¿Conserva alguna
vigencia la teología de la liberación?
por Velasco, Rafael ·
Revista Criterio Nº
2386 - Octubre 2012
Relectura de una
corriente teológica que nació en el seno de una Iglesia latinoamericana
preocupada por cómo ser más cristiana en un continente oprimido.El 31 de
diciembre de 1971 aparecía el famoso libro de Gustavo Gutiérrez Teología de la Liberación. Perspectivas ”,
que daba nombre finalmente a una corriente teológica surgida en Latinoamérica
al fragor de Medellín y del método teológico empleado por el Concilio Vaticano
II en su Constitución pastoral Gaudium et Spes. Un método nuevo que incorpora
el proceso inductivo, partiendo desde la realidad más que desde las nociones
teológicas en abstracto e iluminando la realidad con la Escritura y dejando que
la realidad ilumine a la fe.
Ese nuevo método ha
significado un desafío para la teología católica posterior: hacer teología de
las cosas temporales desde la historia y en diálogo con otras disciplinas
científicas evitando partir desde principios universales desencarnados que se
aplican a toda situación y época.1
El método
Toda teología es un
acto segundo: una reflexión sobre el acto de Fe. La Teología de la Liberación afirma que
el lugar teológico ya no son sólo los textos sagrados sino también que hay
lugares particulares en los que se manifiesta Dios. Y ese lugar teológico
refiere a la realidad. Es un lugar histórico, cultural, social, político.
Y en Latinoamérica
–el continente más injusto en cuanto a distribución de las riquezas– la
realidad desde la que debe leerse la Escritura es la del pueblo crucificado; “un
pueblo históricamente crucificado”, decía Ignacio Ellacuría. Un pueblo
crucificado en otras épocas por regímenes militares antidemocráticos y
represivos, y luego por el neoliberalismo salvaje, o por el capitalismo
financiero que los excluye, también por los abusos ambientales y una larga
lista de penosos etcéteras. Ese pueblo pobre es el lugar desde el que la Teología de la Liberación elige leer la Escritura. La razón
más fuerte que sostiene esta opción es que a lo largo de la Historia de la Salvación reflejada en la Biblia Dios se revela
tomando partido por el pobre, el huérfano y la viuda; y en el Nuevo Testamento
el mismo Jesús manifestó que en los pobres él mismo se hace presente (Cfr. Mt.
25, 31 – 46)
Signos de los tiempos
Desde ese lugar –los
pobres–, que suelen habitar el reverso de la historia, la periferia de la
sociedad, y conforman las grandes mayorías sufrientes, se comprende de manera
diferente el Evangelio.
Los pobres, los
crucificados son Signo de los tiempos; entendiendo Signo como realidad que
refiere a la presencia de Dios. Para la Teología de la Liberación , así como
hay signos de Su presencia, hay realidades que lo rechazan y en los que Dios no
habita.
El texto de José
María Arguedas, tomado de Todas las sangres, que está en la portada del libro
de Gutiérrez, habla a las claras de esto. El viejo sacristán de San Pedro le
dice al cura del pueblo vecino: “Dios hay aquí en Lahuaymarca. De San Pedro se
ha ido, creo para siempre”. El cura le responde que está muy equivocado: “Dios
está en todas partes, en todas partes…” Pero el viejo sacristán, moviendo la
cabeza negativamente, le dice: “¿Había Dios en los que rompieron el cuerpo del
inocente maestro Bellido? ¿Dios está en el cuerpo de los ingenieros que están
matando “La Esmeralda ”?
¿De señor autoridad que quitó a sus dueños ese maizal donde jugaba la Virgen con su Hijito cada
cosecha? No me hagas llorar padrecito…”.
Dejarse afectar: Una
Teología Humana
En el origen de la Teología de la Liberación hay un
dejarse impactar y afectar por la realidad verdadera: por la realidad del
pobre, de la pobreza y la injusticia e inequidad. Es una teología
sustancialmente histórica. Una Teología urgente. Hugo Asmann acusaba de cinismo
a una teología que no se preocupase por los millones de muertos de hambre. En
palabras de Jon Sobrino, “lo específico de la Teología de la Liberación fue
relacionar la experiencia de Dios con la realidad de los pobres, de lo cual surgió
una espiritualidad teologal dialéctica: la espiritualidad del Dios liberador y
del Dios escondido”.
Conceptos teológicos
“afectados”
Esta lectura
contextualizada y desde un lugar teológico (la perspectiva de los pobres)
afecta los conceptos teológicos. Porque refleja la fe creída desde América
latina. Ya no se plantean sólo los conceptos de la teología como nociones
a-históricas, sino también teniendo en cuenta su significación existencial
desde el lugar en el que son creídos.
Así por ejemplo,
Salvación desde la realidad de pobreza, inequidad y exclusión ya no se entiende
sólo como una experiencia íntima personal de perdón de los pecados (algo
meramente “espiritual”) sino que es sinónimo de liberación, social, política,
económica y cultural… justamente porque es un concepto espiritual. Desde que
Dios se hizo hombre nada de lo humano es ajeno.
En este contexto
Jesús es Liberador. Su Salvación-Liberación refiere a sus opciones históricas.
La realidad es leída junto al Jesús histórico y sus opciones; desde Nazareth,
desde la mesa de los pobres, desde su solidaridad con los marginados, desde el
despojo de la Cruz.
El anuncio del Reino
de Dios es tomado como el concepto central desde el que se interpreta la acción
de Jesús y de la comunidad de discípulos de Jesús. Y ese Reino de Justicia es
un reino que tiene consecuencias sociales, culturales, económicas y políticas.
Trasciende esas realidades, pero las implica. Ninguna de esas realidades (ni
todas en su conjunto) terminan de significar ese Reino anunciado por Jesús,
pero son realidades que lo señalan, lo manifiestan y lo van haciendo visible.
Ese Reino se construye (siendo gracia y tarea) en lucha con el anti-reino que
se manifiesta en las estructuras injustas y excluyentes. Así como el reino
refiere a Dios, el anti reino refiere a los ídolos.
Por eso el problema
central para la Teología
de la Liberación
será la idolatría, no la increencia. Así como en Europa el problema central es
¿cómo hacer para que los pueblos vuelvan a creer? Aquí el problema es cómo hacer
para que no se prostituya el mensaje de Cristo haciéndolo convivir con los
ídolos, con aquellos ídolos que producen el anti-reino, una realidad de
injusticia, inequidad y exclusión.
Por eso la muerte de
Jesús –para la Teología
de la Liberación –
significa la destrucción de los ídolos con los que acostumbramos hacer
cohabitar a Dios. Los ídolos del tener, del prestigio y del poder.
Un ídolo configura la
realidad misma, y –como el becerro de oro del desierto (cfr. Ex. 32), o los
baales– exige víctimas para subsistir. Los ídolos del dinero, del poder y de la
apariencia con los que a veces hacemos convivir a Cristo en nuestras sociedades
(bajo la bendición de no pocas jerarquías eclesiales) son celosos. El ídolo del
dinero que corrompe las mejores intenciones y es capaz de comprar conciencias;
conciencias que se dejan prostituir con los mejores argumentos; el ídolo de la
apariencia y la imagen que ha hecho sacrificar el bien de los débiles y
abusados por mantener imágenes institucionales; el ídolo del poder que somete a
los disidentes y silencia a los profetas para no incomodar.
“El problema de la fe
en nuestros pueblos no proviene tanto de la duda acerca del nombre de Cristo,
sino de lo que las religiones hacemos –o dejamos de hacer– en nombre de
Cristo”, dice Jon Sobrino. Es importante, entonces, que la fe en Cristo no sea
una coartada para justificar la convivencia con los ídolos. En nombre de Cristo
no se puede aceptar, ni menos justificar, la coexistencia de la miseria y la
injusticia con la fe cristiana. La fe en Cristo no es un analgésico para el
dolor, ni un opiáceo para evadirnos de la realidad hacia un reino ultramundano.
Ante la desnudez de
Cristo en la Cruz
queda claro que Dios está del lado de los pobres, los humillados, los sin
poder.
Estos son algunos
ejemplos reseñados de manera muy sucinta que señalan una dirección, una opción
de lectura y de creencia de la
Biblia y de la realidad, inaugurada por la Teología de la Liberación. Las
verdades de la fe asumen una nueva significación. Por lo tanto la praxis de la
comunidad creyente también. Esto ha llevado a un giro fundamental. Lo señala
claramente Jürgen Moltmann: “Thomas Becket murió en el altar de Canterbury,
porque defendió los derechos de la
Iglesia ; Oscar Arnulfo Romero murió en el altar de San
Salvador porque defendió los derechos de los pobres. Esa es la nueva
dirección.”2
Otra iglesia:
“Ecclesia semper reformanda”
En ese contexto la
comprensión de la Iglesia
también se ve afectada profundamente. Su misión se vincula estrechamente con la Liberación. Y –por
eso mismo– debe estar muy atenta para no transformarse en una institución
opresiva como otras.
Gustavo Gutiérrez
afirma que la misión de la comunidad eclesial consiste en ser “signo de la Historia ”; signo de lo
que la humanidad está llamada a ser. Para ser fiel a esa misión en el mundo,
debe ser “semper reformanda”. Los cambios profundos que se piden a la Iglesia no son un tema de
internismo eclesial sino que refieren a la misión de la Iglesia en el mundo: se
podrá ser signo de fraternidad si el trato es fraterno; se podrá ser signo de
liberación si no hay mujeres oprimidas, o sectores que se sienten hijos de
segunda por sus orientaciones sexuales, sus fracasos matrimoniales, sus errores
en la vida.
Por eso, la Iglesia como signo debe significar
en su propia estructura interna la salvación que anuncia (salvación del
egoísmo, la codicia, la opresión del hombre por el hombre, la liberación de la
sumisión al dinero). Su organización debe estar en función de esa tarea. Ser
signo de liberación de Dios en la historia. Ella misma debe ser en su
existencia concreta lugar de liberación. Un signo debe ser claro y
comprensible; por eso las urgentes reformas en la Iglesia no son un fin en
sí mismo sino que se orientan a que la Iglesia pueda cumplir su misión en el mundo hoy:
anunciar ese nuevo orden llamado reino de Dios anunciado por Jesús.
Ahora bien, detenerse
en problemas ad intra, como sucede en algunas formas de protesta intraeclesial,
puede ser una gran distracción que impida entender lo central: “La verdadera
renovación de la Iglesia
no se obtendrá en profundidad sino a partir de una efectiva toma de conciencia
del mundo en el que vive y de un real compromiso con él. Los cambios en la Iglesia se harán en
función de eso. Buscarlos afanosamente por sí mismos es plantear la cuestión en
términos de supervivencia. Y no se trata de eso. El asunto no es sobrevivir
sino servir. Lo demás vendrá por añadidura.”3
En América latina, el
mundo en el que la comunidad cristiana debe vivir y celebrar su Esperanza es en
el de la transformación social. Su tarea –como Iglesia– se definirá en torno de
esta misión. La Iglesia
está llamada a ser signo visible de la presencia del Señor en la aspiración por
la liberación y en la lucha por una sociedad más humana y más justa. Sólo así
hará creíble y eficaz el mensaje de amor del que es portadora.
¿Qué queda hoy?
Muchos creen que la Teología de la Liberación ya es
historia. Es más, en algunos sectores dentro de la misma Iglesia suspiran aliviados
pensando que es un mal momento que “gracias a Dios”, ya pasó.
Sin embargo, creo que
los desafíos que plantea permanecen y muchos de sus postulados son ya parte del
modo de comprender la fe y la praxis eclesial al menos en algunos sectores
dentro de la Iglesia. La
Teología de la Liberación
ha inspirado movimientos sociales, políticos y culturales, y ha movilizado a
las diversas Iglesias.
La reflexión
teológica que se cristaliza en la obra de Gustavo Gutiérrez, y que tiene entre
sus más destacados expositores a Leonardo Boff, Jon Sobrino, Juan Luis Segundo
e Ignacio Ellacuría, entre otros, ha evolucionado en otras corrientes
teológicas como la teología interreligiosa, la teología negra, teología
feminista, teología de género, etc. Todas parten de la intuición de fondo de
que la fe se cree desde una realidad concreta y desde ahí se intenta dilucidar
los signos de Dios. Comparten además la intuición de que el lugar de revelación
(el signo de los tiempos) siguen siendo los pobres. Hoy esos pobres se llaman
desplazados ambientales, discriminados por causa de su opción sexual, por su
origen racial, por su género, por su situación cultural…Siguen siendo pobres.
La confrontación
entre fe e idolatría no dejó de ser inspiradora. Si miramos en profundidad
veremos que el riesgo de hacer convivir sin conflicto la fe con opciones
políticas, sociales y económicas opresivas está más vigente que nunca. La
“despolitización” de la fe ha llevado a una suerte de yuxtaposición que ha
engendrado iglesias que ayudan a los pobres (es decir que atienden a las
víctimas de un sistema injusto e inequitativo) pero guardan silencio ante las
estructuras que crean víctimas; Iglesias que practican la solidaridad, pero
silencian la denuncia profética. La
Teología de la
Liberación nos ha enseñado que vivir la acción social de la Iglesia sin crítica al
sistema social ni autocrítica institucional es como pensar a Jesús sin
conflicto con el Sanedrín.
¿Qué queda de la Teología de la Liberación ? Mucho y muy
actual. Pero tal vez lo más importante lo dice Jon Sobrino: “Los teólogos de la
liberación han sido difamados injustamente y perseguidos cruelmente. Algunos
han sido asesinados, y son mártires como Jesús. Y esto hay que tenerlo en
cuenta cuando se hace la pregunta de ‘qué queda de la Teología de la Liberación ’. Esta, como
los mártires, puede seguir presente de muchas maneras, sólo que su presencia
depende ya de nosotros. Así, si dejamos que la palabra de Monseñor Romero y de
Ignacio Ellacuría configuren nuestra vida como seres humanos y nuestro pensar
como teólogos, entonces queda mucho de la Teología de la Liberación ”.4
El autor es sacerdote
jesuita, licenciado en teología y rector de la Universidad Católica
de Córdoba.
1.Sobre el particular
se puede consultar: Carlos Schickndantz, “Una elipse de dos focos. Hacia un
nuevo método teológico a partir de Gaudium et Spes”. Ponencia presentada en las
jornadas interdisciplinares de la
Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica
de Córdoba, 24 de agosto de 2012 (aún inédito).
2. J. MOLTMANN, Die Theologie unserer Befreiung, en “Orientierung”, (15
– 10 – 1996); p 205
3.GUTIÉRREZ, Gustavo;
Teología de la Liberación ;
Perspectivas; pág. 299
4. JON SOBRINO; “Qué
queda de la Teología
de la Liberación ”;
Éxodo 38 (abril 97) 48 – 53; Madrid