Amar a Dios también
es trabajo
Por Francisco
Jueguen
Amar a Dios es un
trabajo. Más allá de la vocación espiritual que exige la tarea de los
religiosos, sacerdotes, rabinos y sheij, todos cobran un salario o contribución
mensual, tienen obra social y aportan parte de sus ingresos para una
jubilación.
Católicos, judíos y
musulmanes que trabajan para sus religiones tienen jefes directos, dependen de
una organización y tienen días laborales que muchas veces se parecen. Según
confiesan, son principalmente guías espirituales, pero también ofician de
abogados, psicólogos, contadores y hasta asistentes sociales. En definitiva,
son líderes comunales. "Damos servicios a Dios y al prójimo", resume
a La Nacion un
sacerdote católico.
El papa Benedicto XVI
es el jefe y tiene ingresos. Los fondos para financiar su obra pastoral se
reúnen una vez por año -en Buenos Aires, el primer domingo de julio- en todas
las misas de las parroquias, iglesias y los oratorios del mundo. Lo recaudado
se envía directamente a Roma.
En la estructura,
detrás del Papa aparecen los arzobispos -primeros entre pares-, obispos,
sacerdotes y laicos. El de cardenal es un título honorífico que otorga el papa
a aquellos a los que considera posibles sucesores.
"Los religiosos
por voto de pobreza no tenemos dinero propio -cuenta un jesuita-. Todo va a una
caja común y de ahí se saca para los gastos. Tenemos un superior religioso y un
administrador que se encarga de las cosas domésticas. Todas las monjas están en
órdenes, por lo que viven bajo este régimen".
Los diocesanos pueden
tener patrimonio. Un sacerdote del clero recibiría contribuciones de cerca de $
2000 por mes, según cuenta un religioso, aunque este monto depende de si la
diócesis que le tocó es pudiente o pobre, y de la variabilidad de las colectas.
Un pequeño porcentaje de los ingresos de la parroquia y los sacerdotes en las
colectas va directamente a un fondo común manejado en el Arzobispado. Ese
dinero se redistribuye entre las diócesis más pobres.
"Terminamos
usando la mayoría de nuestros ingresos en la parroquia", explica sentado
en su pequeña oficina el padre Toto, sacerdote en la villa 21, 24 y Zabaleta en
Barracas, donde viven cerca de 45.000 personas.
"Manejamos
comedores, hacemos contención, organizamos una escuela de oficios y trabajamos
en la recuperación de la adicción", relata Toto, que apenas tiene tiempo
para sentarse frente a su alborotado escritorio.
"Además hacemos
tarea pastoral y acompañamos a la gente. Nuestro trabajo es espiritual y
social", esgrime mientras se seca la transpiración en la frente que dejó
testimonio de un fugaz viaje en bicicleta hasta la casilla de una anciana que
no tenía dinero para pagar la garrafa de gas.
Los sacerdotes tienen
una obra social que se llama Asociación Eclesiástica San Pedro y todos
coinciden en que da un muy buen servicio. Para ellos no existe la libertad para
derivar aportes, salvo que sus ingresos provengan de un sueldo de docente en un
colegio privado -por ejemplo-, un trabajo que tienen permitido.
Su jubilación
depende, según relata Pablo Amador Garrido Casal, ecónomo del Arzobispado de
Buenos Aires en su libro Ayudar desde la fe: ¿qué hace la Iglesia Católica
con las colectas de las misas?: toma de conciencia, del Fondo Integral de
Solidaridad (Fides), de un fondo de previsión social que se alimenta de una
colecta que se realiza el primer domingo de agosto.
La ley 21.950
promulgada en 1979 exige que los obispos reciban del Estado una asignación
mensual equivalente a 80% de la remuneración -70% en caso de obispos
auxiliares- fijada para el cargo de juez nacional de primera instancia. Un
magistrado en ese puesto gana hoy unos $ 35.000, por lo que un obispo recibiría
unos $ 28.000. No obstante, el secretario de Culto de la Nación , Guillermo Oliveri,
confirmó a este medio que el Estado les gira unos $ 10.000 al mes.
Además reciben
subsidios para zonas desfavorables, becas para seminaristas y también se aporta
a las jubilaciones de obispos y sacerdotes. Las finanzas de la Iglesia Católica
dependen mucho de las colectas (Más por Menos, Cáritas, Inmigración, Tierra
Santa), según Garrido Casal. "Representan más del 50% del total de sus
ingresos." Sin embargo, en su libro estima que el aporte promedio es de 28
centavos por cada persona que asiste a misa los domingos.
"Hago ceremonias
de casamiento y culto religioso, asistencia en sepelios, visita a los enfermos
y preparación en la escuela para los Bar Mitzvah- relata Rubén Saferstein,
rabino de la comunidad Dor Jadash en el llamado Templo de Murillo-. Además,
recibo a personas por temas espirituales, sentimentales y sociales, soy una
suerte de psicólogo, abogado y contador al mismo tiempo. Asisto en divorcios o
casos de violencia familiar y hasta en problemas económicos. La gente viene a
buscar un guía", completa en su pequeño despacho de la sinagoga Max
Nordeau.
El sociólogo,
licenciado en Historia y magister en estudios del Holocausto de la Universidad de
Jerusalén, cuenta que un rabino no cobra un salario de menos de $ 5000, pero
con un tope muy variable y según la comunidad. En algunas sinagogas, a los
rabinos les pagan el alquiler, un auto o el colegio de sus hijos.
La comunidad que
emplea a Saferstein desde hace 21 años está estructurada como una ONG. El
rabino está en relación de dependencia con una comisión directiva que hace sus
respectivos aportes sociales. Saferstein, que podría ser un monotributista más,
según aclara, tiene la obra social que desea.
OPORTUNIDADES DE
TRABAJO
Las tres grandes
orientaciones religiosas del judaísmo en el mundo son la ortodoxa, la
reformista y la conservadora. En estas dos últimas existen las rabinas.
Saferstein es un conservador masortí egresado del Seminario Rabínico
Latinoamericano. Allí, un encargado de Recursos Humanos manda un newsletter a
los rabinos con las oportunidades de trabajo en las comunidades.
"No hay un jefe
de los rabinos -dice Saferstein, aunque toman como ejemplo al rector del
seminario-. Seguimos los lineamientos de la ley judía, por la que nos
comprometemos a rezar y seguir las leyes de alimentación. La única tarjeta roja
te la puede sacar un tribunal de honor que funciona en Estados Unidos",
explica. Los rabinos pueden tener otros trabajos. "Generalmente no da el
tiempo -cuenta Saferstein, casado por segunda vez y con hijos-. Esto es full
time."
La comunidad financia
a la sinagoga. Son, por lo menos, entre 300 y 400 familias las que aportan una
cuota mensual. Pero además hay donaciones (algunas del exterior) y los ingresos
por las ceremonias.
"Nuestro papel
es ayudar a la gente a que llegue a Dios. Intentamos ser una guía para ayudar a
la gente", coincide el sheij Meisan Akhlajhi de la mezquita At-Tauhid.
"Estamos a cargo de las celebraciones, las uniones, de dar clases de los
mandatos de la religión, la moral o la doctrina. Somos los líderes de las
oraciones diarias y la lectura de El Corán", agrega el iraní de 31 años.
El sheij cobra un
sueldo del estado iraní por su trabajo en el país. Explica que muchos
religiosos del Islam son sustentados por sus comunidades. Dice además que en el
país goza de la libertad para elegir su obra social y que muchos de sus colegas
pueden tener otros trabajos, entre los cuales cita principalmente la docencia.
"Yo me dedico exclusivamente", agrega.
Tienen sueldos o
contribuciones, jubilación y obra social. Son trabajadores a tiempo completo,
pero su misión es diferente: amar a Dios, pero principalmente al prójimo.
EN NÚMEROS
0,02%
Es el porcentaje del
presupuesto nacional que sostuvo a la Iglesia Católica
durante 2009.
0,28
Son los centavos que,
en promedio, aporta cada persona que va a misa los domingos..