Declaraciones del
cardenal Antonelli ante el Encuentro Mundial de las Familias en Milán
Por H. Sergio Mora
El VII Encuentro
Mundial de las Familias que se realizará en Milán, Italia, del 30 de mayo al
primero de junio, y que contará con la participación de Benedicto XVI, dará
visibilidad a temas fundamentales de la existencia humana, como “trabajo,
familia y fiesta”. Y entre los frutos del encuentro se espera que las familias
puedan crear más asociaciones radicadas en el territorio de manera que se
pongan en primera fila y se vuelvan interlocutores directos de las
instituciones y autoridades para pedir que sus problemas sean atendidos, así
como lo hacen los sindicatos a favor de los trabajadores.
Lo ha indicado el
cardenal Ennio Antonelli en la conferencia que se realizó el viernes pasado,
organizada por el ICEF (Iniciativas culturales educativas y familiares) en los
locales de la parroquia romana de San Eugenio, gestionada por sacerdotes del
Opus Dei.
A ZENIT su eminencia
indicó que “el objetivo del encuentro en la ciudad de Milán es dar la máxima
visibilidad a la reflexión sobre algunos temas que son permanentes, pues se
trata de dimensiones fundamentales de la existencia humana, de la vida buena
del hombre. Justamente: familia, trabajo y fiesta. Valores que hoy sufren
desequilibrios, dificultades y riesgos. Por lo tanto una reflexión al más alto
nivel posible es oportuna. Entretanto esperamos que después las reflexiones y la
atención hacia estos valores continúe en la sociedad, hasta en nivel de las
parroquias”.
El presidente del
Consejo Pontificio para la
Familia añadió que “es necesario hacer caminar juntos a las
ideas y los hechos, el mensaje y los ideales, los valores fundamentales y el
designio de Dios sobre la familia. Pero además es necesario verificar, la
confirmación práctica en la sociedad, en las situaciones y en los testimonios,
etc. De manera que emerjan los aspectos positivos y negativos, de tal manera
que ser vea como la doctrina de la
Iglesia y la realidad tienen una concordancia muy fuerte”.
Un evento que contará
con la presencia de Benedicto XVI y esto “nos hará sentir aún más la
mundialidad del evento, mundialidad que depende de la presencia en Milán de los
representantes de más de cien países y de esta gran asamblea que se reúne
alrededor del papa y que es símbolo de la unidad de la Iglesia universal”.
Poco antes en su
conferencia, su eminencia recordó al menos en dos oportunidades diversas un
punto central: “Si bien es verdad que la Iglesia podría hacer siempre más, entretanto en
primera fila tienen que estar los laicos, que tienen que volverse
interlocutores directos, como los sindicatos lo son de los trabajadores. Deben
tomar consciencia de sí mismos y de su importancia”.
Y prosiguió
recordando que si bien los obispos tienen que inspirar y ayudar, “en primera
fila tienen que estar los laicos, porque contrariamente no se obtendrán
resultados significativos. Hoy la sociedad es laica y secularizada, había un
tiempo en el que la Iglesia
tenía un rol privilegiado. Hoy en cambio es una componente como las otras”.
“Es absolutamente
necesario --indicó el purpurado- que las asociaciones se refuercen. Son muchas,
está el forum de las asociaciones familiares. Pero la eficacia depende de no
solamente de la cantidad de familias que adhieren, sino también de cuánto están
radicadas en el territorio y en todos los niveles: alcaldías, regiones,
territorio”. Porque tienen que intervenir “para conciliar familia-trabajo,
familia y sindicatos, familia y empresas".
El cardenal Antonelli
precisó que “de todos modos en Milán las asociaciones tendrán un rol, como los
políticos de orientación católica, del Parlamento Europeo, que prepararán algún
documento para llevarlo en su propio ámbito”.
“Me parece importante
--indicó- una acción en todos los países. No me canso de recomendarlo”. Porque
las asociaciones de familias o laicales “en algunos países son combativas, en
otros en cambio no. En Brasil por ejemplo hay tantas asociaciones eclesiásticas
pero faltan en el ámbito civil. ¿Quién tiene que proponer una legislación a
favor de la familia? Son los cristianos y para ello tienen que moverse”.
En otro momento de su
conferencia el cardenal recordó que “pastores y obispos deberían dar coraje a
las familias para que adhieran a las asociaciones familiares y deberían
ayudarlas a radicarse en el territorio de manera que tomen fuerza. Si hubiera
un interlocutor fuerte sería muy diverso también ante las lobby que serían
condicionadas de manera fuerte. Pero también por lo que se refiere a la
política, el Estado, los administradores, etc. Es importante que exista un
interlocutor fuerte, fuerte al menos como los son los sindicatos”.
Hablando de familia
también respondió a una pregunta sobre el divorcio, precisando que “es
necesario dar a conocer los costos no solamente económicos pero también humanos
que provoca, sea a la pareja que se divide que a los hijos y todas las
situaciones complejas que se crean. Hay muchos estudios sobre esto. El problema
es que hay una especie de conjura del silencio: hay temas que no hay que
abordar. ¿Entonces quién tiene que hablar? Son los laicos y este es vuestro
campo”, dijo. “Porque la
Iglesia puede indicar el ideal, la belleza, pero después la
competencia de los estudios, de intentar modificar la realidad, esto es vuestro
campo”.
Sobre las nulidades
matrimoniales, recordó: “Es verdad que hoy hay más matrimonios nulos que en el
pasado. En el libro entrevista 'Luz del mundo' el papa dijo que en el pasado se
podía o debía presumir la validez del matrimonio realizado en una iglesia, hoy
en cambio no se puede presumir, porque con la actual confusión de ideas, de
modelos de vida, de comportamiento, no se puede dar por descontado que quien se
casa en una iglesia lo hace porque sabe, porque está bien motivado y bien
intencionado. Y esto quiere decir que es necesario ser más serios”.
Por ello, prosiguió,
“ya en la
Familiaris Consortio , Juan Pablo II decía que la preparación
tiene que ser de tipo catecumenal, no simplemente una serie de conferencias con
un debate con el especialista, el médico, el teólogo, etc, sino más bien un
itinerario prolongado de vida cristiana, doctrinal, pero fundamentalmente
práctico, aprender la oración, el diálogo de pareja, el conocimiento profundo
mutuo, los proyectos, las obras de caridad, una serie de comportamientos que
tienen que dar una cierta garantía que estar bien encaminados".
Y su eminencia
sugirió que la preparación “debería ser realizada en grupos pequeños bajo la
guía de una pareja de esposos ejemplares y empeñados, que guíen a un grupito de
novios en el que prevalece el diálogo de grupo, los empeños concretos, los
testimonios recíprocos, etc. Todo el noviazgo tiene que ser una preparación al
matrimonio. Un ejercicio concreto de vida cristiana".
ROMA, miércoles 9
mayo 2012 (ZENIT.org).-