Por Rosendo Fraga
La Argentina tiene un fenómeno particular que es difícil de entender desde el exterior: el peronismo. Es partido, movimiento, doctrina, ideología y cultura política al mismo tiempo; también es oficialismo y oposición simultáneamente. En la preelección del 14 de agosto, el peronismo oficialista obtuvo con Cristina Kichner el 50% de los votos, pero el peronismo opositor, con las candidaturas de Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, reunió otro 21%. Ahora, parte de sus legisladores están pasándose al oficialismo. El peronismo puede crear cierta sensación de caos, pero al mismo tiempo es el que facilita la gobernabilidad de un país complejo, ambiguo y contradictorio como es la Argentina.
En cuanto al éxito electoral de Cristina Kirchner, responde a tres causas: la primera y obvia es la economía. Según el FMI, la Argentina este año es el país del mundo que más crecerá después de China -aunque también es el segundo en inflación- y tiene un récord de consumo. La segunda es la división e incapacidad de la oposición: que el segundo más votado obtenga sólo 12% evidencia un fraccionamiento inédito no sólo para la historia argentina, sino comparándolo con el contexto latinoamericano. La tercera es que el oficialismo, además de contar con los recursos del estado, usó mucho mejor los factores emotivos y sentimentales del voto -cada vez más importantes según estudios internacionales-, como la imagen de Scioli con su esposa rezando la semana antes de las elecciones.
Cristina tuvo la mayoría del voto popular y parte de la clase media y ello se debió a las tres causas mencionadas precedentemente. Pero hay que recordar que el país votó dividido en dos: 50% por el oficialismo y 50% por la oposición. El impacto lo generó la gran división del voto opositor, lo que dio una ventaja para el oficialismo de 38 puntos.
Con una oposición unida y bien articulada a lo mejor el oficialismo obtenía cuatro o cinco puntos menos, pero además el voto opositor no se hubiera dispersado y entonces la elección se hubiera planteado entre dos bloques relativamente equivalentes. Aunque el oficialismo finalmente ganara en segunda vuelta, la situación política sería muy distinta.
En cuanto a la economía en crecimiento y su influencia en el resultado, cabe recordar que en 2009, cuando el Gobierno perdió las elecciones legislativas, el PBI cayó 3% y el desempleo aumentó. En cambio, en 2011 ha crecido 8% y el desempleo bajó. Pero además Kirchner era una figura desgastada por casi ocho años de ejercicio del poder y su muerte hizo que Cristina apareciera como una figura nueva. En realidad, el gobierno de Cristina en soledad, tendrá sólo un año al momento de la elección presidencial, el 23 de octubre.
Todo esto explica el resultado de agosto y nada sustancial a cambiado para la elección presidencial.
Hacia el futuro, un nuevo gobierno de Cristina tiene ventajas en lo político: probablemente ganará con más del 50%, tendrá mayoría en las dos cámaras y la oposición estará dividida y desarticulada. Posiblemente sus dificultades estarán ahora en la economía, dada la evolución de la crisis global y los efectos que comienzan a sentirse en la Argentina -baja del precio de la soja, fuga de capitales, etc.-. Si bien estos contratiempos no influirán en la elección, sí tendrán efectos a partir de 2012, como sucederá seguramente en todo el mundo.
En realidad, el 10 de diciembre culminará la etapa kirchnerista y comenzará el gobierno cristinista. Pero entre ambos modelos hay puntos de contacto fuertes, como la búsqueda de una mayor concentración de poder. Si hubiese una reforma constitucional seguramente sería para permitir otro mandato consecutivo de Cristina en 2015. Alfonsín, Menem y Kirchner buscaron reformar la Constitución para permanecer más tiempo en el poder, aunque sólo lo consiguió el segundo.
En lo que hace a la sociedad, el kirchnerismo la ha dividido a favor y en contra, aunque gran parte es independiente y de acuerdo a las circunstancias puede inclinarse hacia un lado u otro, como sucedió a favor de la oposición en 2009 y del oficialismo en 2011. Hay cierta moderación en el discurso de Cristina, pero probablemente sea un cambio debido a la campaña. sin que ello implique que en un nuevo mandato va cambiar su enfoque político.
El argentino en general se muestra escéptico, pero en lo inmediato, ve una economía que está funcionando y esto lo hace tener también una esperanza a corto plazo. La economía ha sido el punto fuerte del Gobierno para ganar la elección, pero posiblemente será el primer problema de la agenda de gobierno posterior al 23 de octubre.
Pero el objetivo político-electoral inmediato es superar el 52% obtenido por Alfonsín en 1983. De hacerlo, Cristina habría sido reelecta, obteniendo el mayor porcentaje de votos desde el reestablecimiento de la democracia. Pero si superar el 61%, sería el mayor porcentaje en más de medio siglo y superaría a Perón que tuvo dicha cifra en setiembre de 1973.
5-10-11