DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

La ruta de la cocaína




Por Horacio Tomás Sáenz, Corresponsal del Informador Público en Bolivia

Es innegable que el 90% de la cocaína que se consume en la Argentina es de origen boliviano; lo que llama la atención es que a pesar de importantes controles tantas toneladas lleguen al territorio nacional.

Todo empieza en el Departamento de Cochabamba, específicamente en El Chapare, lugar tropical de una belleza increíble, surcado por caudalosos ríos, y paradisíacos paisajes. En la década del ‘70 se colonizó con personas llegadas del altiplano o de la Ciudad de Cochabamba, que se establecieron en el lugar y comenzaron a explotar palmito, te, ananá, etc. Con el tiempo vieron más redituable explotar el arbusto de coca.



Las Diferencias

Existen en realidad dos lugares donde se siembra y explota la hoja de coca: Los Yungas, en el trópico del Departamento de La Paz, y el ya citado Chapare en Cochabamba. La diferencia radica en la cantidad de alcaloide que tiene el producto: el de Los Yungas es más “dulce” y contiene menos alcaloide y el del Chapare es amargo y contiene mayor cantidad de alcaloide, por lo tanto, el que se usa para “acullicar”, o como se lo conoce en Bolivia “pischear” (mascar), es el de Yungas. Este consumo, extendido entre campesinos, obreros y un porcentaje importante de habitantes de las ciudades, respalda la legalidad de la explotación, pero si solo la de Los Yungas es la que se consume, se supone que la del Chapare se destina a la a la producción de cocaína.

Hasta hace unos años la producción se circunscribía, casi exclusivamente, a la zona del Chapare y lugares lejanos de Santa Cruz de la Sierra y el Departamento del Beni, fronterizo con Brasil; requería mucha mano de obra y procesos largos. Hoy, el “pisado”, realizado antes por personas contratados, ha sido reemplazado por el uso de lavarropas, y el secado, antes natural de la “pasta base” (proceso anterior a la conversión del producto a clorhidrato), se acelera con el uso de microondas. La incorporación de esta tecnología ha trasladado las fábricas a las zonas urbanas y suburbanas, siendo más fácil despacharla a los países vecinos.



UMOPAR, FELCN y “Leopardos”

“Unidad Móvil de Patrullaje Rural”, “Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico” y “Leopardos”, tres denominaciones para la misma fuerza operativa de la Policía Nacional de Bolivia, con base en el Chapare, Yungas y cualquier otra parte del territorio donde se presuma haya tráfico de drogas, de uniforme camuflado selva del ejército norteamericano, sombrero selva, fusiles de asalto Colt del mismo origen y una doctrina fuertemente influenciada por la DEA, que dirigía las operaciones en Shinaota de la base de los “Diablos Rojos”, unidad de asalto helitransportada, hoy expulsada de Bolivia por el Presidente Evo Morales. En el desplazamiento desde Cochabamba a Santa Cruz, hay dos inmensos tinglados en diferentes puntos, donde los pasajeros de los micros y muchos automóviles particulares son obligados a descender y los automotores son sometidos a una rigurosa revisión.

El control de la producción de la hoja de coca, y su comercialización, está a cargo de la DIGECO (Dirección General del Control de la Coca); su fiscalización es la única que permite que los “taques” (denominación del embalaje de la hoja para su transporte que pesa 50 libras), circule por el territorio boliviano.



El “Cato” de coca

Cuando el actual Presidente era nada más que el Secretario de Deportes de la Asociación de Cocaleros del Chapare, la lucha del campesinado productor de la hoja de coca se centró en la defensa de “un cato de coca por familia” (unidad de medida de 40 x 40 metros). Esto fue logrado merced a todo tipo de conflictos generados contra los gobiernos de turno. En el medio de todos estos procesos, se realizaba, financiada por los EEUU, la erradicación de la “coca excedentaria”, proceso que se debilitó a partir de la llegada del MAS al poder, ya que gran parte de su conducción está ligada a las asociaciones de productores de la “hoja sagrada”.

En la actualidad, una visita por el Chapare permite verificar que tiempos de bonanza económica han llegado a la región: 4x4 de todas las marcas (incluyendo las codiciadas “Hummer”), viviendas con importantes mejoras, mansiones en medio de la selva y antenas satelitales por todos lados, permiten inferir que se está cultivando algo más un “cato por familia”.



Sin crisis económica

A diferencia de muchos de los países de la región, en Bolivia no se nota la crisis. Santa Cruz de la Sierra lidera el proceso de crecimiento. Decenas de edificios en construcción, a tal punto que hay que hacer cola para comprar cemento, vehículos de alta gama sólo soñados por los argentinos surcando las calles, y muchas compras de cientos de miles de dólares que se realizan al contado dan la pauta de que una economía “paralela” impulsa el crecimiento.



La ruta

Saliendo de Santa Cruz por una ruta asfaltada, y luego de unas seis horas, se llega a Yacuiba, antesala de un pueblo fronterizo homónimo del argentino que se encuentra pasando el puente, “Pocitos” (en realidad el pueblo es Salvador Mazza, pero Pocitos era una denominación anterior y muchos aún lo llaman así), del lado boliviano, el barrio “pegado a la frontera” se llama “África”; una vuelta por sus calles muestra importantes vehículos y todos saben que sus habitantes se dedican a pasar automóviles robados en la Argentina y llevar cocaína por el llamado “Sector Cinco”, una suerte de quebrada que se puede transitar a pie o en vehículo.

Del lado argentino la situación es similar: autos costosos, comercios con pocos productos pero con propietarios que los fines de semana se van a Tartagal o a Salta y tienen un muy buen pasar económico. Con poco tiempo en el lugar es fácil averiguar que más del 50% de los habitantes de Salvador Mazza estuvieron o están detenidos por tráfico de drogas o han estado involucrados en delitos conexos (por ejemplo, el tráfico de “precursores”, materiales utilizados para el procesamiento de la cocaína).



Los controles

Demasiados… al cruzar el puesto de control de Aduana y Migración Argentina, saliendo del pueblo (Carapari), luego en Aguaray y posteriormente en el kilómetro 81, donde los micros de larga distancia deben hacer bajar a sus pasajeros y son revisadas sus pertenencias, y en algunos casos sus cuerpos. En todos los casos es antológico el maltrato de los gendarmes y los aduaneros para con los connacionales y extranjeros. Los controles se centran en el contrabando de ropa, cigarrillos y la hoja de coca (que autoriza un kilogramo por persona para uso personal). A pesar de todo, cientos de kilos de hoja llegan a casi todo el territorio argentino y ni que decir de la cocaína.


La complicidad

Aduaneros con muy buen pasar económico, Comandantes y personal subalterno de la Gendarmería Nacional con automóviles costosos, siembran la duda sobre las complicidades que permiten que transite por nuestro país la cocaína. Salvador Mazza es un centro de informaciones sobre quién hace qué, pero nadie hace mucho y el narcotráfico crece.

Las causas

Salvador Mazza es un centro de pobreza, no hay industrias, el trabajo es escaso y mal pago y la carne y otros alimentos son caros, ya que la falta de ferrocarril ha encarecido tanto los fletes que todo cuesta más que en otras localidades. La mayoría de los habitantes que viven entre Orán y Salvador Mazza vivían del contrabando de ropa y alimentos traídos desde Bolivia. La represión de la Gendarmería empujó a muchos al tráfico de drogas, y en muchos casos a algo más fácil de transportar… Rohipnol o Rivotril. Un ejemplo de lo que está pasando es la localidad de Colonia Santa Rosa, que se encuentra pasando Pichanal, con una tasa de consumo de hipnóticos, marihuana y cocaína alarmantes, situación ésta que ha creado una ola delincuencial inédita en una localidad rural cuyo ingreso está a cinco kilómetros de la ruta. La dependencia empuja al delito a menores de edad que roban a la vuelta de su casa a personas que conocen desde siempre.

Desde Pichanal a Salta, o desde Orán al resto del país, se transportan cientos de kilos de cocaína. ¿Es tan difícil terminar con ese tráfico en rutas angostas sin opciones de desvío? Existen detectores químico-electrónicos; hay perros entrenados, pero no se utilizan; en los controles, algunos autos son detenidos, otros siguen de largo, los que son conducidos por personal de alguna fuerza de seguridad no se verifican; demasiados “agujeros” por donde se escurre el veneno que multiplica por mil el crecimiento del delito en nuestro país y la dependencia a los alcaloides que cada día incorpora a cientos de jóvenes argentinos y de otras latitudes a esta pandemia social.

Clarín, 22-4-11