Harrison H. Schmitt y William Happer
De todos los
compuestos químicos del mundo ninguno tiene peor reputación que el dióxido de
carbono. Gracias a la irracional demonización de este esencial gas atmosférico
natural por los propulsores del control gubernamental de la producción de
energía, la sabiduría convencional sobre el dióxido de carbono es que se trata
de un contaminante peligroso. Simplemente: no es ese el caso. Al contrario de
lo que algunos quieren hacernos creer, el aumento del dióxido de carbono en la
atmósfera beneficiará a la creciente población del planeta al aumentar la
productividad agrícola.
El cese durante la
década pasada del calentamiento global observado nos ha mostrado cuán exageradas
fueron las predicciones de la
NASA y de la mayoría de los modelos computados del clima
sobre el calentamiento presuntamente causado por los humanos –y que escasa
correlación hay entre las concentraciones del dióxido de carbono atmosférico y
el calentamiento. Como muchos científicos lo hicieron notar, las variaciones
de la temperatura global se correlaciona mucho mejor con la actividad solar y
con los complicados ciclos de los océanos y la atmósfera. No existe la menor
evidencia de que más dióxido de carbono haya provocado más tiempo extremo.
Los actuales niveles
de dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra , acercándose a las 400 pares por millón,
son bajas para los estándares de la historia geológica y la evolución de las
plantas. Los niveles fueron de 3000 ppm, o más, hasta el período Paleoceno
(comenzado hace unos 65 millones de años atrás). Para la mayoría de las
plantas, y para los animales y humanos que las usan, más dióxido de carbono
lejos de ser un “contaminante” que es necesario reducir, será un gran
beneficio. Esto ya está ampliamente reconocido por los operadores de los
invernaderos comerciales que aumentan artificialmente los niveles de dióxido de
carbono a 1000 ppm o más aún, para mejorar el crecimiento y la calidad de sus
plantas.
Usando la energía del
sol –junto a la acción catalítica de una antigua enzima llamada rubisco, la
proteína más abundante en la
Tierra- las plantas convierten al dióxido de carbono del aire
en carbohidratos y otras moléculas útiles. El rubisco cataliza la unión de una
molécula de dióxido de carbono a otra moléculas de cinco carbonos para hacer
dos moléculas de tres carbonos, que son subsecuentemente convertidas en
carbohidratos. (Dado que el útil producto de la captura de dióxido de carbono
consiste en moléculas de tres carbonos, las plantas que usan este simple
proceso son llamadas plantas C3) .
Las plantas C3 como el trigo, arroz, soja,
algodón y muchas otras cosechas de forraje, evolucionaron cuando había en la
atmósfera mucho más dióxido de carbono que hoy. De manera que estos básicos
productos agrícolas hoy están en realidad subalimentados en dióxido de carbono
en relación a sus diseños originales.
A los actuales
niveles de dióxido de carbono atmosférico, el rubisco en las plantas C3 puede
ser engañado para sustituir moléculas de oxígeno por moléculas de dióxido de
carbono. Pero esta sustitución reduce la eficiencia de la fotosíntesis,
especialmente a temperaturas elevadas. Para eludir el problema, una pequeña
cantidad de plantas han evolucionado de manera de enriquecer la concentración
de del dióxido de carbono alrededor de la enzima rubisco, y de suprimir la
concentración de oxígeno. Llamadas plantas C4 porque utilizan una molécula con
cuatro átomos de carbono, las plantas que usan este truco evolutivo incluyen a
la caña de azúcar, al maíz y otras plantas tropicales.
Aunque las plantas C4
evolucionaron para toma cuenta de bajos niveles de dióxido de carbono, el
resultado tiene un precio, ya que requiere energía química adicional. Con
elevados niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, las plantas C4 no son
tan productivas como la plantas C3, que no tienen los costos adicionales del
sistema de enriquecimiento del dióxido de carbono. Eso apenas es algo de lo que
lleva a hacer el caso para los beneficios del dióxido de carbono.
Ahora mismo, a los
actuales niveles de dióxido de carbono, las plantas están pagando un alto
precio en el uso del agua. Ya sea que las plantas sean C3 o C4, la manera en
que ellas toman al dióxido de carbono de la atmósfera, es la misma: Las plantas
tienen pequeños agujeros en sus hojas, o estomas, a través de las que las
moléculas de dióxido de carbono pueden difundirse en el húmedo interior para
uso en los ciclos fotosintéticos de las plantas.
La densidad de las
moléculas de agua dentro de las hojas es de manera típica 60 veces más grande
que la densidad del dióxido de carbono en el aire, y la tasa de difusión de la
molécula de agua es mayor que la de la molécula de dióxido de carbono.
De modo que,
dependiendo de la humedad relativas y la temperatura, 100 o más moléculas de
agua se difunden fuera de la hoja por cada molécula de dióxido de carbono que
se difunde hacia adentro de la hoja. Y no todas las moléculas de dióxido de
carbono que ingresa a la planta se incorpora a un carbohidrato.
Como resultado, las
plantas requieren muchos cientos de gramos de agua para producir un gramo de
biomasa, en gran parte carbohidratos. Impulsadas por la necesidad de conservar
agua, las plantas producen menos aberturas de estomas en sus hojas cuando hay
más cantidad de dióxido de carbono en el aire. Esto disminuye la cantidad de
agua que la planta está obligada a transpirar y le permite a las plantas
soportar mejor las condiciones de sequia.
El rendimiento de los
cultivos en años secos recientes fue menos afectado por las sequías que los
cultivos en las sequías del Tazón de Polvo de los años 30, cuando había menos
dióxido de carbono. Hoy, en una época de población creciente y escasez de
alimentos y de agua en algunas regiones, es extraño que los humanistas no estén
clamando para una mayor cantidad de dióxido de carbono. En vez de ellos,
algunos lo están denunciando y quieren provocar su disminución.
Sabemos que el
dióxido de carbono ha sido una fracción muchos mayor de la atmósfera de la Tierra que la actual, y el
registro geológico muestra que la vida floreció mucho más en tierra y en los
océanos durante esos tiempos. La increíble lista de horrores que traerá el
aumento del dióxido de carbono al mundo es pura creencia religiosa disfrazada
de ciencia.
Fuente: Mitos y
Fraudes
Estrucplan, 17-5-13