Por Antonio Gaspari
CIUDAD DEL VATICANO,
08 de marzo de 2014 (Zenit.org) –
“Que Juan Pablo II fuera un santo, en los años
de colaboración con él me ha parecido cada vez más claro. (…) Se dio con una
radicalidad que no puede ser explicada de otro modo. (…) Su compromiso fue
incansable, y no solo en los grandes viajes, cuyos programas estaban cargados
de encuentros, desde el inicio hasta el final, sino también día tras día, a
partir de la misa matutina hasta la noche tarde”.
A hablar de este modo
es Joseph Ratzinger, el papa emérito Benedicto XVI. Lo ha hecho durante una
entrevista exclusiva concedida a Wlodzimierz Redzioch y publicada en el libro
”Junto a Juan Pablo II – Los amigos y los colaboradores cuentan” (ediciones
Ares).
Según ha revelado el
Papa emérito: “El primer encuentro consciente que tuve con el cardenal Wojtyla
fue en el cónclave en el que fue elegido Juan Pablo I. Durante el Concilio,
habíamos colaborado ambos en la
Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, sin embargo
fue en secciones diferentes, por lo que no nos habíamos visto”. “Wojtyla, había
leído mi Introducción al Cristianismo, que había citado también en los
ejercicios espirituales predicados por él a Pablo VI y la Curia , en la Cuaresma de 1976. Por eso
era como si interiormente ambos esperásemos encontrarnos”. “Sentí desde el
inicio una gran veneración y una simpatía cordial por el metropolitano de
Cracovia. En el pre-cónclave de 1978 el cardenal Wojtyla analizó para nosotros
de forma asombrosa la naturaleza del marxismo. Pero sobre todo percibí en
seguida con fuerza la fascinación humana que de él emanaba y de como rezaba,
advertí cuan profundamente estaba unido a Dios”.
Acerca de la relación
con Juan Pablo II, Joseph Ratzinger ha explicado: “La colaboración con el Santo
Padre estuvo siempre caracterizada por amistad y afecto. Esta se desarrolló
sobre todo en dos planos: el oficial y el privado. (…) sobre los problemas
teológicos siempre pudimos conversar fructuosamente. (…) era costumbre del Papa
invitar a comer a los obispos en visita ad limina, como también a grupos de
obispos y sacerdotes de distinta composición, según la circunstancia. (…) El
gran número de presentes hacía siempre variada la conversación y de gran
alcance. Y quedaba siempre lugar también para el buen humor. El Papa reía con
ganas y así esas comidas de trabajo, aún en la seriedad que se imponía, de
hecho eran también ocasiones para estar en agradable compañía”.
Pero ha sido la espiritualidad
de Juan Pablo II lo que ha impresionado a Ratzinger.
Benedicto XVI ha escrito: “La espiritualidad del Papa se caracterizaba sobre todo por la intensidad de su oración y por tanto está profundamente arraigada en la celebración dela
Santa Eucaristía y hecha junto a toda la Iglesia con la recitación
del Breviario.
(…) Su devoción no podía nunca ser puramente individual, sino que estaba siempre llena de preocupación porla Iglesia y por los hombres.
(…) Todos nosotros hemos conocido su gran amor por la Madre de Dios. Donarse por
entero a María significó ser, con ella, todo para el Señor”.
Benedicto XVI ha escrito: “La espiritualidad del Papa se caracterizaba sobre todo por la intensidad de su oración y por tanto está profundamente arraigada en la celebración de
(…) Su devoción no podía nunca ser puramente individual, sino que estaba siempre llena de preocupación por
Según el Papa
emérito, es en este contexto en el que se debe entender la santidad de Juan
Pablo II. “Solo a partir de su relación con Dios – ha subrayado Ratzinger – es
posible entender también su incansable compromiso pastoral”.
Benedicto XVI ha
confesado que, durante la primera visita a Alemania de Wojtyla, “por primera
vez tuve una experiencia muy concreta de este enorme compromiso”. “Para su
estancia en Múnich, – ha narrado – decidió que debía tomarse una pausa más
larga a medio día. Durante ese intervalo me llamó a su habitación. Le encontré
recitando el Breviario y le dije: “Santo Padre, debe descansar”; y él: “puedo
hacerlo en el cielo”. Solo quien está lleno profundamente de la urgencia de su
misión puede actuar así”.
En conclusión,
Benedicto XVI ha escrito: “Mi recuerdo de Juan Pablo II está lleno de gratitud.
No podía y no debía intentar imitarlo, pero he intentado llevar adelante su
herencia y su tarea lo mejor que he podido. Y por eso estoy seguro que todavía
hoy su bondad me acompaña y su bondad me protege”.