droga
made in Argentina
Los datos que se consignan, confirman que la legalización de las drogas no evitará el narcotráfico, que no está limitado a las grandes bandas (carteles), sino que puede ser protagonizado por pequeños grupos que se dedican a este comercio infame, que va a existir mientras haya demanda.
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Los datos que se consignan, confirman que la legalización de las drogas no evitará el narcotráfico, que no está limitado a las grandes bandas (carteles), sino que puede ser protagonizado por pequeños grupos que se dedican a este comercio infame, que va a existir mientras haya demanda.
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Rolando Barbano
Clarin.comPoliciales17/04/16
La tragedia de Costa Salguero podía pasar ayer, hoy o
mañana. Pero iba a suceder. Y va a volver a ocurrir. La droga sintética que
circula por las noches argentinas es, en su mayoría, producida en el país en
pequeños laboratorios clandestinos –les dicen “4x4”, porque no miden más que
eso y se instalan en cualquier lado– manejados por jóvenes estudiantes de
Química.
Allí mezclan el principio activo –el éxtasis, importado de China– con
distintas sustancias y enseguida lanzan las pastillas al mercado para ver cómo
funcionan. Los chicos que las consumen son los ratones de laboratorio: los
dealers se las entregan –a veces, en período de prueba, gratis– y ven cómo les
pegan. Si andan bien, les ponen un nombre de fantasía –Superman, “La Bomba”,
Pandora– y, a la siguiente noche, las venden. Si la mezcla falla, todo termina
en el hospital. O en la morgue.
El fenómeno es mundial y crece desde 2008 a un ritmo
que permite augurar que en el corto plazo las drogas de laboratorio van a
superar a la cocaína y a la marihuana. El principio activo de casi todas es el
MDMA, o éxtasis, cuyo principal productor es China. Luego, los que mejor lo trabajan
son los “químicos” de los Países Bajos y de República Checa.
Ese éxtasis europeo llega aquí de la mano de las
organizaciones que trafican cocaína desde Buenos Aires hacia allá. Las “mulas”
van con polvo blanco y regresan con pastillas, que se venden a valores
altísimos: superan los 1.000 pesos la unidad, dada su gran calidad.
Sin embargo, el problema que más crece en la Argentina
es el de la producción local. Según fuentes oficiales consultadas por Clarín,
gracias al comercio electrónico lo que se viene desarrollando es la importación
por vía postal de MDMA en polvo de China. No hace falta mucha: con 100 gramos
se producen unas 1.000 pastillas.
¿Cómo se hace? Con recetas que circulan en Internet,
un “químico” mezcla el MDMA con sustancias de corte, como ibuprofeno. Luego
elabora los comprimidos y listo, al mercado. Lo que sigue es prueba y error.
“En distintas investigaciones tenemos escuchas donde
los productores hablan con los vendedores. ‘¿Y, cómo funcionó?’, preguntan.
‘Mal, terminaron todos con vómitos y diarrea’, responden. Ahí cambian la mezcla
y vuelven a probar”, explicó a Clarín un investigador.
Las pastillas elaboradas aquí son más baratas que las
importadas. Promedian los 300 pesos, aunque se consiguen por menos si están en
período de prueba. “En la noche, los pibes compran cualquier cosa. Hemos
encontrado pastillas con talco”, agrega el investigador.
Los continuos cambios de fórmula tienen un valor
agregado para los vendedores: si los atrapan y la composición química que
venden no figura en la lista de sustancias prohibidas de la Sedronar (la última
actualización demoró cinco años) salen impunes. “Detuvimos a un español que
había elaborado 18.000 pastillas en un departamento de Viamonte al 800. A los
tres días salió”, contó un vocero policial. Otro caso recordado es el de la
banda de “Breaking Bad”: cayeron en 2015 en un laboratorio de Olivos, pero a
dos de sus miembros los liberaron porque las sustancias que tenían encima no
estaban prohibidas.
Quienes se dedican a este negocio son, en general,
emprendedores de clase media o alta: jóvenes, instruidos y con buenos
contactos. Nada que ver con el narco tradicional. Muchos están vinculados a la
noche, a los gimnasios o al ámbito universitario, como los estudiantes de la
Universidad de Palermo detenidos en 2014. También están los que organizan
fiestas –como las “Florio-Fest”, desbaratadas en diciembre– cuya verdadera
ganancia está en vender drogas sintéticas a público de alto poder adquisitivo.
Lo que todavía no parece haber llegado al mercado
local, parece, es la guerra. Policías argentinos cuentan, con preocupación, que
hace poco una banda estadounidense copió la estética de las pastillas de la
competencia, les metió estricnina (un veneno para ratas) y las repartió en una
fiesta. Mató a algunos clientes, claro. Y se quedó con los sobrevivientes.