DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

Desprendimiento de los bienes materiales




Enseñanzas de Don Bosco [1]

*En la última enfermedad dijo a don Viglietti: Hazme también el favor de mirar en los bolsillos de mi ropa; allí están la cartera y el monedero. Creo que no habrá nada adentro; pero, si hay algún dinero, entrégaselo a don Miguel Rúa. Quiero morir de modo que se pueda decir: Don  Bosco ha muerto sin un céntimo en su bolsillo.

*Para la mayor parte de los hombres, las riquezas se convierten en espinas por las angustias y fatigas que requieren su adquisición y conservación. Son lazos por las injusticias que hacen cometer, por la avaricia, por la dureza de corazón con el prójimo; son un yugo que mantiene al alma curvada hacia la tierra, le impide aspirar a las cosas del cielo y no le deja para sí más que el barro.

*Hay personas que encuentran siempre los medios para realizar un viaje de recreo, hacerse un rico vestido, tomar parte alegremente en una fiesta, comprar no una, sino dos y más parejas de soberbios caballos y magníficas carrozas. Pero, si se trata de dar una limosna, encuentran rápidamente mil pretextos y concluyen por no hacer nada.

*Son muchos los que ponderan y cacarean a los cuatro vientos su miseria cuando se les invita a hacer una obra buena. Pero, si se trata de comprarse un traje y un vestido de lujo; si se trata de un banquete, de una tertulia, de un viaje de recreo, de un baile, de una fiesta, no hay pobreza que valga.

*Siempre que tenía ocasión y hallaba lugar a propósito, proclamaba con toda franqueza la obligación de dar a los pobres lo superfluo.

*Hacer la caridad no es solo un consejo, como algunos creen, sino un mandamiento del Señor, que dijo claramente con tono imperativo: Dad de limosna lo que os sobra.

*Me preguntáis cómo tener dinero superfluo para dar limosna. Y os respondo con franqueza que todos tenemos algo superfluo para dar a los pobres. Hay superfluidad en las casas, en el lujo que en ellas se ostenta. ¡Cuántos muebles, cuántos objetos preciosos y superfluos!

*Otros dirán: ¡Son muchos a pedir limosna para mil y variadas obras buenas! ¡Es demasiado! Vosotros decís: No puedo sostener todas estas obras buenas. Y yo os pregunto en confianza: ¿Sostenéis alguna siquiera? Yo creo que los que gritan que hay demasiadas, no contribuyen a ninguna.

*¿Qué entiende usted por superfluo? Al darnos las riquezas, Dios nos concede plena libertad para preservarnos todo lo que nos es necesario. Pero no más. Dios, que es dueño de nuestras propiedades y de todo nuestro dinero, exige una cuenta severa de todo lo que no nos es necesario, si no lo damos según su mandato.

*Algunos creen que es lícito disfrutar de todos los bienes de fortuna que el Señor les ha concedido; otros creen que hacen bastante cuando dan unas monedas o prestan algún socorro escaso y a la fuerza. Esto es una equivocación. Jesús manda la limosna: Dad de limosna lo que os sobra. ¿Y de qué? De lo que sobra para nuestro honrado sustento.

*Puede darse el caso de alguien que tenga mil liras de renta y que pueda vivir honradamente con ochocientas; pues bien, las doscientas restantes son las que entran en las palabras: Dad limosna.

*Cuando no se tiene dinero, se pueden dar prendas de vestir, se pueden entregar comestibles, se puede buscar y animar a otros para lo den. Si no tenemos absolutamente nada, queda todavía la obra de las obras: la oración.

*Algunos creen que dar limosna es un consejo y no un precepto. Esto es un engaño fatal, que impide desgraciadamente muchas obras buenas en el mundo y arrastra muchas almas a la eterna perdición, como arrastró al rico Epulón. El rico no pecará, si se quiere,  contra la justicia, pero peca contra la caridad y ¿qué diferencia hay entre ir al infierno por haber faltado contra la justicia o condenarse por haber faltado a la caridad?

*Dar a los pobres las riquezas es como ponerlas en manos de los ángeles, los cuales harán una llave para abrirnos el cielo el día de vuestra muerte.

*Las manos de los pobres llevan nuestras limosnas al paraíso. Dar a los pobres nuestro óbolo es ponerlo en manos de Jesucristo. El divino Salvador afirmó que, en el juicio final, pronunciaría sentencia principalmente de acuerdo con las entrañas de misericordia que hayamos tenido o dejado de tener con los pobres

 [1] Jiménez Rodrigo, Fausto. “Don Bosco y el dinero”; Madrid, Editorial CCS, 2004.