Frente al desánimo
Dr. Guillermo Serpa Guiñazú (*)
Últimamente existe una marcada tendencia, aunque no resulte un planteo novedoso, a entender que la denominada guerra contra el narcotráfico se está perdiendo. Creo que una aseveración de esa naturaleza resulta al menos riesgosa; es más, afirmar esto es un mensaje dañino para con la sociedad que desconoce las implicancias del caso y lleva a concluir que el crimen organizado transnacional, del que el narcotráfico es una de sus manifestaciones más importantes, está no sólo instalado en el país, sino que ha cumplimentado exitosamente su “cursus honorem” al invadir, contaminar y corromper no sólo las estructuras administrativas internas del Estado, sino también su economía, afectando seriamente a los otros poderes, léase Legislativo y Judicial.
Es oportuno recordar que cuando se presentó la Nueva Estrategia Hemisférica sobre Drogas en el ámbito de la CICAD/OEA, se estableció en su párrafo de apertura que “El problema mundial de las drogas, incluidos sus costos políticos, económicos, sociales y ambientales, constituye un fenómeno complejo, dinámico y multicausal, que impone un desafío a los Estados y a sus gobiernos. Lejos de constituir una preocupación local o regional, este problema exige ser abordado de forma integral, equilibrada y multidisciplinaria y requiere, al hacerlo, la responsabilidad común y compartida de todos los Estados y sus respectivas comunidades”.
Esta nueva estrategia define desafíos y un camino a seguir por parte de los Estados miembros en el hemisferio. Por tanto, lejos de considerar que estamos ante una “guerra” perdida, sería mejor acuñar la nueva terminología de “enfrentar” el problema, sin que el cambio de denominación y la carga de dramatismo implique, de manera alguna, no entablar acciones comunes eficientes, enérgicas, equilibradas y contundentes, respecto del serio problema de las drogas.
Es oportuno recordar que cualquier acción fracasará si no se actúa en forma coordinada interna y externamente, tornando ilusoria la tan mentada cooperación internacional.
Este nuevo enfoque, respetuoso de los derechos humanos en la implementación de políticas, considera la evidencia científica como base para el establecimiento de las mismas. Así lo ha manifestado el Secretario Ejecutivo de la CICAD, Embajador James Mack, en su presentación de junio de 2010, donde también afirma que no se está en contra, sino en la búsqueda del bienestar del individuo, de ahí la confirmación que el bien jurídico a tutelar debe ser la salud pública, sin concesiones de ninguna naturaleza que atenten contra este objetivo.
Finalmente en tal presentación, expresa que “los gobiernos necesitan implementar controles estrictos para prevenir el tráfico ilícito de drogas y contener las serias amenazas a la seguridad que, como se ha visto recientemente, la criminalidad organizada le impone al propio Estado”.
La región cuenta lamentablemente con algunos ejemplos que debemos considerar. Si se actúa en consecuencia y en forma coordinada, nuestro costo será mucho menor.
(*) Especialista en criminalidad transnacional organizada.
Revista Hablemos, Nº 36.
Dr. Guillermo Serpa Guiñazú (*)
Últimamente existe una marcada tendencia, aunque no resulte un planteo novedoso, a entender que la denominada guerra contra el narcotráfico se está perdiendo. Creo que una aseveración de esa naturaleza resulta al menos riesgosa; es más, afirmar esto es un mensaje dañino para con la sociedad que desconoce las implicancias del caso y lleva a concluir que el crimen organizado transnacional, del que el narcotráfico es una de sus manifestaciones más importantes, está no sólo instalado en el país, sino que ha cumplimentado exitosamente su “cursus honorem” al invadir, contaminar y corromper no sólo las estructuras administrativas internas del Estado, sino también su economía, afectando seriamente a los otros poderes, léase Legislativo y Judicial.
Es oportuno recordar que cuando se presentó la Nueva Estrategia Hemisférica sobre Drogas en el ámbito de la CICAD/OEA, se estableció en su párrafo de apertura que “El problema mundial de las drogas, incluidos sus costos políticos, económicos, sociales y ambientales, constituye un fenómeno complejo, dinámico y multicausal, que impone un desafío a los Estados y a sus gobiernos. Lejos de constituir una preocupación local o regional, este problema exige ser abordado de forma integral, equilibrada y multidisciplinaria y requiere, al hacerlo, la responsabilidad común y compartida de todos los Estados y sus respectivas comunidades”.
Esta nueva estrategia define desafíos y un camino a seguir por parte de los Estados miembros en el hemisferio. Por tanto, lejos de considerar que estamos ante una “guerra” perdida, sería mejor acuñar la nueva terminología de “enfrentar” el problema, sin que el cambio de denominación y la carga de dramatismo implique, de manera alguna, no entablar acciones comunes eficientes, enérgicas, equilibradas y contundentes, respecto del serio problema de las drogas.
Es oportuno recordar que cualquier acción fracasará si no se actúa en forma coordinada interna y externamente, tornando ilusoria la tan mentada cooperación internacional.
Este nuevo enfoque, respetuoso de los derechos humanos en la implementación de políticas, considera la evidencia científica como base para el establecimiento de las mismas. Así lo ha manifestado el Secretario Ejecutivo de la CICAD, Embajador James Mack, en su presentación de junio de 2010, donde también afirma que no se está en contra, sino en la búsqueda del bienestar del individuo, de ahí la confirmación que el bien jurídico a tutelar debe ser la salud pública, sin concesiones de ninguna naturaleza que atenten contra este objetivo.
Finalmente en tal presentación, expresa que “los gobiernos necesitan implementar controles estrictos para prevenir el tráfico ilícito de drogas y contener las serias amenazas a la seguridad que, como se ha visto recientemente, la criminalidad organizada le impone al propio Estado”.
La región cuenta lamentablemente con algunos ejemplos que debemos considerar. Si se actúa en consecuencia y en forma coordinada, nuestro costo será mucho menor.
(*) Especialista en criminalidad transnacional organizada.
Revista Hablemos, Nº 36.