Privatizamos un
lechón gordo y ahora confiscamos un chancho flaco
Guillermo Cherashny
Un experto en el área
energética definió como dice el título dos etapas de la historia de YPF. La que
empezó en 1992 y la iniciada la semana pasada. En la primera, cuando se
privatizó la compañía durante la presidencia de Carlos Menem, el Estado
nacional retuvo el 20% de las acciones más un 10% para los trabajadores. El 70%
restante se cotizaba en el mercado local y Wall Street con José Estenssoro como
CEO. Éste era un petrolero de alma y el management quedó en manos de expertos
que copiaron la configuración del ENI de Italia. Allí el Estado tiene el 30% y
el resto se cotiza en bolsa, pero el gerenciamiento es estatal, está en manos
del Estado y esto es inmodificable. Con sus diferencias, la aplicación de este
modelo a YPF hizo que, a través de la acción de oro en manos del Estado, se
hiciera imposible una compra hostil. El caso es que ya desde antes, en 1988, con
Daniel Montamat como presidente de la petrolera, ya había autoabastecimiento.
En el período de Estenssoro hubo también una agresiva política de exploración y
explotación en el país y también en el extranjero. Hasta se podían haber
conseguido pozos en Indonesia si YPF hubiera comprado la norteamericana Maxus,
que exploraba en varios lugares del mundo. Pero en un extraño accidente aéreo
murió José Estensoro y esa empresa americana fue vendida a otra de la misma
bandera.
En plena
improvisación
Roberto Monti sucedió
como CEO a Estenssoro y continuó la misma política de expansión de la
petrolera. Todo esto hasta que la compró Repsol, por entonces una cadena de
estaciones de servicio, que pagó 14.000 millones de dólares. En ese momento YPF
no sólo se autoabastecía sino que exportábamos todo el gas que utilizaba Chile
a través de los gasoductos cordilleranos. La compañía contaba además con el 60%
de las reservas de gas y de petróleo del país. A partir de la venta a Repsol,
YPF dejó de explorar y explotar y retiró dividendos para expandirse por el
mundo. Así es que al momento de la confiscación por decreto de la semana
pasada, YPF tiene sólo el 16% de las reservas de gas y el 20% de las de
petróleo. De ahí la moraleja del lechón gordo y el chancho flaco que menciona
el experto en energía. Por otra parte, cuando se vendió YPF ya estaban operando
en el país PECOM de Pérez Companc, Pan American Energy de Bulgheroni, la
francesa Total y varias americanas que se repartían el 40% de las reservas de
gas y petróleo, en tanto que hoy se distribuyen el 60% de las mismas.
En 1992 se creó
entonces una sociedad anónima controlada por el Estado y gerenciada por
petroleros de alma y la semana pasada se confiscó una compañía para nombrar
interventores y directores que no entienden nada de energía y que ya fracasaron
durante todo el kirchnerato. Obviamente, los nuevos jefes de la empresa piensan
en un milagro, como serían los yacimientos de Vaca Muerta en Neuquén que
controlaba Repsol-YPF y que tienen gas y petróleo no convencional, es decir,
entre las rocas. Por ahora se trata de reservas probables pero no probadas.
Pero si algo está claro es que ni Repsol ni ninguna de demás las petroleras
invertirán en semejante proyecto cuando acá se paga el gas a U$S 2,70 el BTU
-en tanto el precio internacional es de por lo menos 11 dólares el gas natural
y 15 el GNLP- y el barril de petróleo se paga aquí a 42 dólares cuando el
precio internacional está por encima de los 100 dólares.
Informador público,
23-4-12