La prensa libre, 30 de junio, 2017
Carlos Araya Guillén
La idea de un socialcristianismo estéril, puramente
contemplativo de la pureza del “sol” platónico y sus ideas inteligibles ya no
existe. No gozan de atención las discusiones “bizantinas” de su filosofía ni el
estudio discursivo de sus principios supraterrenales. Tampoco la discusión de
si los ángeles con alas forman parte de sus raíces y doctrinas judeocristianas.
El socialcristianismo como ideología política se
encuentra arraigada en la experiencia de la práctica cotidiana. Sus raíces se
descubren en una sociedad civil que se abre ante nuestros ojos y nos invita a
conocerla, interpretarla y transformarla a partir de una epistemología
humanista sustentada en los mejores valores éticos y morales.
Don Emilio Bruce, conocido empresario y distinguido
profesor y catedrático universitario, es un empeñado lector y escritor en busca
de la verdad, de aquella verdad que nos hace libres y no siervos menguados.
Fue Presidente de la Cámara de Comercio de Costa Rica
(CCCR), Vicepresidente de Uccaep y director de Cinde. Desde la presidencia de
Fecamco fortaleció la libre empresa regional centroamericana y el sentido de la
responsabilidad social de los empresarios.
En la actualidad, y cada vez más alejado de la
actividad financiera, don Emilio Bruce se ha convertido en un estudioso de las
doctrinas políticas de los partidos nacionales. Desde Radio Zurquí, y en las
páginas de la prensa nacional, educa a los jóvenes y a todos aquellos que
quieran leer sus escritos.
La semana pasada tuvo la gentileza de facilitarme una
copia del editorial que escribió para el Programa English Press del 15 de junio
de 2017. Sin lugar a dudas, un escrito de antología sobre “Socialcristianismo y
la dignidad humana”.
Logra don Emilio, con la autoridad del académico,
subrayar que el elemento central de la Doctrina Social de la Iglesia Católica
está en la enseñanza de “que el vaso comunicante de toda doctrina es la
correcta concepción de la persona y de su valor único… El individuo es el
centro de la creación y su vida, libertad, sus bienes y todo lo que lleve a
este a su realización son trascendentales para una sociedad”.
Es decir, “el ser humano no está supeditado o
subordinado al estado. Es el estado el que debe estar supeditado al individuo y
servir al ser humano. No está el ser humano individual supeditado a la
colectividad. Es la colectividad la que está limitada por los derechos y la
dignidad del ser humano dotado de especial dignidad desde su creación”.
Continúa diciendo, don Emilio Bruce, que no es la
libertad del individuo la que se ve disminuida por el Estado, es el Estado el
que sirve y protege la libertad y la dignidad del individuo con justicia… La
Doctrina Social de la Iglesia es humanista, no forma parte del materialismo
histórico ni su concepción, tampoco forma parte del liberalismo económico… por
el contrario, busca custodiar a la persona humana de todas aquellas amenazas
que lo explotan, lo alienan en derechos y libertades”.
Por encima de cualquier discusión teórica, sentencia
don Emilio Bruce, con veracidad, que “el estado socialcristiano tiene el deber
indeclinable de tutelar los derechos del individuo, derechos que no provienen
del estado, del partido o del líder sino de Dios su Creador”. Vaya manera de
exaltar el “iusnaturalismo” como doctrina ética, jurídica y política frente a
las posiciones insuficientes de un positivismo fenoménico. Vaya manera de
subrayar el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, León XIII, Pío XI, del
Cardenal Mercie, de Jacques Maritain y del ilustre Arzobispo de San José Víctor
Manuel Sanabria sobre la naturaleza humana.
Termina don Emilio señalando que, como metafísica o
filosofía, no hay equívocos en la doctrina socialcristiana a la hora de asumir
posiciones frente a los matrimonios homosexuales, el aborto, la fecundación in
vitro, la eutanasia, la ideología de género y otras realidades del mundo de
nuestros días.
Es un hecho la responsabilidad que tiene en nuestros
días la Doctrina Social de la Iglesia de predicar su interpretación cristiana
de la realidad cotidiana, para guiar con sentido pastoral a su “grey” (y a la
sociedad) hacia la verdad, la solidaridad y el bien común, en el sentido agustiano
“de que al menos de que creas, no entenderás”.