POR FEDERICO CAEIRO
EX DIRECTOR DE LA COMISIÓN DE ECOLOGÍA DE LA
LEGISLATURA PORTEÑA
Admitiendo un pedido
de no innovar sobre una situación de “inminente daño ambiental” sobre los
recursos hídricos, la justicia chilena dispuso la paralización del proyecto
minero binacional de Pascua Lama. El fallo alcanza sólo a las obras en el
territorio chileno. En Argentina, legisladores de la oposición reclamaron que
las autoridades nacionales adopten una medida similar. Tiempo atrás, ONGs
habían solicitado a la Corte Suprema de Justicia que ordene el cese de
actividades del proyecto y realice un inventario nacional de glaciares.
Hay pocas actividades
que dividan más las aguas que la minería. Se ha llegado a denunciar que en
Andalgalá mueren por cáncer óseo cinco niños por año. El Registro
Oncopediátrico Hospitalario Argentino (basado en lugar de residencia) y un
trabajo del Estado Sanitario en Zonas de Influencia de Actividad Minera del
Centro de Estudios Infectológicos del doctor Stamboulian desmienten la
denuncia. La mortalidad por cáncer de adultos no muestra diferencias con otras
regiones y la incidencia de cáncer infantil está dentro de los valores
esperados y son concordantes en todo el país. Y esto, sin hacer estudios de
causalidad. El hecho de que se recurra a una lógica dialéctica que intenta
fundar los hechos más en lo verosímil que en lo verdadero debe hacernos
reflexionar. ¿Cuántas otras “verdades aceptadas” pueden no ser tales?
Denunciar infundadamente
le hace daño no sólo al ambientalismo serio, sino también a las posibilidades
de desarrollo del país. Como la mayoría de las actividades humanas, la minería
produce impacto, pero es necesaria. El problema no se reduce a minería sí o
minería no; el desafío es producir haciendo el menor daño. ¿Se sentarán los
diversos actores a discutir sobre estos temas con indicadores cuantificables y
verificables? Es necesario un debate amplio, basado en la ciencia, no en la
mera retórica, que incluya todas las voces y privilegie los intereses de la
sociedad. Un nuevo diálogo que permita el corrimiento de ciertos velos, el
blanqueo de diversas cifras, la desmitificación de ciertos supuestos.
En estos tiempos de
falta de proyectos consensuados a largo plazo, se hace imperioso discutir
minería sustentable.
Se debe discutir
“civilizadamente” y “fundadamente” sobre el modelo vigente, calidad de vida,
empleo e inclusión, el futuro de las comunidades locales, costos ambientales y
sociales, regionalización, el ordenamiento ambiental del territorio; discutir
dónde no, dónde sí, y en qué condiciones la evaluación ambiental estratégica
con participación ciudadana, el uso racional de los recursos, modalidades de
extracción, el día después, legislación vigente, regalías, beneficios
impositivos, seguridad jurídica, reglas de juego previsibles, etc. Discutir
minería es discutir qué tipo de país queremos. Y no es poca cosa.
Clarín, 2-5-13