DON BOSCO

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"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

El desafío de evangelizar la religiosidad popular

El arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, advirtió sobre “un deslizamiento de la piedad popular del catolicismo hacia las formas más genéricas y ambiguas de religiosidad popular” y también sobre “la mezcla de ambas realidades en expresiones que ponen a prueba la agudeza del discernimiento pastoral”. Lo hizo al exponer esta mañana en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, que se celebra en Roma del 5 al 8 de abril. El tema de la disertación fue “La evangelización de la religiosidad popular” y a lo largo de su desarrollo el arzobispo argentino propuso “criterios y orientaciones pastorales para reforzar la fe de los fieles católicos y la auténtica vivencia sacramental ante la irrupción de expresiones desviadas de religiosidad popular”. Señaló en primer lugar “las posibles deficiencias que enturbian la autenticidad de la actitud religiosa y de las prácticas consiguientes”, que “pueden verificarse respectivamente en relación a la fe y en relación a la vida moral”. “En la medida en que las expresiones religiosas adquieren un matiz supersticioso, o caen groseramente en la superstición, se ensombrece la fe”, dijo. En ese sentido consideró que “la superstición es una caricatura o un sucedáneo de la verdadera fe” y en el ámbito específico de la religiosidad popular “se registra, con frecuencia, la mezcla de formas tradicionales de piedad católica con el recurso a la astrología, la vana observancia, la adivinación y otras alteraciones pseudorreligiosas”. Por otra parte, en relación a la vida moral, señaló que “sobre todo por la falta de arraigo vital en la oración litúrgica, la piedad popular pierde identidad y fuerza y no solo se expone más fácilmente a la contaminación supersticiosa, sino que también se desglosa de la totalidad de la existencia cristiana para dar cabida a la incoherencia entre la fe y la conducta. Puede así convertirse en un campo religioso-cultural ambiguo que cubre la decadencia moral”. En este punto habló particularmente de un “subjetivismo religioso” que “hace posible un tipo de vivencia espiritual compatible con el secularismo”. Dicho subjetivismo “reina en los criterios de vida de aquellas personas que practican formas sincréticas de religiosidad o de los bautizados que conservan vestigios de la piedad popular del catolicismo. Hay que reconocer que muchas personas que se consideran católicas tienen aletargada su conciencia de la relación con Dios y viven sumergidos en el materialismo y hasta en el ateísmo práctico. No han elaborado, a pesar de su participación en algunas prácticas devocionales periódicas, su sentido de Dios; su fe es quizá una lejana referencia teórica a algunas verdades católicas, pero la falta de una experiencia vivida del Espíritu y de la gracia sacramental hace de su religiosidad la cobertura de una manera secularista de enfocar la vida”. No hacer de la religión del pueblo un objeto de manipulación Si bien “actualmente nadie desconoce el valor de la religiosidad popular”, llamó a preguntarse si se ha logrado “orientar la piedad popular mediante una pedagogía de evangelización”. Indicó que “si prevalece una inspiración populista de la pastoral, se puede promover imprudentemente la devoción a algunos santos con criterio exitista y multiplicar los santuarios en los que se les rinde culto sin la debida iluminación de la fe; asimismo, la divergencia entre religiosidad popular e inserción en la vida litúrgica puede inducir la tentación de superarla alentando la recepción ocasional de los sacramentos en situaciones irregulares y contrariando la disciplina de la Iglesia”. Y añadió: “Una especie de ‘hegelianismo pastoral’ invita a reconocer en ciertas devociones masivas, a veces suscitadas artificialmente, una manifestación del Espíritu divino; este error de juicio, aun siendo desinteresado –ojalá siempre lo sea, y no ideológico– puede hacer de la religión del pueblo, siquiera inadvertidamente, objeto de manipulación”. Sugerencias pastorales Luego de estos planteos, propuso una serie de “sugerencias pastorales” entre las que se encuentran “la formación integral de los fieles”, y la necesidad de recuperar en los bautizados la centralidad de la Eucaristía y el sentido de pertenencia a la Iglesia: La formación integral de los fieles “Es necesario -dijo-, superando un cierto desprecio de lo nocional en el conocimiento de fe, reforzar la formación de nuestros fieles en los contenidos de la fe, para que puedan distinguir lo que pertenece a la religión católica y lo que no pertenece a ella, para que adquieran una serena seguridad en la fe que profesan y sepan dar razón de la esperanza que la acompaña”. Religiosidad popular y Eucaristía Para referirse a esta cuestión, el pastor platense partió del fenómeno de “la escasa participación eucarística y la deserción de la misa dominical de multitudes de fieles que expresan su fe con la práctica más o menos frecuente de diversas formas de religiosidad popular”. Al referirse particularmente a la Argentina como “un país en el que los bautizados en la Iglesia Católica no van a misa”, afirmó: “Lo cierto es que en la mentalidad religiosa del argentino no aparece reflejada la centralidad de la Eucaristía y la vivencia del domingo; actualmente se lo ha tragado el fin de semana, el week-end, y cuando es largo, peor”. Y al hablar de “un vacío cultural que se une en relación causal con una percepción incorrecta de la realidad de la Iglesia”, explicó que “a causa de esta carencia, de este vacío, de la deserción eucarística, la Iglesia no es entendida y vivida plenamente como ámbito de una creación integral y de una transmisión de cultura cristiana. Dicho en otros términos: no funciona el vínculo entre el culto y la cultura, o funciona de un modo imperfecto, parcial, limitado a pequeños sectores o a tiempos históricos acotados; no se verifica como un fenómeno popular”. “En este campo queda mucho por hacer: reforzar la catequesis litúrgica de modo que los fieles puedan descubrir y vivir las celebraciones como auténticos momentos de vida religiosa; destacar la realidad sacrificial de la misa, para que no cedan a la seducción de plegarse a otros sacrificios, como los ofrecidos en los cultos umbanda o en ritos de impronta satánica; mostrarles cómo todas las devociones deben conducir a Cristo, nuestro único Salvador presente en la Eucaristía, e inducirlos a la frecuente adoración de ese inefable misterio. Podemos alegar que la ausencia de una cultura litúrgica y eucarística ha sido y es llenada por la práctica generalizada, en nuestro pueblo, de formas más o menos tradicionales de piedad popular. Pero me parece que este sería un magro y engañoso consuelo”, indicó. Asimismo aseguró que “no se favorece la armónica y fecunda relación entre ambas realidades eclesiales cuando la liturgia menoscaba su dignidad ritual y se banaliza asumiendo la fenomenología de lo cotidiano, cuando se torna un hecho de entrecasa; la celebración eucarística –sobre todo esta cumbre del culto cristiano- no puede asemejarse a un tumultoso encuentro pentecostal, a una función de circo para niños o a una divertida sesión de adolescentes floggers”. La pertenencia a la Iglesia “La práctica de las formas más difundidas de piedad popular -prosiguió- es una manera de expresar la pertenencia católica, pero hay que procurar que esos fieles lleguen a sentirse más plenamente unidos a la Iglesia, que la amen más y le brinden toda su confianza para aceptar y acoger sin reservas toda la verdad que ella nos transmite de parte del Señor”. Consideró que “muchas veces los miembros de la Iglesia no experimentan que efectivamente lo son” y sostuvo que “el propósito de hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión se concreta en tareas precisas para fortalecer la vida comunitaria de las parroquias, que son la última localización de la Iglesia, para que puedan incorporar a esa misma vida a los que llegan ocasionalmente y a los bautizados que habitan en la respectiva jurisdicción, de manera que no se sientan necesitados de buscar otras pertenencias socio-religiosas, como por ejemplo la adhesión a las sectas y a sus caricaturas de la auténtica comunidad cristiana”. Recuperar la institucionalidad frente al individualismo Por último, reflexionó “sobre un dato en el que se refleja una de las características más notorias de la cultura vigente: la tendencia al individualismo que invade también la dimensión religiosa de la existencia. La crítica dirigida a la institución eclesial por sectores determinados de la sociedad, de la que se hacen eco los medios de comunicación para incentivarla, viene a reforzar una cierta problematicidad de la mediación de la Iglesia en la relación del hombre –del cristiano- con Dios. La religiosidad en su impostación moderna –herencia protestante, de la Ilustración y del romanticismo- y también en el contexto de atomización cultural propio de la posmodernidad, es reacia a la institucionalización de la experiencia de Dios”. Al respecto señaló: “La experiencia religiosa libre no acepta ajustarse a moldes comunitarios; el protagonista es el yo solitario en busca de la divinidad y de la identificación con ella. Estos sentimientos pueden colorear también el ánimo de los fieles y disminuir en ellos el afecto de la comunión eclesial. La Iglesia no debe hablar demasiado de sí misma, pero sí mostrar, con el testimonio de la verdad y la vivencia de la caridad, la continuidad real de ella con Cristo, como Cuerpo misterioso suyo. Uno de los principales desafíos que se impone a los pastores de la Iglesia en la nueva evangelización es recuperar para la plena y activa vida eclesial a una multitud de bautizados que por la gracia de la iniciación cristiana están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”.+ Roma (Italia), 7 Abr. 11 (AICA)