, hubo que pelear para que las mujeres pudiéramos votar y hoy avanzamos
respecto de los derechos de las mujeres", mientras que Lucía Portos
aseveró que "esta ley amplía derechos".
Confusión y más confusión. Una cosa es la búsqueda de la igualdad de
derecho, como lo fue el voto femenino y otra muy distinta es buscar la igualdad
de hecho regulando la cantidad de candidatos según el sexo. Esto atenta contra el derecho a elegir a
quien uno desee más allá de su género.
El definir un porcentaje de bancas que deben ser
ocupadas por mujeres, es algo absolutamente machista. ¿Por qué no definir un
porcentaje de bancas de hombres? Quienes
redactaron los proyectos y quienes dan la noticia, muestran ser los primeros en
menospreciar a las mujeres.
Nuestra Constitución no restringe la integración del
poder legislativo solo a los hombres. El
espíritu de nuestra Ley Primera es el de conformar los órganos de gobiernos con
los mejores hombres (genérico, hombres y mujeres) posible; cosa que parece
bastante alejada de nuestra realidad actual.
Por supuesto que en el siglo XIX no se elegían
mujeres, pero eso no tiene que ver con el derecho, sino con el desarrollo
cultural. En nuestro país hemos tenido hasta
hace pocos meses una presidente reelecta, tenemos una vicepresidente y una
gobernadora conduciendo los destinos de la provincia más grande de
Argentina. Creo que las mujeres son
absolutamente reconocidas en la política de nuestra patria.
Por otra parte ¿Cuál sería el problema si todos los
legisladores fuesen hombres? ¿Y si todos fuesen mujeres? No me interesan los genitales de nuestros
congresistas, ¡si me importan sus neuronas y su moral!
Si verdaderamente queremos alcanzar la igualdad de los
hombres y las mujeres, debemos tratarlos con igualdad; no debemos intentar que
sean iguales. Decía Hayek “hay una gran
diferencia entre tratar a los hombres con igualdad e intentar hacerlos iguales.
Mientras lo primero es la condición de una sociedad libre, lo segundo implica,
como lo describió Tocqueville "una nueva forma de servidumbre".
Aprendamos a elegir por capacidad y honestidad,
dejemos de seguir a quienes nos prometen fantasías, dejemos de pensar en
términos de hombre o mujer, judío cristiano, oficialista anti, amigo enemigo.
Empecemos a pensar con la cabeza, no con el corazón,
no con el estómago y menos aún con los genitales. La condición distintiva del ser humano es la
razón, hagamos uso de ella.
Busquemos la igualdad de derecho, que es la expresión
de la libertad; rechacemos el igualitarismo de hecho que es sinónimo de
sometimiento. Para alcanzar el
igualitarismo deben encerrarnos dentro de un molde, eso es ser esclavo de un
sistema social. El igualitarismo toma la
sociedad libre, la degenera y la convierte en una sociedad de mediocres, donde
sobresalir o ser distinto es un pecado.
¡Que las licuadoras sean iguales! Soy un ser humano
por sobre mi raza, sexo o religión.
Valgo por mis méritos y por mi ética, y defiendo orgulloso el derecho de
todos de ser únicos. ¡Viva la diferencia!