Aunque haya que dedicarle algunos minutos, vale la pena comparar tres análisis diferentes sobre Benedicto XVI y la Iglesia: la de un académico que critica con "guante blanco"; la de un "ex sacerdote católico", que destila resentimiento, y la de un católico convencido que admira la obra del Papa.
Un papa más humano
Rafael Velasco
(Rector de la Universidad Católica
de Córdoba)
La noticia de la
renuncia del papa Benedicto XVI ha impactado no sólo a la Iglesia Católica
sino también a buena parte del mundo occidental. Es algo inusual.
Rápidamente se han
hecho suposiciones y se ha comenzado
–bajo la lógica de “a rey muerto, rey puesto”– con los pronósticos
en torno de su sucesor. Suele ocurrir.
Sin embargo, quiero
remarcar algunas cosas al respecto. La renuncia de Benedicto XVI es un acto de
lucidez y de grandeza.
De lucidez, por darse
cuenta con claridad no sólo de que sus fuerzas no lo acompañan, sino también
porque reconoce que este mundo tan cambiante necesita de otro liderazgo
eclesial. Hay lucidez para comprender su inadecuación a un tiempo eclesial y
social muy complejo.
Pero no hay sólo
lucidez (algo propio del profesor Joseph Ratzinger) sino también grandeza: para
dar el paso al costado, para renunciar y tomar la decisión acorde con lo que ha
visto con claridad delante de Dios.
En tiempos de “vamos
por todo”, es un signo fuerte que alguien que “lo tiene todo” (todo el poder
espiritual sobre 1.100 millones de católicos) lo deje todo y se quede sin nada
y se recluya en un monasterio para orar y estudiar. Llama la atención.
Un pastor en medio de
lobos. Es verdad que el hombre ha tenido que padecer mucho a manos de los
“lobos vaticanos” como decía hace un tiempo L’Osservatore Romano ; y eso lo ha
desgastado, sin dudas. Pero en tiempos en que todos se aferran a sus cargos y
sus privilegios, el hombre se decide a renunciar. Un acto de grandeza que
revela una profunda riqueza interior. Esa riqueza que permite renunciar al
poder, al honor y a todo lo que eso trae consigo,
es rara avis en nuestros días. Y Benedicto XVI ha dado muestras de poseerla.
Vicario de Pedro.
Pero hay algo más:
siempre se le ha criticado, tal vez no sin razón, que Benedicto era un papa
frío, un profesor universitario en el lugar del pastor.
Tal vez algo de
verdad hay en eso. Como también son ciertos los retrocesos litúrgicos y
teológicos y su marcada tendencia a privilegiar la tradición por encima de la
apertura.
Sin embargo, más allá
de todo, el Papa ha hecho de algún modo un gesto profético: puso de manifiesto
que es un ser humano. Un ser humano que se cansa, al que sus fuerzas no lo
acompañan, un hombre que sufre, que no tiene todas las respuestas, que se
reconoce limitado.
Desde la Iglesia hemos acostumbrado
“canonizar” a los papas en vida, transformándolos, en la práctica, en una
suerte de semidioses: un poco abajo de Dios, arriba de los hombres. No es así.
Los papas son seres humanos. Benedicto lo ha dejado claro.
Los papas son
hombres, sucesores del limitado pescador de Galilea que negó a su maestro y a
su vez lo amó hasta dar su vida. El Papa es el vicario de Pedro, el que está en
su lugar –como obispo de Roma– y es tan humano como Pedro.
Los “vicarios de
Cristo”, sus representantes –según Jesús–,
son los pobres. Él dijo que cuanto hicimos a uno de los más pequeños (pobres,
enfermos, presos, hambrientos, inmigrantes...) se lo hicimos a él. A Pedro, en
cambio, lo deja como piedra de la
Iglesia.
Humanidad. Con su
gesto, Benedicto XVI nos devuelve al hombre débil, vicario de Pedro, que
reconoce su flaqueza y confía en el Señor y en su Iglesia que sabrá elegir al
más apto, al que el Espíritu de Dios inspire, si los cardenales eligen con fe y
dejan de lado las especulaciones políticas, las mezquindades y las reyertas
de poder a las que parecen tan afectos no pocos encumbrados eclesiásticos.
Finalmente, con su
renuncia, Benedicto XVI ha despertado la admiración de muchos que no siempre
coincidieron con él. Tal vez esto se deba a lo evangélico de su gesto.
Mas allá de todo lo
que se le pueda criticar en su pontificado, “el frío profesor” ha dado su
última y más cálida lección: una clase de lucidez, de grandeza y de humanidad.
Paradójicamente, Benedicto XVI ha resultado ser un papa más humano.
……………………….
Benedicto se fue porque no se sentía seguro en el
Vaticano
Adrián Vitali
(Exsacerdote católico)
¿Por qué nadie sabía
de la decisión de la renuncia de Benedicto XVI en el Estado Vaticano? ¿Por qué
no se la comentó
a nadie? ¿Por qué dudaba de todos?
Quizá Benedicto XVI
aprendió de la historia de uno de sus antecesores, Juan Pablo I, quien en su
momento comentó a sus íntimos que tenía dudas sobre los fondos del banco
Ambrosiano y apareció muerto piadosamente en su habitación.
Benedicto no llamó a
sus cardenales para presentarles la renuncia. La difundió en un acto público
eclesiástico. Tal vez buscando proteger su vida en la opinión pública mundial
porque, para los jerarcas eclesiásticos, la renuncia es un signo de debilidad y
la debilidad en el poder se paga con la vida.
Benedicto no se
sentía seguro en el Vaticano y su renuncia era lo último que tenía como
anticuerpo.
Joseph Ratzinger
llegó al poder con los votos de la mayoría de los cardenales y terminó
siendo un papa solitario
y débil desde que cambió la política de Juan Pablo II sobre la pederastia.
Empezaron las
divisiones en el colegio cardenalicio y, en febrero de 2012, se denunció un
complot para asesinarlo en noviembre de ese mismo año. En mayo de 2012, su
mayordomo fue acusado de filtrar documentos confidenciales, por haber entregado
las cartas personales del Papa a un periodista para que las publicara en un
libro.
Después de la muerte
de Juan Pablo II, el Vaticano no pudo seguir ocultando su larga crisis moral y
la pederastia se instaló en la opinión pública y en su pontificado como un
delito aberrante, que a la vez se tradujo en una profunda crisis económica (la Iglesia pagó dos mil
millones de dólares en indemnizaciones por los abusos de sacerdotes y obispos a
menores) y hoy termina en una grave crisis política y de gobernabilidad.
El Vaticano no quedó
inmune a la crisis de la eurozona y perdió a su monarca.
Por más que se quiera
disfrazar la renuncia de Benedicto XVI con relatos históricos, este hecho es
tan grave como la renuncia de cualquier presidente o primer ministro de
cualquier país. No se puede negar que hay una crisis política en la conducción
del Vaticano. Pero tampoco se puede negar que los intereses y los problemas de la Santa Sede poco tienen
que ver con los problemas de Jesús de Nazaret.
……………………..
Benedicto se la juega
Carlos Caso-Rosendi
Esa infeliz cofradía
que entre la gente se conoce como "el periodismo" ha dado pocos
buenos frutos y no con mucha frecuencia. Entre sus muchos grupúsculos de
especialistas, los observadores de los diferentes medios mundiales destacados
en la Santa Sede
son generalmente los que menos saben del asunto y mucho menos de la arcana
vaticana. Lo que han venido reportando desde los dias del Concilio Vaticano II,
que yo me acuerde, siempre ha sido lo inexacto, sesgado, falso o imaginario
mezclado con alguna cosa que ha pasado y que se interpreta mal porque se conoce
poco.
Entre los periodistas
que estaban calentando la silla el día que Benedicto XVI anunció su renuncia,
una—repito—una sola de estas personas entendía suficiente Latín como para salir
precipitadamente de la sala y anunciar a su redactor que el Papa había
abdicado. Los otros estaban en la luna y se enteraron más tarde cuando alguien
les pasó la hojita de rutina con la traducción al inglés y al italiano. Claro,
cuando salieron a la calle, el asunto ya era noticia hacia una hora y media.
Pero aparte de la
incompetencia crasa que este pequeño detalle revela, digamos que muchos de
ellos repitieron ad nauseam lo sorprendidos que estaban por esa decisión
repentina del Pontífice. Se les había escapado que el Papa ya había conversado
abiertamente sobre la posibilidad de su renuncia en varias ocasiones a lo largo
de los años y hasta les anunció las condiciones en las que tal cosa pudiera
llegar a ocurrir. Pero ellos estaban como siempre papando moscas y esperando el
jugoso cheque que algunos de ellos reciben por ser destacados en Sede Petrina.
Quizás estaban tratando de encontrar alguna intriga o ver si podían sacarle una
entrevista al "monje albino del Opus Dei" que nos legara Dan Brown
¡Ah! Casi me olvido de recalcar que deben haber estado ocupados en tratar de
averiguar "lo que realmente pasa" porque desde que Mario Puzzo lo
sugirió, se sabe que las cosas que realmente importan en el Vaticano siempre
pasan entre bambalinas.
En su despedida de
ayer el Santo Padre tocó el tema de su renuncia y sus ramificaciones políticas.
Nos habló de como se presenta al último Concilio en los medios de información
mundiales y cómo ello ha contribuído a la crítica situación por la que la Iglesia viene atravesando
de los años sesenta. Los medios progresistas y los miembros progresistas de la
curia—que este, su servidor, admite catalogar como miembros co-laborantes de la
herejía modernista—son las fuerzas que mantienen el sitio a la Iglesia. Me recuerdan
el texto del Apocalipsis que reza "rodearon el campamento de los santos y
la ciudad amada..." porque para ellos la Iglesia Católica
es el foco en el que concentran una agresión desinformatoria constante.
Benedicto heredó el gobierno de esa Iglesia sitiada y casi todo lo que ha hecho
apuntó a reforzar las defensas dentro
del poco espacio de maniobra que le dejaba una curia vaticana que, a veces no
pudo ni siquiera disimular su hostilidad para con nuestro Papa.
Es un error pensar
que esas fuerzas son indiferentes a la Iglesia porque no lo son. Para ellos la Iglesia es un enemigo que
debe ser eliminado. Los que desde adentro tratan de apaciguarlos con cambios y
rumores de cambios en la dirección del progresismo están alimentando a sus
propios futuros sicarios. Esta nueva herejía que no es religiosa, aunque se
presenta con todos los elementos distintivos de una religión, este Leviatán
humanista-secular que tiene mil formas y mil nombres quiere sentar a su dios en
el trono de Dios en la esperanza de que así se corten las ataduras
sobrenaturales con las que Dios ha estado siempre amorosamente unido a la
humanidad.
Por ser ciegos y
guías de ciegos se han perdido el anuncio, que venía sonando desde hace al
menos tres años, mientras ellos leían la borra del té para adivinar
maliciosamente desde el Trastévere lo que traería flotando el Tíber la semana
próxima. Y por esa misma razón se van a perder algo mucho más importante—no hay
peligro que lo diga yo aquí porque ellos no me leen ni por error—y este hecho
fundamental es que la situación de la Iglesia ha madurado hasta alcanzar una proporción
de malicia y peligro que supera la capacidad de maniobra política o pastoral
del Vicario de Cristo. Lo que Benedicto enfrenta es algo que tiene dimensiones
místicas, por no decir apocalípticas. Y para esto la fórmula del Señor todavía
vale ¡Qué digo!¡Vale hoy más que nunca! El consejo divino que Benedicto ha
escuchado es: "A esta clase de demonios, no se los puede expulsar sino por
medio de la oración y del ayuno." Y por eso ha decidido dejar el día a día
para ser un Papa que reza y ayuna en la soledad del claustro. La opción nuclear
que nuestro Enemigo más teme, es la que Benedicto ha optado por usar. Ahí ha
dejado para otro las formas del papado que son más exteriores, el Papa como
Icono de la Fe ,
como Pastor de las almas, como Gobernador de la Curia , Regente de la Liturgia , etc. No en vano
lleva el nombre del fundador del monasticismo europeo por propia decisión.
Nuestro Papa entiende que debe usar sus últimos cartuchos sabiamente y pasa el
bastón de mando a quien tenga la energía y la juventud necesarias para llevar
el día a día. Benedicto, con este gesto no se resta de la Iglesia , se multiplica por
dos.
En su propio y
personal Getsemaní, Benedicto se enfrenta a las fuerzas del mal en un mano a
mano de dimensiones universales y épicas. Pudo haber permanecido al timón como
Juan Pablo II pero el riesgo es cierto que, una vez debilitado y rodeado de
fuerzas hostiles, alguna eminencia gris lo use para efectuar otra voluntad
ajena y contraria a la voluntad del Padre. Eso lo aprendió sufriendo la
resistencia a sus valientes instrucciones para lidiar con los escándalos
bancarios, los abusos sexuales por sacerdotes, la crisis litúrgica, etc. Todas
y cada una de sus iniciativas fueron recibidas con evasivas y obstáculos. Y
antes de que alguien piense "pobre Benedicto" les recuerdo que este
hombre sí es el mismo que al que antes llamaban Das Panzerkardinal. Miren con
cuidado a la fuerza que descansa, como la gravedad de los planetas, en el fondo
de esos ojos azules: es la fuerza de Cristo, la misma fuerza que mueve el
universo, algo que no es de este mundo pero que de alguna manera está en el
mundo. El ha sufrido en su envejecido cuerpo de gentil profesor, las vilezas y
los golpes más arteros, como el robo perpetrado por uno de sus subordinados más
cercanos, como aquel que mojaba el pan en el plato con el Salvador.
Este asunto no es una
nadería, esto no es cosa de correveidiles y corresponsales. Los papagallos de
la prensa vaticana no tienen ni idea de las fuerzas que se mueven a dos
centímetros de sus narices. Por eso Sandro Magister—un respetable vaticanista y
uno de los pocos buenos en ese duro oficio— dijo en su artículo de ayer:
"La suya es una apuesta sobrenatural que recuerda la de su predecesor Juan
Pablo en los últimos, dolorosos años de su vida." Y creo que puedo
entender ese lado del gambito papal: mejor que entregarse en su debilidad
física o mental a los manejos de la burocracia vaticana, es pasarle la pelota
al Cónclave Cardenalicio cuyos miembros han sido elegidos por Juan Pablo II y
por él mismo. Ellos pueden elegir un Papa joven que mantenga la Iglesia entre sus dos
columnas vitales: Nuestro Señor Eucarístico y la Santísima Virgen.
Entretanto Benedicto rezará por el Romano Pontífice que lo suceda y por las
fuerzas del bien que esperan la batalla en ciernes, la batalla por el mundo que
fue ganada un Viernes Santo a la tarde en el Monte del Calvario y bien pude
terminar un Domingo de Resurrección en la Colina Vaticana.
Oremos con él, nuestra liberación está un día más cerca que ayer.
14-2-13