Por Daniel Fernández
Canedo
EDITOR JEFE DE CLARIN
La manipulación
oficial del índice del costo de vida que elabora el INDEC comenzó en 2007 y se
fue consolidando como una de las patas de la política destinada a dispersar las
expectativas inflacionarias.
En un sentido, ese
objetivo se fue cumpliendo. No existe en la Argentina un indicador
inflacionario único y aceptado en forma generalizada como verdadero y
confiable.
Así, mientras para el
INDEC el costo de vida sube a razón de 10% al año, para los institutos de
medición provinciales lo hace entre 23% y 25% y, en ese caso, el país se
ubicaría entre los seis primeros a nivel mundial en el ranking de aumento de
precios.
La Universidad Di
Tella, que confecciona una encuesta sobre las expectativas de inflación,
informó hace poco que, en promedio, los consultados creen que este año los
precios subirán 30% .
Para los economistas
y consultoras perseguidas por el Gobierno por estimar precios, ese 30% resulta
exagerado y creen que, si el precio del dólar se queda quieto y se demora, como
viene ocurriendo , la reducción de los subsidios en las tarifas de transportes,
gas y luz, la inflación volvería a rondar entre 20% y 25%.
Pero las
estadísticas, siempre parciales, se desvanecen ante algunos datos rotundos.
Hoy la Argentina
tiene casi 4 millones de jubilados que reciben el haber mínimo (1.687 pesos)
que no llega a cubrir la mitad de la canasta básica que alcanza los 3.519,42
pesos . El cálculo lo realizó el Defensor de la Tercera Edad y sostiene, por
ejemplo, que un jubilado debería destinar $ 43 por día a la compra de alimentos
.
El Gobierno puede
decir que esa canasta subió 30% en un año y que la jubilación acumula 38%, con
lo cual los que ganen la mínima estarán a salvo.
Pero la jubilación se
actualiza dos veces al año y muchos precios suben por mes o por semana. El
golpe al bolsillo de los mayores se siente con intensidad más allá de los “dibujos”
estadísticos que se vayan superponiendo a lo largo de los años.
Clarín, 28-4-12