Por Diego Cabot
Caprichos, millones y
falta de transparencia son algunas de las palabras con las que se puede
describir la licitación mediante la cual la presidenta Cristina Kirchner
autorizó el alquiler de un lujoso jet privado para que la traslade tres meses a
cambio de casi $ 10 millones.
Según la
reconstrucción que pudo hacer LA
NACION , la licitación 36.005/12, que terminó con la contratación
de un avión Dassault Falcon 900 matrícula LV-CR I, fue una suerte de pantalla
administrativa para satisfacer el pedido de la Presidenta. ¿Qué
sucedió? Todo empezó el 1° de septiembre cuando un desperfecto en la turbina
izquierda del Tango 01 impidió el despegue de la aeronave de Aeroparque y
retrasó el traslado de la
Presidenta a El Calafate. Fuentes de la Casa Rosada informaron
que el resto de la flota presidencial estaba en reparaciones por lo que hubo
que contratar al Falcon, propiedad de la empresa de taxi aéreo más grande de la Argentina , Royal Class
-la sociedad que explota la marca se llama Royal Air-, cuyo dueño es Pablo
Yabrán, hijo de Alfredo Yabrán.
Unos meses antes que la Presidenta , este
cronista había recorrido en el hangar que la empresa tiene en Aeroparque el
interior del avión que perteneció al gobierno de Abu Dhabi. El brillo de la
caoba y los detalles de lujo resaltan al ingresar. Con capacidad para 14
pasajeros que pueden caminar de pie, el jet se caracteriza por tener una suite
privada en la parte posterior, donde el ocupante puede disfrutar de una mesa de
trabajo con dos sillones al costado, o en su caso, convertirla en una amplia y
confortable cama de dos plazas. La aeronave VIP tiene, además, servicio de
Internet y telefonía satelital y una autonomía de vuelo de nueve horas, que le
permitiría llegar a Europa con una escala.
Sin embargo, la Presidencia efectuó un
llamado a contratación de urgencia (120/12) para cubrir la faltante. Se
presentaron tres empresas, dos de las cuales tendrían un mismo dueño; la
tercera es una empresa inglesa -Chapman Freeborn-, que propuso un Gulfstream
550. Las otras dos, tal como confirmaron seis fuentes consultadas, están
vinculadas con el grupo de Pablo Yabrán. En Presidencia no estaban muy de
acuerdo con adjudicar la licitación a Royal Class, real dueña del avión. Le
pidieron, entonces, que concursara con otra sociedad. La empresa, que Pablo
Yabrán reconoce como propia, quedó en el ojo de la tormenta aquella fatídica
noche de agosto de 2007, cuando Guido Antonini Wilson llegó al país con una
valija llena de dólares. Entonces, el avión que los trasladó era rentado a
Royal Class.
Casi cinco años
después, el pedido fue que el avión que ganara fuera el de Royal Class, pero
que la adjudicataria fuese otra. Apareció en escena Milenium, una empresa que
era del piloto Jorge Polanco y que fue vendida el año pasado, según consta en
los registros oficiales. LA
NACION se comunicó con Jorge Polanco, pero no contestó las
llamadas ni los mensajes. El presidente de Royal Class dijo que estaba fuera
del país y prometió ponerse en contacto más adelante.
El atractivo de
Milenium para el grupo de Yabrán radicaba en una cuestión administrativa. En
2005, cuando fue la última audiencia pública para entregar licencias de vuelo,
la compañía de Polanco logró que se le otorgase un permiso para volar como
línea aérea no regular facultada para usar aviones de gran porte. Polanco jamás
incluyó en su flota este tipo de aeronaves. Royal Class se interesó por la
empresa y la habría comprado.
A principios de este
año, Milenium incorporó un Boeing 727 que inició sus operaciones volando a Río
Grande para realizar carga a las empresas de electrónica basadas en Tierra del
Fuego. Pero la historia no quedó ahí. La dirigencia de Aerolíneas, que responde
a La Cámpora
y que maneja las riendas de la Administración Nacional
de Aviación Civil (ANAC), ordenó impedir que ese avión siguiera volando. La ANAC desprogramó el servicio.
Días después, Aerolíneas destinó una de las aeronaves más grandes que tiene a
Ushuaia para transportar esa carga.
La operatoria de
Milenium quedó desarticulada hasta esta licitación. Royal -dueña real del
avión, al punto que lo ofrecen en su sitio web- se presentó al concurso con
otro jet que no calificaba (un Challenger 900). En cambio, Milenium, que no es
la dueña formal del avión, ganó con un avión ajeno y se llevó el cheque por
casi $ 10 millones para trasladar a la Presidenta.