FESTIVIDAD DEL CORPUS CHRISTI, DÍA DE LA CARIDAD
(7 de Junio de 2015)
«La Eucaristía, antídoto frente a la indiferencia» El
papa Francisco ha denunciado con frecuencia la indiferencia como uno de los
grandes males de nuestro tiempo. El olvido de Dios y de los hermanos está
alcanzando dimensiones tan hondas en la convivencia social que podemos hablar
de una “globalización de la indiferencia” [1].
Ante esta dolorosa realidad, los obispos de la
Comisión Episcopal de Pastoral Social os invitamos a contemplar, celebrar y
adorar a Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía como el medio más eficaz
para vencer y superar la indiferencia. La Eucaristía tiene el poder de
trasformar el corazón de los creyentes, haciendo así posible el paso de la
“globalización de la indiferencia” a la “globalización de la caridad”,
impulsándonos a la vivencia de la comunión fraterna y del servicio a nuestros
semejantes.
1. La Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y
los hermanos: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1Cor 12,26)
El apóstol Pablo les decía a los cristianos de Corinto
que la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene el poder de establecer
una comunión tan fuerte entre quienes creen en Él que aleja del corazón humano
la indiferencia y la división: «El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es
comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo
de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo
cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1Cor 10,16-17).
Esta comunión eucarística, que nos transforma en
Cristo y nos permite crecer como miembros de su cuerpo, nos libera también de
nuestros egoísmos y de la búsqueda de los propios intereses. Al entrar en
comunión con los sentimientos de Cristo, muerto y resucitado por nuestra
salvación, se nos abre la mente y se ensancha el corazón para que quepan en él
todos los hermanos, especialmente los necesitados y marginados. «Quien reconoce
a Jesús en la Hostia santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene
hambre y sed, que es extranjero, que está desnudo, enfermo o en la cárcel; y
está atento a cada persona, se compromete, de forma concreta, en favor de todos
aquellos que padecen necesidad».[2]
“Nuestra participación en el cuerpo y la sangre de
Cristo sólo tiende a convertirnos en aquello que recibimos” (San León
Magno)[3]: cuerpo de Cristo entregado y sangre derramada para la vida del
mundo. Desde la comunión con Cristo llegamos a ser siervos de Dios y de los
hombres. De este modo, la Eucaristía constituye, en palabras de Benedicto XVI,
«una especie de antídoto»[4] frente al individualismo y la indiferencia, y nos
impulsa a lavar los pies a los hermanos.[5]
2. La Eucaristía, sacramento que nos compromete con
los hermanos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9).
De la Eucaristía derivan el sentido profundo de
nuestro servicio y la responsabilidad en
la construcción de una Iglesia fraterna y esperanzada, así como de una sociedad
solidaria y justa. Esta sociedad no se
construye ni se impone desde fuera, sino a partir del sentido de
responsabilidad de los unos hacia los otros. Como miembros del Cuerpo de Cristo
descubrimos que el gesto de compartir y la vivencia del amor es el camino más
adecuado para superar la indiferencia y globalizar la solidaridad.
En este mismo sentido,
la campaña de Cáritas nos plantea este año una pregunta muy directa y
concreta: «¿Qué haces con tu hermano?».[6] A esta pregunta, no podemos
responder como Caín: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Hoy y siempre estamos llamados a preguntarnos
dónde está el hermano que sufre y necesita nuestra presencia cercana y nuestra
ayuda solidaria.
La solidaridad, como nos recuerda el papa
Francisco, es «más que algunos actos de
generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad (…), es luchar contra las causas estructurales
de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra, la vivienda, la
negación de los derechos sociales y laborales».[7]
Ante esa multitud de hermanos que sufren, debemos
mostrar nuestra especial cercanía y afecto hacia quienes claman y esperan de
nosotros una mayor solidaridad. No podemos ser indiferentes:
Ante la muerte violenta de miles de cristianos, en
distintos países de la tierra, por el simple hecho de mostrar el amor de Dios a
sus hermanos y por confesar a Jesucristo como único salvador de los hombres.
Ante la situación de tantos cristianos y no cristianos
que, a pesar de la corrupción y de las dificultades de la vida diaria, actúan
con honestidad, trabajan por la justicia y se esfuerzan por atender a las
necesidades más inmediatas de los empobrecidos. Hemos de colaborar en la
promoción de su desarrollo integral y en la transformación de las estructuras
sociales injustas.[8]
No podemos ser indiferentes ante los millones de
hermanos nuestros que siguen sin acceso al trabajo, tienen puestos de trabajo
que no les permiten vivir con dignidad y se ven abocados a la emigración.
Pensamos de manera especial en los jóvenes, en los parados de larga duración,
en los mayores de 50 años a los que se les cierra el acceso a un puesto de trabajo y en las
mujeres víctimas de discriminación laboral y salarial.[9]
Tampoco podemos pasar por alto a los que no tienen
vivienda o se ven privados de ella por los desahucios. Ésta es otra de las
muchas heridas sociales que acentúa la precariedad y la desesperación de miles
de personas y familias.
Nos duele y nos debe seguir doliendo la pobreza y el
hambre en el mundo, sobre todo cuando la humanidad dispone de los medios y
recursos necesarios para acabar con ella, como nos recuerda Cáritas
Internationalis en la campaña “Una sola familia. Alimentos para todos”.
No queremos acostumbrarnos a las historias de
sufrimiento y de muerte que se repiten en nuestras fronteras. A las de los
miles de hombres y mujeres que huyen de las guerras, del hambre y la pobreza y
no ven respetados sus derechos ni encuentran en el camino políticas migratorias
que respeten su dignidad y su legítima búsqueda de mejores condiciones de
vida.[10]
Particular preocupación deben suscitar entre nosotros
los miles de personas que en nuestra propia tierra son objeto de trata, así
como las que se ven abocadas a situaciones de prostitución, en su mayoría
mujeres, y que constituyen la nueva esclavitud del s. XXI.[11]
3. Transformados en Cristo, globalicemos la
misericordia
Ante los planteamientos culturales y sociales del
momento presente, que generan tanta marginación y sufrimiento, estamos llamados
a dejarnos afectar por la realidad y por la situación social que sufren
nuestros hermanos más débiles y necesitados. Es urgente romper el círculo que
nos aísla llevándonos a un individualismo que hace difícil el desarrollo del amor
y la misericordia en nuestro corazón. Como nos recuerda Jesucristo, la
salvación y la realización personal y comunitaria pasan por el riesgo de la
entrega: «El que quiera ganar su vida la perderá y el que esté dispuesto a
perderla la ganará» (Mc 8,35).
La clave para salir de la indiferencia está en
entregarse a los demás como lo hace Jesús. Él sigue partiendo su Cuerpo y
derramando su Sangre en la Eucaristía para que nadie pase hambre ni tenga sed.
Por eso, mientras veneramos y adoramos solemnemente en nuestros templos, plazas
y calles a Jesús Eucaristía en la fiesta del Corpus Christi, le decimos:
Gracias, Señor, por este don admirable,
sacramento de tu presencia viva entre nosotros
y de comunión con Dios y los hermanos.
No permitas que nos dejemos vencer por la indiferencia.
Que nadie tenga la tentación de estar contigo,
de amarte y de servirte,
sin estar con los pobres,
amar a los que sufren
y servir a los necesitados.
Que nuestra contemplación, adoración
y participación en el misterio de la Eucaristía
nos identifique contigo,
nos ayude a superar la indiferencia
y a globalizar tu amor y tu misericordia.
15 de mayo de 2015
Comisión Episcopal de Pastoral Social
[1]FRANCISCO, Mensaje para la Cuaresma «Fortalezcan
sus corazones (St 5,8)», 2015.
[2]BENEDICTO XVI, Homilía en la Basílica de San Juan
de Letrán, 23 de Junio de 2011.
[3]Sermón 12, De Passione 3, 7: PL 54.
[4]BENEDICTO XVI, Mensaje en el rezo del Ángelus, 26
de Junio de 2011.
[5]Cf. Jn 13,8.
[6]Cf. Cáritas Española, ¿Qué haces con tu hermano? Campaña Institucional
2014-2015.
[7]FRANCISCO, Discurso a los participantes en el
Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 28 de Octubre de 2014. Cf.
CONFERENCIA EP. ESPAÑOLA, Instrucción Iglesia, servidora de los pobres, 48.
[8]Cf. Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 188.
[9] Cf. CONFERENCIA EP. ESPAÑOLA, Instrucción Iglesia,
servidora de los pobres,48.
[10]Cf. Nota de prensa de Cáritas, Secretariado de la
Comisión Episcopal de Migraciones, CONFER, Justicia y Paz, «No queremos
acostumbrarnos», 13 de febrero de 2015.
[11]Cf. FRANCISCO, Mensaje para la Jornada Mundial de
la paz, 1 de enero de 2015.