DON BOSCO

DON BOSCO
"BUENOS CRISTIANOS Y HONRADOS CIUDADANOS"

XI SÍNODO ARQUIDIOCESANO

Carta pastoral del Arzobispo de Córdoba



Queridos hermanos y hermanas:

Tengo el agrado de dirigirme a ustedes, a través de esta carta pastoral, para hacer un importante anuncio que nos concierne a todos y nos compromete de un modo especial: la realización de un nuevo Sínodo arquidiocesano. El episodio de la Visitación de María Santísima a su pariente Isabel, su narración en el evangelio según san Lucas (cf. Lc. 1, 39-45) y las recientes y ricas enseñanzas del Papa Francisco, nos brindan la inspiración necesaria para reflexionar acerca de este importante acontecimiento eclesial: “María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.”

1. La visita de María a su prima y la visita de Dios a su Pueblo
En la Solemnidad de Nuestra Señora del Rosario del Milagro, Patrona de nuestra Arquidiócesis,  este evangelio nos permite contemplar a María como símbolo y realidad de toda la Iglesia que se pone al servicio del cuidado de la vida. Ella es  “la servidora del Señor” (1,38) y de los hermanos. Saliendo al encuentro, en actitud misionera, posibilita que Dios visite a su Pueblo. En el saludo de María se derrama el Espíritu de Dios: “en cuanto oí tu saludo el niño saltó de alegría en mí seno e Isabel se llenó del Espíritu Santo” (1,41). En la palabra de María está la Palabra de Dios. En la compañía de la Madre se encuentra contenida la presencia del Hijo. En la visita de la Virgen se hace perceptible la cercanía de Dios, no sólo para Isabel sino, además, para Juan Bautista que se estremece al palpar la proximidad de la gracia. Hay un encuentro visible entre María e Isabel y un encuentro no visible, aunque perceptible y real, entre Jesús y Juan Bautista. El Señor y el último profeta, por primera vez, se encuentran y se reconocen. María es allí  mediadora, servidora, peregrina y misionera. Dios -junto a su Pueblo- es el Peregrino, el Caminante. Jesús se dice y se hace, a sí mismo, Camino (cf. Jn 14,6). Resucitado transita con los suyos (cf. Lc 24, 13-35). Las primeras comunidades se llamaban “los del camino” (Hch 9,2). Esta imagen del camino, muy profunda en la Bibliahabla de dinamismo, movimiento, viaje, peregrinación, itinerario, andanza, desplazamiento y traslado. El camino es una identidad. Somos el camino que hacemos y hacemos el camino que somos. Aún hoy los cristianos, junto a María, salimos hacia una tierra de promesas, buscando las huellas invisibles de Dios por los senderos de la historia.

2. Salida misionera de la Iglesia: el llamado del Papa Francisco

La visita de María, salida de servicio, nos hace pensar en el dinamismo de la Iglesia. Como afirma el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia. Hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una decididamente misionera. Avanzar en el camino de la conversión pastoral no puede dejar las cosas como están. Es preciso abandonar el cómodo criterio del «siempre se ha hecho así». Repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Lo importante es no caminar solos. Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, está llamada a la conversión misionera, en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio y hacia los nuevos ámbitos socioculturales; a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma. Hoy suele hablarse de un exceso de diagnóstico que no siempre está acompañado de propuestas superadoras, realmente aplicables. Aliento a todas las comunidades a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos. La Iglesia en salida es de puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es detener el paso, dejar de lado la ansiedad, mirar a los ojos y escuchar, renunciar a las urgencias, acompañar al que se quedó al costado del camino. Tenemos un tesoro de vida. No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo. Caminar con Él que caminar a tientas. Escucharlo que ignorar su Palabra. Contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. Tratar de construir el mundo con su evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. El verdadero misionero sabe que Jesús camina con Él, habla con Él, trabaja con Él. Percibe a Jesús vivo. Buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama”. Cada uno debe tener esta secreta convicción: Yo soy una misión en esta tierra y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo en esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar y liberar”. Es preciso volver al primer anuncio de la fe para ser felices y descubrir la vida en plenitud. Tenemos que “salir para encontrar a Dios,  escuchar,  bendecir, caminar con la gente. Se trata de un cambio en el testimonio. La Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción. El testimonio despierta curiosidad. Con el testimonio podemos incidir en los núcleos más profundos, allí donde nace la cultura. Estamos recorriendo juntos un camino y lo hacemos siguiendo las huellas de muchos que nos han precedido”.

3. Un nuevo Sínodo para profundizar la gracia de nuestro camino eclesial

Para asumir el anuncio renovado del evangelio y propiciar, con mayor compromiso nuestro Plan Pastoral, luego de orar, consultar y discernir -como Obispo y Pastor de esta Arquidiócesis- deseo ser fiel a una gracia inspiradora y anunciar a todo el Pueblo de Dios la intención de convocar un nuevo Sínodo, el decimoprimero de nuestro peregrinar.  Nuestra Arquidiócesis es muy rica en su historia eclesial y sinodal. Es la que más Sínodos ha realizado. Somos la Iglesia particular de mayor sinodalidad en Argentina. Desde su origen, los Sínodos estuvieron presentes en esta tierra organizando la misión evangelizadora. ¿Qué es un Sínodo? Es una asamblea representativa de todo el Pueblo de Dios que camina en una Iglesia particular, la cual es convocada por su Obispo para encontrarse fraternalmente,  dialogar, discernir, celebrar y legislar sobre algunos aspectos de la vida eclesial que sean de particular interés. Es -ante todo- una gracia de Dios: histórica, profética y extraordinaria. Es una gracia histórica: señala distintas etapas en el proceso de una determinada comunidad eclesial. Es una gracia profética: discierne los signos de los tiempos en una comunidad que se pone a la escucha de lo que Dios quiere y pide de ella. Supone estar contemplativamente atento a lo “que el Espíritu dice”  (cf. Ap 2,7.11) en el discernimiento comunitario. Es una gracia extraordinaria: marca un antes y un después en la memoria eclesial. Nos hace conscientes y corresponsables del rumbo a seguir. No es un don ordinario y habitual. Es singular y significativo. El sujeto eclesial del Sínodo es la comunidad entera. Todos somos agentes sinodales, destinatarios e  interlocutores. Hay quienes, por su rol y función, están más comprometidos. Sin embargo, todo bautizado –miembro de esta Iglesia- está convocado, desde su lugar, a participar.

4. El XI Sínodo: continuidad y novedad a la vez

Nuestra Iglesia de Córdoba no empieza a caminar ahora, con este nuevo Sínodo. Lo viene haciendo desde su origen. Todo Sínodo genera expectativas y resistencias y supone una conversión pastoral y una revisión continua del espíritu, las actitudes, las estructuras y el estilo de Iglesia que somos. Ciertamente hay una línea de continuidad y discontinuidad con los Sínodos anteriores. A la luz del nuevo seguramente se resignificará el anterior, debido a que es el más cercano en el tiempo y sigue conservando interesantes perspectivas. Seguramente se cobrará una nueva visión de todo lo realizado en estos años con nuestro Plan Pastoral. Cada nuevo Sínodo –a su vez-  es una gracia distinta en el ensayo de nuevos caminos. Manifiesta la autoconciencia eclesial, con luces y sombras, desde una historia compartida, un pasado rico, un presente desafiante y un futuro colmado de promesas. Pasado, presente y futuro de esta Iglesia particular que hace memoria y actualiza su camino. Un Sínodo constituye un itinerario pascual con gozos y entregas. Cierra y abre ciclos. Es un acontecimiento eclesial que nace de la inspiración del Espíritu y se confirma, con la asistencia del discernimiento de la comunidad, escuchando a los que caminan junto a nosotros, sintiendo la vida del cuerpo eclesial y protagonizando los nuevos rostros de la Iglesia. Este andar sinodal se realiza en un proceso. Empezaremos la etapa preparatoria, la cual supone la predisposición favorable y activa de toda la comunidad en la dimensión espiritual, teológica y pastoral para recibir y vivir tal gracia. Un Sínodo no se improvisa y es mucho más que una reunión de toda una Iglesia particular. No hay que identificarlo, sin más, con su Documento final. Ése será seguramente uno de sus frutos, aunque ciertamente no agotará la riqueza de toda la experiencia sinodal. Tampoco el Sínodo es una realidad que se agregue a todo lo que venimos haciendo, algo añadido. Es la explicitación de lo que venimos realizando y la confirmación de que nuestro Plan Pastoral ha sido siempre un camino con espíritu sinodal: fraterno, colegiado, participativo y dialogado, inspirado en el horizonte de la Iglesia-Comunión. Tenemos –entonces- que vivir este tiempo en estado sinodal, disfrutando de la experiencia de caminar juntos. Este Sínodo es para toda nuestra Iglesia particular y para toda la sociedad cordobesa a la que queremos servir sin invadir, ni imponer. Deseamos, hacia adentro y hacia afuera, un diálogo de encuentro e inculturación que nos permita cuestionarnos acerca de qué Iglesia conformamos, qué estilo de ministerio sacerdotal y de ministerios laicales deseamos vivir, qué carismas propician mejor la comunión, qué estructuras eclesiales necesitan ser revisadas, qué protagonismo deben asumir los laicos, qué realidades socio-culturales promueven el ejercicio de nuevas ciudadanías, qué participación es preciso asumir en el modelo de país que soñamos, qué diálogo promover con la sociedad, qué aporte potenciar -a partir de los nuevos contextos emergentes- de las familias, las nuevas pobrezas, las diversas juventudes, las nuevas expresiones espirituales, la religiosidad popular, etc. Estas son, entre muchas otras, las situaciones por las que debemos sentirnos cuestionados en este Sínodo.

5. La sinodalidad, expresión de la Iglesia-Comunión

Un Sínodo nos permite ser permeables a toda la realidad eclesial y social tomando conciencia de que estamos vivos. Nos reconocemos en camino y lo hacemos transitando un diseño de Iglesia y una manera concreta de encarnarlo y vivirlo. Como en todas las épocas de la historia, también hoy tenemos una forma determinada de ser Iglesia: hablar de Iglesia-Comunión, Iglesia-Participación; Iglesia-Enlace; Iglesia Colegiada; Iglesia dialogal son diversas maneras de afirmar la permanente sinodalidad eclesial.  Las expresiones del  Papa Francisco -“La Iglesia no es un museo de santos sino un hospital de pecadores”; “no es una ONG” sino la “Casa de todos, “Hospital de Campaña”, Comunidad de “puertas abierta”; de “periferias existenciales” y “en salida”- nos ayudan a descubrir las nuevas metáforas y representaciones de la comunidad eclesial: Iglesia abierta, Samaritana y con rostro humano. El Sínodo es expresión de nuestro estado de misionalidad: salida y envío para la comunión. Misión y comunión conforman una sola expresión sinodal: “la comunión esencialmente se configura como comunión misionera. Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el evangelio a todos, en todos los lugares y en todas las ocasiones”. Es por eso que no queremos ser ajenos a nuestro entorno, sus voces, reclamos, cuestionamientos, búsquedas, sufrimientos y logros. Somos parte de este presente. Lo protagonizamos.  

6. María, la Iglesia y nuestra Arquidiócesis en salida

Al terminar esta Carta Pastoral vuelvo la mirada al evangelio de la visitación, el cual es el texto  inspirador de este nuevo Sínodo. Allí contemplamos a María, discípula y misionera que -desde siempre- ha hecho suyo nuestro camino, poniendo a toda la Arquidiócesis en movimiento y salida. ¿Cuáles son los objetivos de este nuevo Sínodo?: el anuncio del evangelio, especialmente el primer anuncio de la fe en este presente de Argentina y de Córdoba; además es la respuesta de nuestra comunidad al llamado de los últimos Papas de una Iglesia en diálogo y en salida y, por último y no menos importante, para seguir profundizando la gracia comunitaria de nuestro Plan Pastoral. En este presente, Dios quiere darnos una nueva y especial oportunidad de gracia, privilegio y desafío que nos alienta con la esperanza de seguir construyendo juntos: aunque parezca que a veces las sombras opacan los horizontes, la mano invisible y providente de Dios siempre enciende luces.  Lo que para algunos es anochecer, para otros es amanecer. Sabemos que no basta analizar la realidad desde una mirada meramente sociológica. Es preciso, además, interpretarla desde la contemplación de la fe: preguntarnos por la voluntad de Dios, descubriendo su designio de salvación en acción. En todo esto nos auxilia María “la Madre de la Iglesia evangelizadora. Sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización. Es la misionera que se acerca para acompañarnos. Como verdadera Madre, camina con nosotros, camina en la fe. Su excepcional peregrinación representa un punto de referencia constante para la Iglesia. Ella se dejó conducir por el Espíritu hacia un destino de servicio. Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. María es nuestra Señora de la prontitud, la que sale para auxiliar a los demás sin demora. Esta dinámica de caminar hacia los demás es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. A la Madre del evangelio viviente le pedimos que interceda para que esta invitación, a una nueva etapa evangelizadora, sea acogida”. Para finalizar les pido que oremos la misma plegaria con la que el Papa Francisco cierra la Exhortación Apostólica “Evangelii Guadium”:

“Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
ayúdanos a decir nuestro «sí»
ante la urgencia de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Consíguenos un nuevo ardor para llevar a todos el evangelio de la vida.
Danos la audacia de buscar nuevos caminos.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos para que la alegría del evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén”.

+ Carlos J. Ñañez

4 de Octubre de 2015.
Nuestra Señora del Rosario del Milagro,
Patrona de la Arquidiócesis de Córdoba.

Anexo

El Plan Pastoral y el XI Sínodo: un mismo caminar como Iglesia arquidiocesana

Existe una conexión pastoral muy estrecha entre el Plan Pastoral y el próximo Sínodo. El Plan Pastoral ha preparado, en cierto modo, un camino, un estilo y un espíritu sinodal en nuestra Arquidiócesis y, por otra lado, este Sínodo del siglo XXI que viviremos resignificará y confirmará el camino eclesial realizado a lo largo de estos años. Ésta es una buena ocasión para hacer una memoria agradecida del Plan Pastoral Arquidiocesano, el cual tuvo su origen en el proceso iniciado a partir del año 1999 con la preparación del gran Jubileo del año 2000,  el  Encuentro Eucarístico Nacional de ese mismo año y la Consulta de la Conferencia Episcopal Argentina al iniciar la revisión del Documento Líneas Pastorales para la Nueva Evangelización. Con las primeras Jornadas Pastorales, en el año 2000, respondimos a la invitación que el Papa Juan Pablo II hiciera a toda la Iglesia y que, posteriormente, reafirmara el Papa Benedicto XVI: un renovado anuncio del evangelio en el ámbito de las Iglesias locales (cf. NMI, 29). En esa etapa preliminar fuimos poniendo nombre a lo vivido y los frutos visibles de esos primeros años constituyeron las Líneas y los Criterios Pastorales (2001-2002).  Las Líneas trazaban un punto de partida que permitían explicitar una dirección y los Criterios concretaban el modo de vivir y caminar eclesialmente. 

A partir de los años 2003-2006 comenzó, específicamente, la elaboración del Plan Pastoral y delineamos el Rostro Ideal de nuestra Iglesia, plasmado en siete ideas fuerza junto a la elaboración del Diagnóstico Pastoral que contenía los aspectos más desafiantes de la realidad en siete núcleos diagnósticos. Durante el año 2006 se identificaron Cuatro Procesos Fundamentales y los momentos del itinerario pastoral: kerygmático, comunitario y misional. En cada uno de ellos se propusieron planes cortos. En la actualidad ya estamos en el tercer plan corto (2014-2016) del momento comunitario. A lo largo del recorrido, han existido diversos grados de recepción y compromiso con el Plan Pastoral, críticas constructivas y aportes valiosos junto a una intensa participación. Nos dispusimos a un “salir” en comunidad, de todos y a todos.. Vamos percibiendo que el Plan Pastoral no es algo más por hacer, sumado a todo lo que ya se realiza. Es un espíritu común que nos anima a evangelizar y se  recrea de acuerdo a la realidad de cada comunidad. Este renovado anuncio del evangelio se une a una larga historia. Somos herederos de una vida y una tradición que se remontan a los orígenes de nuestra Arquidiócesis. 

A la vez tenemos conciencia que  necesitamos situarnos en un nuevo paradigma de conversión pastoral, el Sínodo será una oportunidad de asumir, verdaderamente, una evangelización nueva en sus expresiones, métodos y ardor.