Montefiascone, 7 de noviembre de 2016
Tengo el placer de abrir este Congreso sobre las
"Razones del bien común" aquí, en el Seminario del Instituto del
Verbo Encarnado de Montefiascone. Lo hago expresando mi agradeciendo, ante
todo, a quienes se han comprometido a realizarlo. Quiero dar las gracias
también al Instituto del Verbo Encarnado, que nos acoge. Sé la importancia que
tiene para este Instituto el recuerdo de Santo Tomás de Aquino, también a
través de la aportación teorética del padre Cornelio Fabro. Gracias, por lo
tanto, al Padre Provincial y al Rector padre Andrés Bonello. La Sociedad
Internacional Tomás de Aquino es uno de los organismos que, junto a nuestro
Observatorio y al IVE, han pensado y organizado este evento. Mi agradecimiento
también al Prof. Giovanni Turco, relator de este Congreso; agradecimiento que
extiendo a todos los relatores que, con generosidad, han acogido nuestra
invitación.
El Observatorio Cardenal Van Thuân está muy
comprometido en defender la posibilidad de la Doctrina Social de la Iglesia.
Digo "defender la posibilidad" porque las teorías filosóficas y
teológicas que la niegan, teorías que algunos tal vez consideraban superadas
por el nuevo impulso que Juan Pablo II dio a la Doctrina Social de la Iglesia,
están hoy más difundidas de lo que lo estaban entonces. Por este motivo estamos
comprometidos en confirmar sus presupuestos y fundamentos.
En este ámbito de
interés del Observatorio, uno de los primeros lugares está ocupado por la
relación entre la Doctrina Social de la Iglesia y la filosofía, que es la clave
para hacer teología y también teología moral que, como es sabido, es la formalidad
disciplinaria de la Doctrina Social de la Iglesia, al menos según el párrafo 41
de la Sollicitudo rei socialis. De aquí la idea de este Congreso que, tanto en
contenido -de hecho, se examina el tema del bien común-, como en método, en
cuanto se aclara qué filosofía y qué método son adecuados para la Doctrina
Social de la Iglesia, no quiere sofocarla sino permitir su adecuado desarrollo.
Hoy se considera que el pluralismo teológico y el
pluralismo filosófico no son sólo una situación de hecho, sino que son también
un bien en sí. Pero quien se ocupa de Doctrina Social de la Iglesia –por
limitarnos a este ámbito– sabe bien que sus enseñanzas y su misma naturaleza no
pueden ir de acuerdo con cada uno de los planteamientos teológicos y
filosóficos. Hay que considerar la situación de pluralismo como una situación
imperfecta y, en muchos aspectos, trágica, debido a nuestra situación caída y a
nuestra culpa; de ningún modo puede ser erigida en ideal o, incluso, como lugar
teológico. Heródoto documentaba las diversas costumbres de los pueblos, pero lo
hacía para valorarlas a la luz de principios superiores. Ciertamente, las
culturas tienen también aspectos positivos, pero son caminos que conducen a la
naturaleza humana, que es igual en todos los hombres. La verdad no es
pluralista. Aceptar el pluralismo como situación ideal significa poner al mismo
nivel la verdad y el error. En este sentido el pluralismo aceptado e idealizado
coincide con el relativismo.
Me refiero aquí al pluralismo de los contenidos, pero
también de los métodos. La pregunta principal es si hay un método
"natural" de hacer filosofía. Natural quiere decir cónsono con la
naturaleza humana y, por lo tanto, espontáneo porque propio de cada persona. No
sólo un método universal, por lo tanto –Descartes o Kant tenían la ambición de
haber encontrado un método universal, propio de toda inteligencia humana–, sino
un método realista, expresión de todo lo que el hombre, ontológicamente, es. Si
admitimos el pluralismo metodológico, entonces negamos que exista un método
naturalmente verdadero y correcto. También en este caso la admisión del
pluralismo se convierte automáticamente en la admisión del relativismo, en este
caso metodológico. No pretendo decir con esto que debemos plantearnos aquí el
problema del método, como ha hecho la filosofía moderna en sus albores. De
hecho, plantearse el problema del método es abrir el camino al pluralismo
metodológico: se empieza con la duda de Descartes y se acaba con la anarquía
metodológica de Fayerabend, o incluso más alla. Plantearse el problema del
método es negar la existencia de un método natural de hacer filosofía,
expresión de nuestro ser e inmediatamente revelador del ser.
Para la Doctrina Social de la Iglesia la cuestión es
de vital importancia. Pero lo es, en última instancia, para la propia fe, que
sin el vínculo con un método verdaderamente realista acaba por debilitar y,
después, romper la relación con la razón precluyéndose, por lo tanto, la
posibilidad de tener un discurso público y en público. Si los métodos son
opinables y se acepta un pluralismo metodológico y filosófico, la fe cristiana
ya no consigue expresar su papel histórico, social y público, y sus verdades
son reducidas a opiniones, como todas las otras. Si la Doctrina Social de la
Iglesia es la fe católica que habla al mundo de su verdad, el pluralismo
aceptado hoy como providencial impide un lenguaje entre la Iglesia y el mundo.
Si el mundo abandona el concepto de verdad, la Iglesia ya no consigue hablar
con él, a no ser que renuncie también ella al concepto de verdad y lo sustituya
con otros conceptos aparentemente más practicables, pero sin duda alguna más
confusos y problemáticos.
Cuando digo que hoy el pluralismo filosófico y
teológico es teorizado como providencial, me refiero a corrientes concretas de
la teología contemporánea y a pensadores concretos. Se trata de corrientes y
autores que rechazan el realismo metafísico y que, diciendo tal vez que se
inspiran en Santo Tomás, cambian el pensamiento de éste no sólo en los
contenidos sino, sobre todo, en el método. Si Dios se revela en el interior de
nuestra experiencia transcendental en sentido existencialista, entonces la
situación de pluralismo filosófico y teológico es el camino ordinario de la
revelación y Dios será más una pregunta que una respuesta. La Iglesia estará en
el mundo como una parte de éste y ya no podrá pretender tener un papel único en
la salvación. Deberá dejar de "manipular" al mundo partiendo de las
propias verdades, porque cualquier pretensión doctrinal será una pretensión ideológica.
Aparentemente, el problema de la filosofía y de su método parece estar muy
lejos de los temas de la fe, la salvación, la evangelización y la naturaleza de
la Iglesia. Y parece estar lejos, también, de la Doctrina Social de la Iglesia
que, se dice hoy, debe atesorar el pluralismo democrático. Pero no es así. Por
esta razón, el argumento de la filosofía del ser, tanto en sus aspectos de
contenido como en los metodológicos, tiene una importancia particular.
Esto se ha podido verificar también respecto al tema
específico de este Congreso, a saber: el bien común. No quiero entrar aquí en
el mérito de la cuestión, que dejo con gusto a los relatores; quiero sólo hacer
observar que hoy hay también un pluralismo de visiones respecto al bien común.
Si este pluralismo es considerado como un ideal, la consecuencia es que el bien
común ya no tiene razones, como dice en cambio el título de nuestro Congreso.
De aquí el empobrecimiento en el contenido del bien común, hoy, en ámbito
católico. Como sucede con otros temas como la paz o la ecología, también el
bien común corre el riesgo de un debilitamiento del contenido realista,
racional y religioso, algo a lo que seguramente reaccionaran los relatores de
este congreso. Un bien común sin razones es una contradicción en sus términos.
Tanto el concepto de "bien" como el de "común" derivan
efectivamente sólo de la razón y no emergen de datos empíricos. Pero, ¿de qué
razón? De la que proporciona mayores garantías de ser la razón
"natural", porque sólo en este caso estará abierta originariamente, y
no por artificio nuestro, al "bien" y al "común"… al bien
común, pues.
Concluyo recordando que en el origen de la Doctrina
Social de la Iglesia moderna está la encíclica Aeteni Patris (1879) de León
XIII, papel que para la Doctrina Social de la Iglesia actual lo desarrolla la
Fides et ratio (1988) de Juan Pablo II. Ambas hacen referencia explícitamente a
la filosofía del ser. En la Aeterni Patris la referencia a Santo Tomás es más
explícita, pero también en la Fides et ratio, aunque se nombren otros filósofos
atendibles, el planteamiento de contenido en su conjunto es claramente
expresivo de la filosofía del ser. El punto firme decisivo está indicado por
Augusto Del Noce: en la fe católica hay implícita una metafísica, y la razón no
tiene necesidad de salir de la fe para conocerla y desarrollarla. Este Congreso
se moverá en esta dirección.
S. E. Mons. Giampaolo Crepaldi
Observatorio Van Thuan, 24-11-16