El prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y el fundador de la teología
de la liberación intentan cerrar veinte años de polémicas. Pero uno de los
críticos más severos de esta corriente teológica ha sido precisamente el actual
Papa
por Sandro Magister ROMA, 5 de setiembre de 2013 –
El próximo domingo,
en la basílica de Santa Bárbara, en Mantua, Gerhard Ludwig Müller - el prefecto
de la Congregación
para la Doctrina
de la Fe – y el
teólogo peruano Gustavo Gutiérrez presentarán juntos la edición italiana de un
libro escrito por ambos, a cuatro manos, dedicado a la teología de la
liberación, en venta desde el lunes 9 de setiembre en todas las librerías:
G. Gutiérrez, G.L. Müller, "Dalla parte dei poveri. Teologia della
liberazione, teologia della Chiesa", Edizioni Messaggero-EMI, Padova,
2013, pp. 192, euro 15,00.
El libro fue
publicado en el año 2004 en Alemania, sin que suscitara una emoción especial,
pero esta reimpresión italiana ha sido saludada por algunos como un viraje
histórico, como si fuese la firma de un tratado de paz entre la teología de la
liberación y el magisterio de la
Iglesia.
Gutiérrez es
considerado uno de los padres de la teología de la liberación y Müller fue su
alumno y admirador. Tan cierto es esto que cuando Benedicto XVI lo llamó en el
2012 para presidir la
Congregación para la Doctrina de la Fe muchos manifestaron su sorpresa.
En efecto, se deben
precisamente a Joseph Ratzinger, cuando era el prefecto de Congregación, las
dos “instrucciones” concatenadas de 1984 y de 1986, con las que la Iglesia de Juan Pablo II
sometió la teología de la liberación a una crítica muy severa, motivada
"por la certeza que las graves desviaciones ideológicas denunciadas
terminan ineludiblemente por traicionar la causa de los pobres".
Pero evidentemente
Ratzinger consideraba aceptable la lectura que Müller hacía de las posiciones
de Gutiérrez, ya que no sólo lo ha hecho prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe , sino que le ha confiado
también el cuidado de la edición completa de sus obras teológicas, que en
alemán ya ha llegado casi a la mitad de la impresión.
El juicio positivo de
Müller sobre la teología de la liberación – leída a través del lente de
Gutiérrez – se lo puede captar desde las primeras líneas de la página del libro
reproducidas más abajo:
"El movimiento
eclesial y teológico de América Latina, conocido como "teología de la
liberación" y que luego del Vaticano II encontró resonancia mundial, debe
contarse, a mi juicio, entre las corrientes más significativas de la teología
católica del siglo XX".
Más adelante él
sostiene:
"Sólo por medio
de la teología de la liberación la teología católica ha podido emanciparse del
dilema dualista del más acá y del más allá, de la felicidad terrenal y la
salvación ultraterrena".
La frase del papa
Francisco: "Sueño con una Iglesia pobre y para los pobres" ha sido
asumida por muchos como la coronación de esta absolución de la teología de la
liberación.
Pero sería ingenuo
considerar cerrada la controversia.
El mismo Jorge Mario
Bergoglio no ha ocultado jamás su desacuerdo con aspectos esenciales de esta
teología.
Sus teólogos de
referencia no han sido jamás Gutiérrez, ni Leonardo Boff, ni Jon Sobrino, sino
el argentino Juan Carlos Scannone, quien elaboró una teología, no de la liberación
sino “del pueblo”, centrada sobre la cultura y la religiosidad de la gente
común, en primer lugar de los pobres, con su espiritualidad tradicional y su
sensibilidad por la justicia.
En el año 2005 – es
decir, cuando ya había salido a la venta en Alemania el libro de Müller y
Gutiérrez – el entonces arzobispo de Buenos Aires escribió:
"Con el derrumbe
del imperio totalitario del 'socialismo real', esas corrientes [de pensamiento]
quedaron sumidas en el desconcierto, incapaces de un replanteamiento y de una
nueva creatividad. Sobrevivientes por inercia, aunque haya todavía hoy quienes
las propongan anacrónicamente”
A juicio de Clodovis,
el hermano de Leonardo Boff, el acontecimiento que signó el adiós de la Iglesia Católica
latinoamericana a lo que quedaba de la teología de la liberación fue la Conferencia
continental de Aparecida, en el año 2007, inaugurada por Benedicto XVI en
persona y con su protagonista el cardenal Bergoglio.
Clodovis Boff maduró
justamente en ese período su "conversión". De exponente de punta de
la teología de la liberación se convirtió en uno de sus críticos más incisivos.
En el 2008 hizo ruido
la polémica entre los dos hermanos. A juicio de Clodovis, el error
"fatal" en el que cae la teología de la liberación es colocar al pobre
como "primer principio operativo de la teología", sustituyendo a Dios
y a Jesucristo.
Con esta
consecuencia:
"La 'pastoral de
la liberación' se convierte en un brazo entre tantos de la lucha política. La Iglesia se asimila a una
ONG y así se vacía también físicamente, ya que pierde operadores, militantes y
fieles. Los 'de afuera' experimentan escasa atracción por una 'Iglesia de la
liberación', porque para la militancia disponen ya de diversas ONGs, mientras
que para la experiencia religiosa tienen necesidad de mucho más que una simple
liberación social".
El peligro que la Iglesia se reduzca a una
ONG es una señal de alarma que el papa Francia lanza repetidamente.
Sería engañoso
olvidarlo, al llevar a cabo hoy la relectura del libro de Müller y Gutiérrez.
A continuación
anticipamos una página, con la firma del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
"ENTRE LAS
CORRIENTES MÁS SIGNIFICATIVAS DE LA TEOLOGÍA CATÓLICA "
por Gerhard Ludwig
Müller
El movimiento
eclesial y teológico de América Latina, conocido como "teología de la
liberación" y que luego del Vaticano II encontró resonancia mundial, debe
contarse, a mi juicio, entre las corrientes más significativas de la teología
católica del siglo XX.
Si es verdad que el
Concilio Vaticano II fue el acontecimiento que más ha signado la historia de la Iglesia en el siglo
pasado, entonces es posible subdividir la historia de la teología en dos fases:
una fase preparatoria, que comienza aproximadamente al final de la primera
guerra mundial, y una fase de elaboración y puesta en práctica, que echa raíces
inmediatamente después del Concilio, a partir de 1965.
Para la época que
parte desde 1920 se mencionan todos esos movimientos de renovación – como, por
ejemplo el movimiento bíblico-litúrgico, los grandes reclamos de la doctrina
social de la Iglesia
y una renovada comprensión de lo que es la Iglesia – que condujeron al Concilio, dándole la
impronta decisiva, y que luego, por medio de los documentos conciliares, fueron
integrados a la tradición universal de la Iglesia.
Se mencionan
posteriormente los diversos movimientos inspirados por el Concilio, los cuales
– asumiendo sus impulsos y sus indicaciones – intentaron ponerlos en práctica
respecto a los grandes desafíos del mundo moderno. En este contexto se llega a
dar la máxima importancia a la teología de la liberación en el ámbito de las
dos constituciones conciliares "Lumen gentium" y "Gaudium et
spes".
Si quisiéramos
entender cuál es el cambio que tuvo lugar realmente en el Concilio, debemos
prestar atención no sólo a algunas de sus afirmaciones, sino también tomar en
consideración las nuevas categorías adoptadas para expresar el origen y la
misión de la Iglesia
en el mundo de hoy.
En este sentido, la divina
revelación es entendida no como información sobre las realidades sobrenaturales
a las cuales se debe prestar externamente obediencia, sobre la base de la
autoridad de Dios, para ser premiados por esto luego de la muerte con la
felicidad ultra-terrena. Revelación es más que nada la auto-comunicación del
Dios trinitario en la encarnación del Hijo y en la efusión definitiva del
Espíritu Santo, para que Dios mismo pueda ser conocido y recibido como verdad y
vida de todo hombre y como fin propio de la historia humana.
Por eso la Iglesia no es una de esas
comunidades religiosas que practican más o menos fielmente los ideales de sus
fundadores y son evaluadas en base a ese ethos de felicidad de la humanidad de
molde iluminista que el hodierno paradigma del pluralismo religioso exalta como
"soteropraxis".
De importancia
decisiva, en el Concilio, son las categorías filosófico-antropológicas de
persona, de diálogo y de comunicación. El significado y el peso dado a aquél a
quien Dios se comunica está precisamente en su ser persona y, más precisamente,
en su ser persona inserto corporal y materialmente en el espacio de la
historia, de la sociedad y de la cultura.
En consecuencia, sin
que la Iglesia
promueva alguna pretensión totalitaria sobre la sociedad – porque ella adquiere
su identidad por medio de la fe en Cristo y se distingue claramente de otras
orientaciones de fe y de otras religiones – se deduce sin embargo que ella – y
con ella toda comunidad eclesial y todo individuo cristiano –, justamente a
partir de la fe, debe asumir su propia responsabilidad por la sociedad humana
en su conjunto, comprometiéndose en los ámbitos del mundo del trabajo, de la
economía internacional, de la justicia social e individual, de la paz en el
mundo, etc.
Las dos
"instrucciones" concatenadas de 1984 y de 1986 con las que la Congregación para la Doctrina de la Fe , presidida por Joseph
Ratzinger, denunció "las desviaciones y los riesgos de desviación
peligrosos para la fe y para la vida" de la teología de la liberación:
> "Libertatis nuntius", 6 de agosto de 1984
> "Libertatis
conscientia", 22 de marzo de 1986
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