DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

¿Qué es hoy ser político?




Por Sofía Laferrère de Pinedo(*)



El aumento casi exponencial de la comunicación a través de las redes sociales, especialmente entre los jóvenes, ha cambiado el eje de las estrategias políticas tradicionales. Vale la pena estudiar lo que desde el punto de vista social van revelando estas redes. Queda claro que, a los políticos “antiguos”, les resulta cada vez más difícil interpretar estas reacciones.

Los jóvenes ven cercenadas sus posibilidades de futuro, no encuentran interlocutores a sus demandas, se los identifica con personalidades equivocadas y, como perciben que los usan o no los entienden, actúan separadamente, se aíslan, o buscan la salida de la droga.

Los Estados de “primera división” se juntan para ver cómo vuelcan miles de billones en fondos de rescate hacia los países que hicieron las cosas mal. Los que aportan se rebelan, porque no saben hasta cuándo seguirá la donación. Se manejan cifras que nadie puede siquiera imaginar, papeles que nadie ve, mientras se acumulan las quiebras de bancos y las deudas impagables. La economía y las finanzas están por encima de todo.

En el llano, los ciudadanos no entienden ni pretenden ya entender. ¿Quién les habla, o les pregunta, o quién los comprende? El advenimiento de los simbólicos indignados, se convierte así en el caldo de cultivo más peligroso del escenario. Porque de la espontaneidad pueden pasar a ser los instrumentos de vaya a saber qué estrategia de poder.

En este mundo ¿qué es hoy ser político?

Un dirigente político debe ser protagonista activo en estos escenarios cambiantes, sin caer en el error tan frecuente de ocupar cada vez más lugares en todas las escalas de la administración pública. Es tener la valentía de navegar contra la corriente; es conocer los grandes temas y, al mismo tiempo, saber bajar al pequeño territorio; es elegir el diálogo para llegar a conclusiones, sin renegar de los principios morales a fin de poder transmitirlos.

¿Por qué no volver a Sócrates y seguirlo en sus caminatas con discípulos y admiradores, mezclándose con la gente, haciendo preguntas, interesándose por lo que otros pensaban, llevando a los soberbios a descubrir sus limitaciones, enseñando, mientras enriquecía el diálogo con opiniones de otros, buscando lo que une, no lo que divide? ¡Qué fascinante que un personaje de su nivel intelectual pudiera actuar con esa naturalidad y humanismo y que su testimonio en la figura de Platón haya traspasado los siglos!

¿Por qué no seguir en nuestra época a Vaclav Havel el disidente comunista, luego Presidente checo, cuando decía que el político debía volver a convertirse en una persona que no sólo cree en las estadísticas sociológicas sino en la gente real, no sólo en los informes que recibe cada mañana o en los consejos de expertos, sino en sus sentimientos o en su conciencia cuando le habla en momentos determinados, para comprender más que para explicar.

Es verdad que muchos todavía piensan que la política es sólo para políticos partidarios y entonces se limitan a criticar la corrupción, la ineficiencia, la improvisación. Son los mismos que están lejos de entender que podrían tener un rol positivo en la sociedad, si se transformaran en protagonistas políticos o sociales. Recién ahora y ante tanto fracaso argentino y el creciente aumento de las violaciones al Estado de Derecho, comienzan a ver el fermento peligroso que dejaron venir en medio de un festín de resultados materiales que parecía quedarse.

Será quizás una utopía pretender que, si bien los grandes temas nacionales e internacionales integran la acción política, no es posible desestimar la consolidación de lo que para algunos es secundario: el fortalecimiento de las bases de la sociedad, la familia, el vecino, la persona al fin, centro vital de cualquier proyecto de país.

Estas reflexiones parecerán ingenuas. Sin embargo, me arriesgo a pensar que la filosofía de vida y de acción de nuestra dirigencia política, debería estar basada en un concepto quizás sencillo, casi evangélico: “Es el ser humano (estúpidos -podríamos agregar-)”, parafraseando al Presidente Clinton cuando dijo: “Es la economía, estúpidos”. Los tiempos cambian para bien o para mal. Depende de nosotros.



(*) Analista Política.

Carta Política, 28-8-12