Por Rebecca Oas, Ph.D.
La terapia para
ayudar a las personas a modificar la atracción no deseada hacia las personas
del mismo sexo debería prohibirse y calificarse de violación de los derechos
humanos, según un panel de defensores de esta idea convocados en el Church
Center, lugar de encuentro de agrupaciones de izquierda próximo a la ONU.
Pese a que la reunión
se anunció como «el primer debate de la
ONU sobre la legalidad, la ética y la ciencia detrás del
movimiento que promueve [los esfuerzos para modificar la orientación sexual]»,
se realizó fuera del edificio de las Naciones Unidas, estuvo patrocinada por
organizaciones no gubernamentales y en ella no figuraron representantes de
ningún estado miembro de la ONU.
La investigadora
Rebecca Jordan-Young, del Barnard College, dijo estar «profundamente de acuerdo
con la premisa de esta reunión: que los esfuerzos para modificar la orientación
sexual son, en realidad, una violación de los derechos humanos y un problema»,
a la vez que advirtió a los presentes acerca de basarse demasiado en la ciencia
para respaldar esa postura. «No sabemos realmente cómo se desarrolla la
orientación sexual», continuó diciendo Jordan-Young, y añadió: «hay una
tendencia bastante fuerte entre las personas que apoyan los derechos humanos y
los derechos civiles para las personas gais y lesbianas a pensar en la
orientación sexual como algo que está determinado fundamentalmente por la
biología... quiero indicar que no pretendemos vincular nuestras iniciativas de
derechos humanos a eso».
El psiquiatra Jack
Drescher señaló que, históricamente, la campaña por los derechos de los
homosexuales sumó apoyo haciendo dedo al movimiento de derechos civiles. «[U]na
de las creencias implícitas del movimiento por los derechos homosexuales»,
dijo, «es la supuesta teoría "gay de nacimiento": que la orientación
sexual es como la raza u otra cualidad innata; naces así». Tras indicar que la investigación científica
moderna no respalda esta teoría, Jordan-Young propuso que podría establecerse
una comparación más adecuada con la religión. «Nadie piensa que la religión sea
congénita; por el contrario, la libertad de creencia, la libertad de la propia
conciencia es una mejor analogía para nosotros».
La comparación con la
religión podría producir efectos indeseados. En octubre, el Relator Especial
sobre la Libertad
de Religión o de Creencias instó a los estados miembros de la ONU a que protejan no solo el
derecho de las personas a convertirse, sino también «el derecho a intentar
convertir a otros mediante la persuasión no coercitiva».
La única panelista
directamente afiliada a las Naciones Unidas fue Toiko Kleppe, asesora principal
para los asuntos LGBT de la
Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos.
Afirmó que «el Relator Especial sobre el derecho a la salud ha dicho que esa
terapia [reparadora] no sólo no es científica, sino que es potencialmente
dañina, y ciertamente contribuye a la estigma, tanto la autoestigma como la
estigma de otras personas, y, como tal, constituye definitivamente una
violación de los derechos humanos», antes de atenuar sus observaciones
aclarando que no constituiría una violación a los derechos humanos si el
paciente pudiera dar su consentimiento informado para la terapia.
Una voz en apoyo a
este tratamiento provino de una carta anónima que se leyó en la reunión.
«Jonathan», que temía repercusiones negativas, escribió que no quería que nadie
fuera presionado o forzado a hacer terapia, pero que, sin ella, no «estaría tan
feliz y realizado». Concluyó diciendo: «Les pido, por favor: hagamos que los
esfuerzos para modificar la orientación sexual sean mejores y más responsables;
pero, por favor, no los eliminen, no los penalicen, y por favor, no digan que
constituyen una violación de los derechos humanos, porque, en mi caso, me
convirtieron en la persona que soy hoy».
El panel no escuchó a
profesionales de la terapia psicológica que ayuda a los pacientes a
contrarrestar la atracción sexual no deseada.
Traducido por Luciana
María Palazzo de Castellano
NUEVA YORK, 15 de
febrero (C-FAM)