Por IAN LOVETT
Nytimes.com, 19 abril 2016
Después de
décadas de prosperar en patios y sótanos bajo una legalidad poco clara, el
cultivo más famoso de California, la marihuana, sale de la clandestinidad para
entrar en una era decididamente capitalista.
De acuerdo con una nueva ley estatal, los negocios de
marihuana podrán tener ganancias —lo cual se prohibió desde 1996, cuando
California se convirtió en el primer estado en legalizar el uso del cannabis
medicinal—; la ley también elimina los límites en el número de plantas que los
productores pueden cultivar.
La apertura de la industria de la marihuana en este
estado a los dólares corporativos ha ocasionado un gran alboroto, en el que
inversionistas foráneos, productores minoristas y municipios con problemas
financieros compiten para hacerse de un pedazo de lo que es, de hecho, una
nueva industria en California: el cultivo legal y a gran escala de marihuana.
Y como lo más probable es que los electores aprueben
el consumo de marihuana con fines recreativos en noviembre, California, que ya
se ha convertido en el mercado legal de marihuana más grande del mundo,
resplandece ante la promesa de ganancias que exceden por mucho las obtenidas
por las tiendas y los productores de marihuana en Washington o Colorado, los
primeros estados en aprobar su consumo recreativo.
“No hay duda de que a la gente le brillan los ojos al
pensar en el mercado de California”, comenta Troy Dayton, director ejecutivo de
ArcView Group, una empresa de investigación en la región de la Bahía de San
Francisco que se especializa en la marihuana. “Es enorme, y los californianos tienen
una gran fascinación por el cannabis”.
En busca de beneficios fiscales, las ciudades que se
encuentran a lo largo del desierto del sur de California, como Adelanto y
Desert Hot Springs, se han apresurado para ser las primeras en permitir el
cultivo comercial de marihuana. El precio de los terrenos se triplicó casi de
la noche a la mañana, ya que los emprendedores compraron cada centímetro de
propiedad donde se permite el cultivo de marihuana, que se ubica casi en su
totalidad en pleno desierto, con nada más que unos cuantos árboles de Josué y
cardos.
Y celebridades que durante años han estado a favor del
consumo de marihuana también quieren un pedazo del pastel: músicos como Snoop
Dogg y uno de los hijos de Bob Marley, Ky-Mani Marley, se han reunido con
funcionarios en busca de permisos para la marihuana que se cultiva aquí.
A pesar del frenesí, en algunos rincones del estado
crece la ansiedad ante la posibilidad de que el dinero corporativo eliminará no
solo a los pequeños productores, sino también los valores hippies que han sido
una parte fundamental del lugar que ocupa la marihuana en la cultura
californiana.
Tommy Chong, integrante del famoso dueto cómico Cheech
and Chong, ha sido desde siempre sinónimo de la cultura clandestina del consumo
de marihuana en California, ya que cultiva sus propias plantas y fabrica pipas
de agua de botellas de kombucha en su casa de Los Ángeles. Ahora sus
representantes están en negociaciones con una compañía de Adelanto para
producir en serie su marca de marihuana legal, “Chong’s Choice”, aquí.
Pero Patrick Murphy, productor de cannabis en el
condado de Humboldt, una exuberante área en la costa noroeste afamada por el
cultivo de marihuana de gran calidad, dijo que ya había visto una “absorción
empresarial” de la industria de la marihuana en muchos otros estados.
“En California, en especial en Humboldt, tenemos un
código de ética: respeto a la tierra y respeto a la gente”, explica, “no quiero
que esa cultura se vea remplazada por tipos en trajes de 5000 dólares”.
Veintitrés estados permiten algunos tipos de marihuana
legal, y hasta 20 considerarán tomar medidas en las urnas para que su
restricción sea más laxa este año.
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Marihuana en un dispensario en Oakland, California.
Están por eliminarse los límites en el número de plantas que los productores
californianos pueden cultivar. Credit Jason Henry para The New York Times
Ahora California está llevando a cabo el mayor
esfuerzo en la historia del país para sacar a la marihuana del mercado negro.
Las ventas de marihuana medicinal en California llegaron a los 2700 millones de
dólares el año pasado, que representan casi la mitad de las ventas de marihuana
en el país, de acuerdo con ArcView y New Frontier, otra compañía de investigación
de cannabis. De acuerdo con los expertos, la aprobación de la marihuana para
consumo recreativo en noviembre podría duplicar el mercado aquí para el año
2020.
Le ley entrará en pleno efecto para 2018, cuando un
zar de la marihuana medicinal instituirá permisos, pruebas de productos y un
seguimiento de “la semilla a la venta”. No solo se transparentaría el modelo
comercial que solo acepta efectivo —ya que conforme a las leyes federales está
prohibido hacer negocios con empresas que cultivan, venden o procesan
marihuana— sino además la industria en su totalidad.
“Esta industria se ha visto oscurecida”, dice Rob
Bonta, un legislador estatal que copatrocinó las nuevas leyes que regulan la
marihuana, y que el gobernador Jerry Brown aprobó en octubre. “Cada vez se
legitima más como negocio, y ahora esperamos que los negocios puedan salir de
las sombras”.
En Desert Hot Springs, CalCann Holdings, una sociedad
de control que vende marihuana medicinal, está planeando construir un
invernadero de alta tecnología, además de una cocina para producir productos
comestibles para sus dispensarios en el condado de Orange. La compañía espera
producir 3,6 toneladas de marihuana al año en cuatro o cinco cosechas anuales.
Con la legalización de la marihuana, explica Aaron
Herzberg, asesor general de CalCann, compañías como la suya podrán “introducir
técnicas agrícolas modernas a la producción de cannabis”.
“Estamos en transición para salir de lo que antes era
la ley de la selva en el lejano oeste. Será como lo que sucedió con el alcohol,
no puedes simplemente instalar un alambique y producirlo en tu garaje. Tienes
que solicitar permisos y pagar impuestos”, agregó.
Un grupo de agricultores del condado de Humboldt,
entre los que se encuentra Murphy, han acordado vender su cannabis bajo una
misma bandera, Emerald Family Farms, para competir con los megaproductores,
como el que CalCann está planeando.
“El cannabis comenzó como una contracultura”, explica
Ryan McIntosh, agricultor de cannabis. “Creo que habrá algunas personas que no
tendrán interés alguno en comprarle a conglomerados que producen cannabis a
gran escala”.
A pesar de todo, a McIntosh, de 42 años, le entusiasma
esta nueva era en la que podría dejar de preocuparse porque sus hijos sean
testigos de su arresto en una redada: “Ya no quiero esconderme más”, dice.
Adelanto, una comunidad agreste en el desierto alto al
noreste de Los Ángeles, espera convertirse en una meca de la marihuana muy
distinta a la del condado de Humboldt. El Alcalde Richard Kerr, quien imagina
una fila de invernaderos de cannabis de alta tecnología donde ahora solo hay un
valle desértico, dijo que los agricultores podrían necesitar construir plantas
solares para producir toda la energía necesaria para producir más de 100
toneladas de marihuana al año.
Kerr calcula que el ingreso fiscal anual proveniente
de los agricultores de marihuana podría llegar a los 10 millones de dólares,
que equivale aproximadamente al monto del presupuesto de la ciudad del año
pasado.
Teniendo en cuenta el estado de sequía constante en el
estado, los productores ya comenzaron a anunciarse como ecológicos, a pesar de
toda la electricidad que se requiere para producir marihuana en interiores.
“Todos tienen sistemas de irrigación, en los que el
agua regresa al suelo y pueden reciclarla. Estamos tratando de adoptar una
postura ecológica”, comenta Kerr.
Mientras vendía galletas de niñas exploradoras afuera
de un supermercado con su nieta, Sherree Harris-Johnson, de 57 años, comentó
que su opinión acerca de la marihuana había cambiado después de que escuchó que
las empresas que la producen tendrían que contratar a la mitad de sus empleados
localmente. El desempleo en Adelanto se mantiene por encima del 10 por ciento,
y las cárceles son las principales fuentes de trabajo.
“Todo lo que quiero es que generen algunos empleos”,
dijo Harris-Johnson.