de
Vargas Llosa a Uruguay pasando por París
Por Salvador Bernal
Amagó California,
pero parece que será Uruguay el primer país del mundo en constituir un
monopolio de la marihuana.
Amagó California,
pero parece que será Uruguay el primer país del mundo en constituir un
monopolio de la marihuana, remedando las antiguas regalías de la sal o del
tabaco... Cuando las arcas reales conseguían pingües ingresos de los fumadores,
se desconocía el daño que causaban a la salud. No se puede decir hoy lo mismo
del tabaco, ni menos aún del cannabis, pues se han publicado demasiados
trabajos científicos sobre sus efectos dañinos, especialmente en los
consumidores jóvenes.
Lo grave es que las
políticas permisivistas ocultan la realidad del problema: un fracaso colectivo
en tantas sociedades desarrolladas. No se quiere aceptar que el crecimiento y
el bienestar económico no aportan por sí mismos una mayor felicidad a las
gentes. La crisis contemporánea refleja las carencias de un progreso que ha
deshumanizado a sus protagonistas.
Me referí ya el
pasado mes de abril a la desmoralización ante el narcotráfico que se reflejó en
la sexta Cumbre de las Américas celebrada en Cartagena de Indias. Allí planteó
el debate sobre la legalización de las drogas el presidente de Guatemala, Otto
Pérez Molina, ante el reconocido fracaso de su política en este campo, porque
años de inmensos esfuerzos no logran reducir ni la producción ni el consumo de
drogas ilícitas, como tampoco la violencia ni la corrupción asociadas a su
tráfico. Pero los líderes no se atreven a sugerir medidas contra la verdadera
desmoralización individual y social que está en el origen de la adicción a las
drogas, tal vez porque exige abordar cuestiones éticas y educativas de máxima
entidad.
Era también el caso
del artículo de Mario Vagas Llosa, en julio de este año, La marihuana sale del
armario, con la tesis central de que la prohibición sólo ha servido para
convertir al narcotráfico en un poder económico y criminal vertiginoso que ha
multiplicado la inseguridad y la violencia. Anunciaba y aplaudía ya la decisión
del presidente de Uruguay, José Mújica, de proponer al Parlamento una ley para
legalizar el cultivo y la venta de cannabis.
La argumentación era
meramente consecuencialista: no preocupa el problema en sí, sino las derivas
violentas del narcotráfico. Vargas Llosa citaba al ministro de Defensa de
Uruguay, Eleuterio Fernández Huidobro: "la prohibición de ciertas drogas
le está generando al país más problemas que la droga misma". No se aborda
cómo ni por qué supuestos funcionarios, jueces, policías y periodistas
corruptos por los poderosos cárteles de la droga tendrán comportamientos
éticamente correctos si se configura un monopolio estatal.
Hasta ahora, Vargas
Llosa había defendido justamente lo contrario, en nombre de su liberalismo, aun
reconociendo que no se trata de poner fin a la producción y al consumo, sino de
acabar con la criminalidad anexa al tráfico ilegal. Y eso que las primeras
informaciones de una ley contra la inseguridad ciudadana denotan una ingenuidad
digna de menor causa: el Estado controlará la calidad y el precio de la
marihuana; los compradores, mayores de 18 años, deberán registrarse y sólo
podrán adquirir una cantidad máximo al mes.
Las noticias de
Montevideo muestran que la decisión es muy polémica. La coalición de centro
izquierda en el poder está dividida. Más aún tras la despenalización del
aborto. Porque nadie se cree que esta medida reduzca el número de vidas
segadas, como tampoco disminuirá el consumo de drogas con su legalización.
Tal vez por esto, el
primer ministro francés Jean-Marc Ayrault se ha apresurado a zanjar el
desconcierto social producido por unas declaraciones radiofónicas de su
ministro de educación, Vincent Peillon, sobre la necesidad de estudiar los
efectos beneficiosos de una posible despenalización del cannabis como modo de
luchar contra el narcotráfico. Francia es quizá el país europeo más severo en
la materia, pues el consumo de estupefacientes está tipificado como delito
penal, castigado hasta con un año de cárcel y multas cuantiosas. Pero la
represión jurídica no aparta a los consumidores, menos aún a los adolescentes.
Las críticas de la
oposición no se han hecho esperar, con una vehemencia que no ahorra epítetos.
Un diputado de UMP consideraba "inimaginable y escandaloso que el ministro
de educación defienda la despenalización del cannabis". No sé cómo
reaccionarán ahora ante la propuesta de la ministra de sanidad, Marisol
Touraine, de experimentar antes de fin de año con las salles de shoot. Pero ni
la derecha ni la izquierda dicen nada sobre las causas profundas del deterioro
social. Viene a la memoria la frase de
Ortega: "No sabemos lo que nos pasa y eso es precisamente lo que nos
pasa". Más aún: los líderes políticos no quieren saber lo que pasa.
ElConfidencialDigital,
23-10-12