Julio María Sanguinetti
Expresidente del Uruguay
La Nación, 14 de febrero de 2018
Nuestro amigo Mario Vargas Llosa viene escribiendo a
favor de la legalización generalizada de las drogas, afirmando que es el único
modo efectivo de superar la criminal clandestinidad creada en torno a su
producción y distribución. Se apoya en la prédica cuestionadora de la política
de las Naciones Unidas llevada adelante por la Comisión Global de Política de
Drogas, que -entre otros-han integrado también prestigiosos amigos como los
presidentes Fernando Henrique Cardoso, de Brasil, y César Gaviria, de Colombia.
En lo personal veo tan simplista pensar que vamos a
superar el flagelo a fuerza de persecución como lo contrario. El tema es
demasiado complejo para que acepte soluciones sencillas. Como un aporte a ese
debate, valga la experiencia uruguaya en curso. Ante todo, digamos que nunca
hubo una visión condenatoria del consumidor, a tal punto que legalmente se
despenalizaron el consumo y la tenencia de marihuana para uso personal en 1974.
Desde entonces, en el mundo comenzó a abrirse camino una tendencia hacia una
legalización y en Uruguay, en 2014, se lanzó lo que el presidente Mujica, autor
de la iniciativa, llamó un "experimento". Se reguló la circulación de
marihuana, habilitando el autocultivo, los clubes canábicos y la venta a
mayores de 18 años en farmacias (40 gramos por un mes) de un producto ofrecido
por el Estado, comprado a proveedores elegidos por licitación. Todos los consumidores,
aun los que compran en farmacias, deben registrarse en un instituto oficial, el
Instituto de Regulación y Control del Cannabis (Ircca), que maneja
administrativamente todo este complejo andamiaje.
Desgraciadamente, todo se manejó improvisadamente. La
idea se lanzó en 2011, la ley se aprobó a fines de 2014 y recién el año pasado
comenzó a funcionar muy trabajosamente. Se vende en sólo 12 farmacias de las
1110 que hay en el país, dada la resistencia de esos comercios que se sienten
pulcros emblemas de salud, incompatibles con el mundo de la droga.
El presidente de la república, Tabaré Vázquez,
oncólogo y líder de una exitosa campaña contra el tabaco en su primera
presidencia, no es partidario de la ley. La cumple, pero aclara que toda droga
es nociva, que como médico nunca la usó y que el Uruguay no entrará de modo
alguno en la marihuana turística. Un nuevo inconveniente apareció: los bancos,
en función de las normas internacionales que impiden trabajar con quienes
venden drogas, anuncian el cierre de las cuentas de las farmacias que integran
el programa.
En los hechos, hay registrados oficialmente 7536
autocultivadores, 69 clubes (de entre 15 y 46 integrantes) y 15.627 habilitados
para comprar en farmacias. Las autoridades del Ircca consideran que es todo un
éxito la regulación, a tal punto que en las pocas farmacias habilitadas se
forman colas de los consumidores registrados, quienes superan el estigma de la
clandestinidad. Estiman también que el propósito fundamental de la regulación,
que es reducir el negocio del narcotráfico, se está cumpliendo.
Los críticos de la ley, por su parte, señalan que el
consumo de marihuana ha aumentado verticalmente (600%, según datos oficiales),
que también ha ocurrido con la cocaína y que el mercado de consumidores ha
aumentado por la banalización del consumo. Añaden que la clandestinidad se
mantiene para los menores, que son el público en mayor riesgo; que la variedad
de drogas actuales (la mayoría sintéticas) encuentran su puerta de entrada en
la marihuana y que no hay conciencia de los daños en la salud. Mientras tanto,
se aprecia un aumento de la criminalidad vinculada al comercio de drogas, con
la aparición de bandas enfrentadas.
A esta altura lo sensato es esperar a que en cuatro o
cinco años se puedan evaluar resultados que hoy no son concluyentes. Lo que sí
advierto como peligrosísimo es el jolgorio de opinión pública que se ha creado
en torno al tema. La novelería, la moda, la fascinación transgresora, hacen
cool la marihuana y la juventud no tiene la menor idea de lo que, por
unanimidad, concluyen los estudios médicos serios en el mundo entero: que hay
efectos incuestionables sobre la atención, la memoria, las depresiones, la
esquizofrenia, la capacidad cognitiva y aun el cáncer en quienes son fumadores.
La "maruja" ha pasado a ser algo así como una mezcla de Dom Perignon
con penicilina. Son comprobadas, por cierto, sus posibilidades médicas, tal
cual ocurre con el opio, la corteza de sauce y tantos otros vegetales, pero que
son procesados en laboratorios, estudiados sus resultados y autorizados por las
autoridades sanitarias.
Mientras tanto, crecientemente, los liceos registran
alumnos que abandonan las aulas y las clínicas psiquiátricas se llenan de
muchachos que tempranamente han adquirido el hábito.