“La Iglesia ‘en salida’
ahora se ha atrincherado por miedo”
Por INFOVATICANA | 02 abril,
2020
(Brújula Cotidiana)- “Es
verdad que hay sacerdotes capaces de gestos heroicos, pero son iniciativas
personales, no existe la movilización del clero que caracterizó a la Iglesia
durante otras plagas”. “Más bien tenemos la percepción de una Iglesia atrincherada,
las puertas que cierran la Plaza de San Pedro son el emblema”. “¿El cierre de
Lourdes? Me dolió mucho, es la primera vez en la historia, pero entiendo que
hay un riesgo real, no se puede desafiar a Dios”. “Obedecer a las autoridades
civiles es un deber, si son legítimas y no van en contra de la fe; pero eso no
quita que bajo ciertas condiciones se puedan celebrar misas”.
Éstas son algunas
de las opiniones del escritor católico más conocido del mundo, Vittorio
Messori, sobre la Iglesia en la época del coronavirus.
“No me escandaliza que la
Iglesia siga las disposiciones del Gobierno, lo que creo que falta es lo que
siempre ha hecho la Iglesia durante las plagas: movilizar sus tropas”. Vittorio
Messori, el escritor católico más conocido en el mundo, el que ha redescubierto
la apologética, da su punto de vista sobre el tema de la Iglesia en la época
del coronavirus y sobre la paradoja de lo que pretendía ser una “Iglesia que
sale a las calles y a las plazas” y en cambio hoy aparece en su totalidad una
“Iglesia atrincherada”, asustada, “aunque no falten los testimonios
personales”, añade Messori.
Recordemos la imagen de fray
Cristóforo en el Lazzaretto, junto con las víctimas de la peste, con las que
muere por esta enfermedad. Es una imagen fuerte la de Manzoni en el libro “Los
novios”, un clásico de la literatura italiana. ¿Le gustaría que todos los
sacerdotes fueran así?
No se puede pretender que
todos los sacerdotes sean como el fraile de la memoria de Manzoni, pero fray
Cristóforo es el emblema de una Iglesia que durante las plagas de todas las
épocas siempre se ha comportado de la misma manera. Es decir, ha mandado a sus
hombres en medio de las víctimas de la peste para tratar de ayudarlas,
asistirlas durante la muerte, para confesarlas por última vez. Por supuesto, se
puede decir que los tiempos han cambiado, que ya no es el tiempo de fray
Cristóforo, pero el hecho es que en la historia cuando estas epidemias
estallaban el clero siempre se movilizaba y muchos de ellos morían. No se
trataba de un desafío a Dios, sino de la conciencia de una misión, la Iglesia
se distinguió por su testimonio, ponía en marcha a los suyos para tratar de
aliviar un poco el sufrimiento de los afectados. Esto no quita que muchos
sacerdotes vivan así hoy en día, varias docenas han muerto también aunque no
sabemos de qué manera, pero estos actos de heroísmo son más bien iniciativas
personales del clero. Por el contrario, se tiene la percepción de una Iglesia
asustada, con obispos y sacerdotes seguros en sus casas.
También la suspensión
precipitada de las misas con gente y el desorden de las iglesias cerradas y
luego reabiertas, y en todo caso la debilidad en pedir el libre acceso
respetando las medidas de seguridad, da la idea de una “Iglesia en retirada”.
En una cosa me gustaría ser
claro. No olvidemos que san Pablo dice que hay que obedecer a las autoridades
siempre que sean legítimas y cuando sus órdenes no sean contrarias a la fe.
Obedecer a las autoridades legítimas es un deber para nosotros. Por lo tanto,
algunas medidas pueden ser discutidas, pero es un deber obedecer, también en
este caso. Sin embargo, esto no quita que, precisamente de acuerdo con las
instrucciones del Gobierno, en muchos casos se puedan celebrar misas con el
pueblo teniendo en cuenta todas las medidas de seguridad, que obviamente se
deben garantizar. Hay iglesias que tienen grandes atrios, y con las puertas
abiertas y los altavoces, junto a personal de orden que controle a la gente de
fuera, no es difícil organizar la presencia de público, por pequeña que sea.
Pero aparte de eso, hay otros gestos que pesan mucho.
¿Por ejemplo?
Ciertamente las imágenes de
la Plaza de San Pedro cerrada con las puertas dan una imagen terrible. Es la
fotografía de una Iglesia que se atrinchera en sus edificios, y dice: “Bueno,
escuchad, ocupaos vosotros, nosotros intentamos salvar nuestro pellejo”. Y es
una impresión muy común.
Hablando de cierres, ha
causado una gran impresión el del santuario de Lourdes, al que por cierto usted
está muy apegado. Un santuario que es
más que ningún otro el santuario de las curaciones, cerrado por miedo a un
virus…
Tengo que decir que, a pesar
del dolor que me causa, no puedo enfadarme por esta decisión. Es una situación
completamente nueva, permitir peregrinaciones sabiendo el peligro que suponen
las multitudes para la propagación del virus, suena un poco a desafiar a Dios.
No podemos pretender ser diferentes y no enfermarnos sólo porque vamos a
Lourdes, no podemos jugar con la vida de la gente. También debemos pensar que
no sólo existe el santuario, sino también el viaje en grupo, los hoteles donde
la gente se aloja… A veces ciertos extremismos me parecen perjudiciales.
Sin embargo ya ha habido
momentos históricos difíciles y el santuario de Lourdes siempre ha estado
abierto, ésta es la primera vez que se ha cerrado.
Ciertamente, y de hecho la
decisión me ha impactado mucho. Lourdes no cerró ni siquiera en la época de las
leyes anticlericales en Francia, entre finales del siglo XIX y principios del
XX, cuando todas las instituciones religiosas fueron confiscadas por el Estado
y entregadas a los ayuntamientos. Lourdes también sufrió el mismo destino, pero
el Ayuntamiento, que compró la zona del santuario, se aseguró de que no se
cerrara ni siquiera un día. Y ni siquiera durante la Segunda Guerra Mundial se
cerró. Los alemanes sabían perfectamente que muchos judíos habían encontrado
refugio en Lourdes, pero no se atrevieron a cerrarlo. Además, quizás no todos
sepan que Lourdes siempre ha estado abierta, día y noche. Así que puede
entender lo impresionado y desconcertado que estoy por la noticia de su cierre.
Por supuesto, es doloroso, pero no podemos pecar de orgullo pensando que todos
podemos ir a Lourdes sin consecuencias, que el virus no nos tocará sólo porque
vayamos a Lourdes. No podemos decir “mantengamos Lourdes abierta porque nadie
se contagiará de esta enfermedad”, o “no contagiaremos a nadie que se acerque a
nosotros cuando regresemos del viaje”. Por eso no puedo indignarme, aunque lo
sienta mucho.
Pero, al igual que usted
proponía una solución para poder seguir celebrando las misas, ¿no hay una
manera de limitar la asistencia a Lourdes, evitando las multitudes?
Los que conocen Lourdes
saben que no es fácil de gestionar. Estamos hablando del santuario más
frecuentado del mundo y cada año van allí entre cinco y seis millones de
personas. Y las reuniones son indispensables: como el territorio del santuario
es muy vasto, se pueden ver multitudes de personas en todas partes que se
encuentran con el grupo con el que han llegado. Estar unidos es indispensable
para escuchar lo que dice el guía, para hacer cosas juntos. Por lo tanto, en
esta situación es ingobernable. Debemos tener en cuenta las condiciones, tener
fe no nos protege de ninguna desgracia o enfermedad. Notre Dame se ha quemado,
la capilla de la Sábana Santa también se ha quemado. Los caminos de Dios no son
nuestros.
Publicado en la Brújula
Cotidiana.