Red Patriótica Argentina, 27 Mar 2017
RENTA BÁSICA
Hace no demasiado tiempo, diversos líderes de
formaciones políticas ‘alternativas’ empezaron a engatusar a sus votantes con
la promesa de una ‘renta básica universal’ de la que podría disfrutar toda
persona carente de ingresos, por mero derecho de ‘ciudadanía’ (y ya se sabe
que, cuando alguien invoca esta palabra, hay que echarse a temblar). De
inmediato, desde los partidos hegemónicos se calificó a estos líderes
alternativos de demagogos y populistas.
Han pasado desde entonces muy pocos años; y cada vez
son más los líderes políticos hegemónicos que, misteriosamente, han hecho suya
sin rebozo esta promesa. ¿Hemos de pensar que se han sumado a la misma
estrategia demagógica? A simple vista así lo parece; pero se trata de una
vista, en efecto, simplicísima. Unos y otros comparten, en efecto, estrategias;
o, mejor dicho, unos y otros son serviles lacayos de la misma estrategia,
diseñada por el Dinero, que ha tomado la irrevocable decisión de destruir, en
los próximos quince o veinte años, decenas de millones de puestos de trabajo.
La renta básica no es, como algunos ingenuos piensan,
una medida concebida por comprometidos benefactores de la Humanidad. Por el
contrario, se trata de una ‘falsa bandera’ que tiene a su servicio a
politiquillos de diversa adscripción ideológica, encargados de presentar este
nuevo desmán como una ilusionante ‘conquista social’. Como a nadie se le
escapa, la automatización favorecida por el desarrollo de la inteligencia
artificial y los avances de la robótica han hecho superfluos muchos puestos de
trabajo. Y en las próximas décadas este fenómeno alcanzará una magnitud
pavorosa que ahora no podemos ni siquiera imaginar. Se calcula (según las
previsiones más optimistas) que un cincuenta por ciento de los puestos de
trabajo hoy existentes serán desempeñados por máquinas. Emergerá entonces un
ejército de desempleados que rebasará las capacidades de control de los
Estados; un ejército capaz de desencadenar revoluciones y disturbios… salvo que
sea amansado.
Para lograrlo, ya no bastará -como basta hoy- con
formatear los cerebros en la aceptación pasiva de los paradigmas culturales
triunfantes, mediante la manipulación educativa y la ‘formación’ de la opinión
pública. Ya no bastará con suministrar a las masas un flujo incesante de
entretenimientos baratos y embrutecedores que anestesien sus anhelos
espirituales. Ya no bastará con dividirlos y engolosinarlos con picazones de
entrepierna de género difuso y cambiante. Habrá que garantizarles unos ingresos
mínimos, mantenerlos en un estado de ‘pobreza sostenible’ que les permita
sobrellevar una vida sin horizonte laboral, a la vez que disfrutar de algún
caprichito modesto y prêt-à-porter (tanto más accesible cuanto menos procreen).
El Dinero ya ha hecho sus cálculos: sabe cuántos trabajadores y consumidores
necesita y cuántos le sobran; y sabe, sobre todo, cómo convencernos de los efectos
benéficos de la robotización del trabajo, presentándonos un futuro halagüeño de
vagancia y ociosidad, mientras las máquinas nos hacen el ‘trabajo duro’, de
cuyos frutos nos podremos beneficiar opíparamente.
Naturalmente, se trata de un grosero embeleco. La
robotización generará, en efecto, ingentes beneficios económicos, que sólo en
una ínfima porción -a modo de filantrópica limosna- se destinarán a cubrir las
‘rentas básicas’ de una ingente población desempleada. El resto se sufragará
ordeñando todavía más a la menguante población activa. Y esta robotización que
dejará a millones sin trabajo no afectará solamente, como propone cierto
engreimiento clasista, a los ‘oficios manuales’. Vertiginosas bases con
billones de datos ya están generando recursos de inteligencia artificial que
pronto harán obsoletas multitud de ‘profesiones liberales’, convirtiendo a
ingenieros, programadores, periodistas o traductores en antiguallas de otra
época.
Muchos verán, llegado el día, esta ‘renta básica’ como
un mal menor; y hasta habrá ilusos que la consideren una gozosa liberación de
la condena bíblica. Pero será una limosna indigna, no tanto en su cuantía (la
indispensable para garantizar una ‘pobreza sostenible’) como en su concepto.
pues el hombre necesita amar y sentirse vinculado a lo que hace; necesita
comprometerse con el producto de su esfuerzo y crear tejidos asociativos a
través del trabajo. Y, suprimido ese vínculo, sólo nos restará una vida de
ociosas alimañas. Que es, a la postre, lo que postulan los defensores de la
‘renta básica’. No son demagogos ni populistas, sino serviles lacayos del
Dinero.
Juan Manuel De Prada