Agustín Basilio de la Vega
Xalapa, 17 de mayo de 2017
La Doctrina Social de la Iglesia es el conjunto de
enseñanzas que ha copilado la Iglesia Católica a lo largo de su historia para
que actúen los fieles en el mundo concreto de lo político, económico y social.
La fundó Jesús en el mismo momento que predicó el amor al prójimo, la justicia
y la paz entre los hombres.
En el evangelio y el magisterio de la Iglesia están
sus fuentes fundamentales y en todas las épocas se han hecho pronunciamientos
que se aproximan a la síntesis que hoy se conoce a partir de la Encíclica Rerum
Novarum. Clérigos como el padre Vitoria y muchos jesuitas defendieron, por
ejemplo, los derechos humanos ante las injusticias que se cometieron en su
tiempo.
La Revolución Industrial fue el detonante de la
constitución de un cuerpo doctrinal específico que, poniendo en el centro la
dignidad de la persona humana enseñara a construir el bien común haciendo de
lado el egoísmo, la explotación y la lucha entre clases.
La Doctrina Social de la Iglesia es para los laicos no
para clérigos y religiosos que mucho tienen que hacer como ministros y
evangelizadores. La DSI es la guía para actuar todos los días y en todo momento
en la vida cotidiana: los médicos, los ingenieros, los profesores, los
servidores públicos, los empresarios, los políticos, los agricultores,
etcétera, encuentran en ella las claves para actuar y hacer realidad el
evangelio.
Los principios fundamentales de la DSI parten de la
concepción antropológica cristiana del hombre. Su eminente dignidad, el bien
común como principio y fin de toda sociedad y gobierno, la solidaridad y
subsidiaridad como principios fundamentales de organización social y la
participación en la vida común como exigencia para todos. El evangelio llama a
vivir con dignidad y a construir el paraíso aquí y ahora.
“Amar al prójimo como a ti mismo” es la piedra angular
de la DSI, por lo que es una doctrina humanista. De los tres principios de la
Revolución Francesa, la DSI enaltece la fraternidad que está en el centro, ya
que se encuentra a la izquierda la igualdad y a la derecha la libertad.
Ni comunismo-socialismo, que quiere dirigir la vida de
las personas ni el capitalismo-liberalismo, que pierde a las personas en el
egoísmo, la DSI promueve el solidarismo y por lo tanto que cada ciudadano vea
en el otro el rostro de Jesús aun en el más humilde de los integrantes de la
sociedad.
Desde 1891 en que el papa León XIII emitió la primera
encíclica hasta la Laudo Si del papa Francisco, durante más de 120 años se ha
exhortado a los laicos que ocupan responsabilidades sociales, económicas y
políticas a trabajar por la vida, la familia, los derechos humanos, la paz, la
justicia laboral, el progreso de los pueblos, la solidaridad con los más
pobres, la autoridad política mundial, la propiedad como un medio y no un fin,
la promoción de sociedades intermedias, etcétera.
En Alemania la Unión Demócrata Cristiana (católicos,
evangélicos y ateos) han hecho suyas estas enseñanzas y han reconstruido su
patria de manera sorprendente con democracia, economía social de mercado y
mucho trabajo social. No es el único ejemplo de éxito de la aplicación de esta
doctrina, pero si quizá el más audaz. Aquí en México, si muchos cristianos la
conociéramos y pusiéramos en práctica también podríamos lograr resultados
positivos.