Por Mons. Juan C.
Sanahuja
NOTICIAS GLOBALES, Buenos Aires, 12 mayo 2014
El Cardenal Raymond
Leo Burke, Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica ,
el 3 de mayo, en Roma, dirigiéndose a los líderes pro vida reunidos para la IV Marcha por la Vida , volvió a insistir en la
importancia de las condiciones para comulgar, por parte de quienes se dicen
católicos y apoyan leyes que van contra el orden natural.
El Cardenal Burke
hizo hincapié “en el grave escándalo causado por los legisladores, jueces y
líderes políticos que profesan ser católicos y se presentan a recibir la Sagrada Comunión
y, al mismo tiempo, apoyan e incluso promueven leyes que violan la ley moral en
sus aspectos más fundamentales".
El cardenal añadió
que "la disciplina de la
Iglesia , desde los tiempos de San Pablo, advirtió a aquellos
que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave de no recibir la Sagrada Comunión.
Esta disciplina no es un castigo, sino el reconocimiento de la condición
objetiva del alma de la persona involucrada en este pecado. Les impide cometer
sacrilegio, por violar la santidad incomparable del Cuerpo, Sangre, Alma y
Divinidad de Cristo, y salvaguarda a la comunidad cristiana y a la comunidad en
general del escándalo que puede llevar a creer que la violación de la ley
moral, por ejemplo, en lo que se refiere a la dignidad inviolable de la vida
humana, la integridad del matrimonio y la familia, y la libertad de conciencia,
no constituyen un grave pecado y no rompen la comunión con el Señor”.
En su exposición el
Cardenal Burke se refirió también a la nueva evangelización.
“El grado de
secularización a la que el Papa Pablo VI
se refirió con preocupación en 1975, dijo, sigue aumentando exponencialmente,
en parte debido a un grave empobrecimiento o incluso la falta de una adecuada
catequesis en la Iglesia
durante las últimas cuatro décadas”.
“El Papa Juan Pablo
II se refirió a la creciente gravedad de esta situación con vigor
inquebrantable. El pontificado de Juan Pablo II, puede ser descrito con razón
como una llamada incansable para reconocer el desafío de la Iglesia a ser fiel a su
misión divina en una sociedad completamente secularizada, respondiendo al
desafío por medio de una nueva evangelización. Una nueva evangelización que
consiste en la enseñanza de la fe a través de la predicación, la catequesis y
de todas las formas de la educación católica. En la celebración de la fe en los
sacramentos, en la oración, la devoción y en la vivencia de la fe por la
práctica de las virtudes; todo como si fuera la primera vez, es decir, con el
compromiso y la energía de los primeros discípulos y de los primeros
misioneros”.