Luis María Viale*
Pensar en una sociedad libre de drogas parece, para algunos, ser un claro ejemplo de pensamiento utópico e inverosímil.
“Es necesario ser más realistas y menos soñadores”, es el argumento principal; luego viene el argumento del respeto a las libertades individuales y los supuestos usos medicinales de algunas drogas ilegales.
Estos argumentos tienen su lógica y se fundan en el ABC de la publicidad: para generar el consumo de un producto, es imprescindible exacerbar sus bondades aparentes –inventarlas, en el caso de que no existan– y ocultar los perjuicios que implica su utilización.
Aunque abundan las voces que afirman que “la guerra contra las drogas está perdida”, la realidad se encarga de desmentirlas todos los días.
Sólo basta con analizar el caso del consumo de cigarrillo (nicotina) para ver que la prevención, junto a políticas concretas, puede ser exitosa.
El desprestigio social que hoy genera el consumo de nicotina tiene que servir de ejemplo y meta para la prevención de otras drogas legales e ilegales, que se pretenden despenalizar.
El éxito en la disminución del consumo de tabaco se debe, en gran medida, a una fuerte y continua campaña de concientización-prevención-coacción. ¿Por qué no habría de suceder lo mismo con las otras drogas?
¿Cuántos pesimistas de la inteligencia tienen que haber pronosticado la imposibilidad de llegar a la Luna?
Y se equivocaron: el hombre llegó a la Luna y va por más. ¿Qué hubiera sido si estos resignados de la vida hubieran prevalecido en la lucha contra la lepra y la poliomielitis?
Medio de control social. Quienes están promoviendo la flexibilización en el consumo de sustancias, no dicen que la droga es un excepcional medio de control social.
La ilusión que nos quieren hacer creer es que el consumo de drogas es un acto de libertad, cuando en realidad estamos cambiando rejas de metal por rejas químicas.
Más que domesticar sustancias incrementando la tolerancia social para su consumo, tenemos que domesticar dolores generando gratificaciones sustitutivas para aliviarlo.
¿Qué habría sido de la humanidad si en vez de buscar soluciones a las causas de su dolor se hubiese escondido detrás de la irrealidad de las drogas? ¡Ni siquiera habríamos salido de las cavernas!
Una sociedad libre de drogas es totalmente posible. No es fácil lograrlo, por cierto. Es necesaria una inquebrantable convicción y pasión y una búsqueda constante de nuevas ideas; nada que la humanidad no haya hecho antes.
No busca quien no tiene el convencimiento de que va a encontrar.
Quienes creemos en la dignidad humana, entendemos que el consumo de drogas, la evasión de la realidad, atenta contra el fin trascendente del hombre. Quienes creemos que el acto de pensar, discernir, es un acto sublime de libertad, creemos en una sociedad libre de drogas.
Tendríamos que preguntarnos a quién o quiénes les conviene fomentar el consumo de drogas que bloquean los procesos racionales y emocionales.
Una sociedad libre de drogas, ¿no será una realidad peligrosa para los poderosos?
*Integrante de la Task Force, Drug Free America Foundation
La Voz del Interior, 5-4-12