Las reflexiones de un sacerdote que dejó el ministerio, ponen en evidencia las razones prácticas que hacen aconsejable el celibato. Faltaría agregar, que en el caso de los clérigos orientales que pueden optar por el casamiento, antes de ordenarse, la inmensa mayoría opta por el celibato.
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Por Adrián Vitali
(Ex sacerdote
católico)
En una entrevista, el
papa Francisco respondió de manera diplomática que el celibato no es un “dogma
de fe” en la Iglesia Católica, que hay sacerdotes casados en los ritos
orientales y que “la puerta está siempre abierta” a tratar el tema. Sin
embargo, el Pontífice aclaró que “en este momento hay otros temas sobre el
tapete”.
Francisco no dijo
nada nuevo que no diga la Iglesia. En la Iglesia Católica de rito latino, el
celibato eclesiástico es obligatorio para los sacerdotes desde el segundo
Concilio de Letrán, en 1139. Desde este concilio hasta el de Trento, siete
papas tuvieron hijos.
La Iglesia sabe que
el cumplimiento del celibato es muy difícil y que sus transgresiones son más
comunes que las excepciones. Las autoridades eclesiásticas conocen quiénes son
los curas que tienen hijos, novias o novios, y no toman medidas porque se
quedarían sin curas en las parroquias.
Lo que tienen las
autoridades para ofrecer cuando el celibato ha sido transgredido por un cura es
la confesión para renovar nuevamente el voto del celibato, hasta la próxima
transgresión biológica.
Pero si en esta
transgresión del celibato la mujer queda embarazada, la oferta que tiene la
Iglesia es pagarle la cuota alimentaria al hijo y trasladar al sacerdote a otro
lugar, para que no los vea más y así poder cumplir el voto del celibato.
Pero todo queda en
casa bajo secreto, salvo que el cura decida irse.
Abrir el debate del
celibato es abrir el debate sobre la pastoral eclesial, que se tendría que
modificar radicalmente.
Hoy los curas viven
en las casas parroquiales de los templos. Pero si la Iglesia permitiera que los
curas se casaran, tendrían que vivir con sus familias en las casas
parroquiales.
El sacerdote, cuando
es ordenado, está obligado a realizar el voto de obediencia al obispo. A partir
de este voto, el obispo puede enviarlo a cualquier destino pastoral. Pero al
voto de obediencia lo hace el cura, no su esposa ni sus hijos. Cuando el obispo
quiera trasladarlo y la esposa no quiera porque el destino pastoral no le gusta
o los hijos no quieren dejar a sus amigos, ¿a quién le hará caso el cura? ¿A su
esposa o al obispo?
Si un sacerdote se
separa de su mujer y la mujer no se quiere ir de la casa parroquial, ¿el cura
se la tendrá que dejar a su mujer y a sus hijos –como hace la mayoría de los
hombres que se separan– y salir a alquilar un departamento?
Si la relación no es
buena, ¿cómo haría para verla todos los días cuando vaya a dar misa, a confesar
y a atender el despacho parroquial? ¿Qué dirían los divorciados de que el cura
comulga y ellos no? ¿Y si la mujer lo denuncia porque la cuota alimentaria que
le pasa es poca? ¿La sociedad se escandalizaría? ¿O lo vería como algo común?
Si un sacerdote se
separa de su mujer y deja el ministerio, ¿qué pasaría con la familia que quedó
en la casa parroquial? ¿Se tiene que hacer cargo el obispo o el sacerdote que
lo reemplace? ¿Será desalojada para que pueda llegar otro cura con su familia?
¿O van a vivir todos juntos? ¿Si a la mujer del otro cura no le gusta compartir
la casa? Si el cura muere, ¿qué pasaría con la viuda y los hijos?
No es fácil para la
burocracia eclesiástica sacar el celibato y hacerlo optativo, porque tendría
que modificar toda su estructura pastoral y económica y abrirse a vivir los
problemas sociales que vive la gente.
Por eso, el celibato
va a continuar en la Iglesia por los siglos de los siglos porque los costos son
menores y, en este momento, hay otros temas sobre el tapete.
La Voz del Interior,
10-5-14