Creo poder expresar en este momento, en nombre de la
Iglesia neuquina y de muchas otras personas, nuestro dolor ante el fallo de la
Corte Suprema de la Nación, conocido ayer -07/07/2015-, acerca de la
posibilidad de que se aplicara la ley de “muerte digna” a Marcelo Diez.
Como también me hago eco de la sensación de paz, que
cundió en todos, cuando pocas horas más tarde se supo que la vida de Marcelo
entre nosotros se había cerrado en forma natural, en el Instituto CMIC, por
designio de Dios que ama la vida y no creó la muerte.
En estos últimos años, Marcelo formó parte del
conocimiento, afecto y oración de mucha gente de Neuquén.
Sobre todo lo fue para todo el personal, médicos,
enfermeros, huéspedes hospitalizados, voluntarios y los directivos de LUNCEC,
que constituyeron para Marcelo su ámbito familiar.
Seguimos testificando que Marcelo no estaba sometido a
ninguna práctica médica extraordinaria, o desproporcionada o de ensañamiento
terapéutico que prolongara artificialmente su vida. Todos los que, directa o
indirectamente, han tenido contacto con él saben que afirmar lo contrario no
corresponde a la verdad.
A Marcelo se le ofreció la terapia del amor, de la
asistencia personalizada integral, del acompañamiento que merecía su dignidad
de persona, teniendo en cuenta aquellas atenciones y detalles que antes le
habían brindado sus padres y que dejaron como enseñanza para que LUNCEC los
continuara.
Seguimos teniendo la certeza que Marcelo gozaba de
“conciencia mínima” que le permitía también una mínima percepción de la
realidad, que por momentos se leían en su rostro y veíamos en sus limitadas
reacciones. Pensamos que Marcelo algo oía. Esto nos convence de que su
situación no se inscribe en los términos y el espíritu de la ley de “muerte
digna”.
Nuestra postura en estos años fue siempre de defensa
de la vida, aun cuando su estado de alta discapacidad desgarrara el corazón de
muchos, puesto que para nadie quisiéramos una situación semejante.
Defendemos la vida, no luchamos contra personas.
Tenemos posturas definidas y transparentes en el diálogo; pero no juzgamos a
las personas. Compartimos de corazón con ellas el dolor, la incertidumbre, la
noche oscura de su familia que ciertamente fue creciendo con el pasar de los
años.
Valoramos el esfuerzo de muchos (p. ej. Equipo de
Bioética de la Diócesis de Neuquén, Médicos, Abogados, Autoridades, Medios de
Comunicación y muchas Personas Humildes del Pueblo Neuquino) que, con su sabor
de la vida, nos acercaron su mirada profesional o simplemente humana para
iluminar y discernir el camino que íbamos haciendo entre la complejidad de un
“caso” y de las leyes que se están estrenando.
Lamentamos la falta de “inmediación” de algunos
actores en el proceso de la decisión jurídica sobre el bien básico y
personalísimo de la vida de Marcelo.
Agradecemos a Dios que la vida de Marcelo se haya
cerrado naturalmente. ¡Es todo un signo! De otra manera su muerte inducida
hubiese sido un trauma para mucha gente del Pueblo Neuquino, que se proclama
“Cuna de los Derechos Humanos”.
Más allá de las diferencias, en las que subyacen
concepciones antropológicas distintas e interpretaciones jurídicas opuestas, a
veces irreconciliables entre sí, no queremos nunca dejar de creer en la buena
intención de las personas involucradas en este caso. Merecen nuestro respeto y
convicción de que sufren, en su interior, tener que expedirse públicamente
sobre la vida de otros. No juzgamos a nadie, aunque somos críticos ante algunas
prácticas y decisiones.
A pesar de no compartir la decisión final de la Corte
Suprema de la Nación, por creer que las premisas o planteo del problema no
corresponden a la situación real de Marcelo Diez, apreciamos cuanto dicen en el
fallo sobre la persona humana, su dignidad y sus derechos.
Marcelo ya cerró su existencia entre nosotros. Después
de un largo Calvario, ayer a la tarde celebró su Pascua con el Señor. Ahora que
realmente descansa en paz y que recuperó espiritualmente su vida en plenitud, a
la que aspiraba con ardor juvenil el día de su accidente, le pedimos que
interceda por la paz y la valoración de la vida en todas sus formas. ¡Ojalá que
sea este su legado más precioso para el Pueblo Neuquino, que quiere ser un
pueblo de hermanos!
Neuquén, 08 de julio de 2015.
Virginio D. Bressanelli scj
padre obispo de Neuquén.+