Santiago MARTÍN, sacerdote
catolicos-on-line, 31-3-17
El efecto Trump se empieza a notar en lo concerniente
a la defensa de la vida, no sólo por haber prohibido el uso de fondos públicos
norteamericanos para financiar el aborto en otros países, sino por el cambio
radical que ha introducido la nueva embajadora de Estados Unidos ante la ONU
con respecto a la política llevada a cabo por su predecesor.
Estados Unidos se ha negado rotundamente a que el
aborto sea considerado un derecho y, además, a que su aprobación sea utilizada
como arma de presión para condicionar la ayuda los países menos desarrollados.
El malestar de muchos países europeos -liderados, por desgracia, por España- ha
sido notorio, pero Estados Unidos no ha retrocedido e incluso ha encontrado
apoyo en países que hasta ahora eran menos firmes en la defensa de la vida, así
como en otros que han dado esa batalla en solitario desde hace años, como la
Santa Sede o Polonia.
Aún es pronto para ver el efecto que está nueva
política norteamericana tendrá y si será capaz de frenar y aún revertir la
marea pro muerte que se difunde como una plaga por el mundo. En todo caso, es
algo que los católicos debemos destacar y apoyar. De Trump se cuentan sólo las
cosas malas, sus meteduras de pata e incluso sus exageraciones que algunos
califican directamente de mentiras. Me parece que es justo que alguien diga lo
que hace bien, aunque posiblemente lo que para un católico es bueno, para los que
no aman la vida humana desde su concepción no lo sea tanto.
Quizá este campo de la defensa de la vida podría ser
el lugar de encuentro entre la nueva administración norteamericana y el
gobierno de la Iglesia universal. Hay sin duda muchas cosas que enfrentan a
ambas administraciones, pero creo que para el bien de la humanidad sería mejor
cooperar que estar enfrentados y para eso, como en el ecumenismo, hay que
partir de potenciar lo que nos une en lugar de fijarse sólo en lo que nos
separa.
Sería maravilloso que el Papa lograra convencer a Trump de que
impulsara una política más compasiva hacia los inmigrantes ilegales o más
solidaria con los necesitados. Pero mientras ese momento llega, se puede
empezar por defender juntos la vida del no nacido, del anciano y del enfermo,
así como la defensa de una visión del hombre totalmente alejada de la ideología
de género. No sé si es más lo que nos separa que lo que nos une, pero desde
luego lo que nos une es mucho y a partir de ahí podemos tender puentes para superar
lo que nos separa.