Por Sebastián
Campanario
No se enferman, no se
estresan, no piden bonus a fin de año, no reclaman paritarias plurianuales, no
se quejan ni tienen sesgos cognitivos a la hora de tomar decisiones. Cuando se
habla de mercados de trabajo, los robots parecen tener más de una ventaja sobre
los seres humanos.
La posibilidad de que
las máquinas comiencen a reemplazar a las personas en actividades que hasta
hace poco parecían imposibles de delegar es el eje de uno de los debates más
interesantes de la economía laboral de los últimos tiempos. Hay quienes piensan
que se trata de una polémica de ciencia ficción, pero la realidad es que hay
cada vez más académicos tomándose el tema en serio.
Un estudio que
reavivó la discusión fue "El futuro del trabajo: ¿cuán susceptibles son
los empleos de volverse computarizables?", la más completa investigación realizada
hasta ahora sobre el tema, publicada recientemente por los economistas ingleses
Carl Frey y Michael Osborne, ambos de la Universidad de Oxford.
Frey y Osborne
analizaron en detalle las principales 702 ocupaciones del mercado laboral de
los Estados Unidos y llegaron a una conclusión escalofriante: un 47% de los
empleos de la mayor economía del mundo se encuentran en riesgo de ser
reemplazados por máquinas en los próximos 20 años.
La cuestión no es
nueva, ni mucho menos. En 1933, John Maynard Keynes, el padre de la
macroeconomía moderna, lanzó su concepto del "desempleo tecnológico",
que surgiría del hecho de que los avances científicos que permiten economizar
puestos de trabajo van más rápido que la capacidad del mercado de generar nuevas
ocupaciones.
La novedad, señalan
Frey y Osborne, es que los progresos en inteligencia artificial están haciendo
que muchas actividades que hasta ahora se consideraban indelegables por parte
de los seres humanos estén dejando de serlo. "La discusión, hasta no hace mucho
tiempo, pasaba por los empleos perdidos en el sector industrial -gracias a la
construcción de máquinas sofisticadas- que se iban a puestos de baja
remuneración en el sector servicios. O por la desaparición o disminución
drástica de actividades como las de los telefonistas, cajeros o ascensoristas.
Pero ahora vemos que el campo en riesgo es mucho más amplio", explican los
economistas.
"Mientras que la
informatización se ha limitado históricamente a las tareas de rutina que
impliquen actividades basadas en reglas explícitas, algoritmos para grandes
datos están conquistando rápidamente el reconocimiento de patrones y pueden
sustituir fácilmente la mano de obra en una amplia gama de tareas cognitivas no
rutinarias. Además, los robots avanzados están ganando en sentidos y destreza,
de modo tal que les permite un mayor alcance de las tareas manuales. Es
probable que esto cambie la naturaleza del trabajo en todas las industrias y
ocupaciones", afirman los autores del trabajo.
Dos años atrás, en
los Estados Unidos, la
Universidad de Arizona, la fundación New America y la revista
Slate lanzaron una serie de discusiones al respecto, que incluyeron la
participación del economista de moda, Tyler Cowen, autor del best seller El
gran estancamiento.
El promotor de estos
debates fue el columnista especializado en tecnología de Slate Farhad Manjoo,
quien venía explorando el impacto que tendrán los robots en el ámbito laboral,
en campos como la medicina, el derecho o el periodismo.
"Las máquinas
están aprendiendo a desarrollar capacidades que se consideraban exclusivas de
los humanos a pasos agigantados - dice Manjoo-. Pueden entender el lenguaje,
reconocer rostros, analizar una biopsia y detectar células cancerígenas y hasta
resolver una apelación sobre su próxima multa por infracción de manejo."
Hay conclusiones del
debate muy originales. Cuando uno piensa en un robot, está influenciado por
películas como Wall-E o L os Jetsons , que usan máquinas para tareas manuales,
pesadas y monótonas y que las personas no quieren realizar más. Pero la
realidad es que la llegada de los robots se está concentrando en trabajos
altamente especializados, donde hay mucho dinero en juego.
UN ESTUDIO Y UN
NEGOCIO
Uno de los ejemplos
más contundentes es el de los tests "Pap", que en los últimos años
redujeron en un 90% la prevalencia del cáncer cervicouterino. El Papanicolaou
no fue sólo muy bueno para los pacientes, sino también para los médicos y
centros de diagnóstico, que desarrollaron un negocio de 500 millones de dólares
al año. Esta actividad ya fue "infiltrada" por máquinas más eficaces
que los médicos. "Hay un mensaje claro -dice Manjoo-. Si usted se
especializa en una sola cosa, y si en esa actividad hay mucho dinero
involucrado, entonces mejor vaya colgando el cartelito de «¡Bienvenidos
robots!». Porque vienen por usted."
"En los últimos
10 años, la humanidad produjo más conocimiento que a lo largo de toda su
historia junta. El mundo está transitando por una nueva época gracias a los
avances en el conocimiento que se produjeron alrededor, principalmente, del
átomo, del gen y de la computación, que permitieron avanzar sobre las leyes de
la materia, la vida y el cálculo", explica ahora Agustín Campero, un
economista especializado en temas de innovación y avance científico.
"En materia
laboral, el desafío de los países no va a venir dado tanto por el avance del
conocimiento en sí mismo, sino por la aplicación del conocimiento ya alcanzado:
nuevos productos, nuevos procesos productivos, nuevas formas de
organización", continúa Campero.
En 2004, se
consideraba que fabricar un vehículo que circule en forma autónoma era una
tarea imposible. Años después, Google anunció que era una realidad, lo cual
pone un enorme signo de interrogación sobre los empleos vinculados al
transporte en los próximos años.
¿Qué otras
actividades son susceptibles de volverse computarizables? En el trabajo de Frey
y Osborne se rankean las 702 ocupaciones y en el extremo de actividades
computarizables en el muy corto plazo están los telemarketers, los vendedores
de seguros, los trabajadores textiles, los técnicos matemáticos y los
reparadores de relojes, entre otros. En una escala del 0 al 1, las ocupaciones
mencionadas anteriormente reciben valores de 0,98-0,99. A los "contadores
y auditores" no les va mucho mejor: su número es 0,94. Con un 0,43, los
economistas figuran en la posición 282, más en riesgo que los
"actores", que se ubican en el puesto 259.
Los periodistas
aparecen un poco menos reemplazables en el lugar 177. La actividad más difícil
de realizar por robots, de las 702 relevadas, es la de "terapistas
recreativos".
Frey y Osborne
señalan también que los trabajadores sin sangre en las venas tienen otra
ventaja que frecuentemente se pasa por alto: no están sujetos a
"sesgos" o errores cognitivos en actividades que dependen de una
buena capacidad de decisión. La economía del comportamiento (que toma
enseñanzas de la psicología) viene remarcando que los costos de estos sesgos,
acumulados, son elevadísimos.
Un ejemplo bien
gráfico: en Israel, Shai Danzinger, de la Universidad Ben
Gurion, probó en 2011 que jueces muy experimentados son mucho más generosos en
sus sentencias penales cuando vuelven del almuerzo. Esto con C-3PO o Arturito,
de La Guerra
de las Galaxias , no pasaría.