Carlos Ialorenzi - Myriam Mitrece
La Prensa, 02.04.2020
Virtud olvidada, si las hay,
es definida en el diccionario de la Real Academia Española como la que modera
el exceso de las diversiones. Es
también, jocosidad urbana e inofensiva y juego u ocupación inocente, que
se toma por vía de recreación honesta con templanza.
Aristóteles con su doctrina
del justo medio la ubicaba en ese lugar dorado entre lo que hoy diríamos el
entretenimiento idiotizante y la excesiva severidad.
Decía Tomás de Aquino,
comentando al estagirita:
“Tiene el juego cierta razón
de bien, en cuanto que es útil a la vida humana. Porque así como el hombre
necesita a veces descansar de los trabajos corporales desistiendo de ellos, así
también se necesita a veces descanse de la tensión del alma, con la que el
hombre encara las cosas serias, lo que se hace por el juego"
El sentido del humor
La cuarentena impuesta nos
pone ejemplos a cada paso: se multiplican los memes y los challenge divertidos
y ruedan los mensajes de whatsapp que aún en medio del miedo despiertan
carcajadas.
El sentido del humor es una
de las fortalezas humanas y fuente de resiliencia. Su demostración pública –la
risa- es una, manifestación universal e innnata que desde los primeros meses de
vida pone en contacto a un humano con otro. La respuesta sonriente, tal como la
describía el psicoanalista austro-estadounidense René Spitz en los años 50, es
un indicador de la organización de la personalidad y marca el inicio de los
vínculos interpersonales.
Hoy las actuales
investigaciones en psiconeuroinmunología afirman que la risa alivia el estrés y
la ansiedad, estimula la mente, mejora
el sistema inmunológico y por lo tanto actúa como un escudo protector frente a
los agentes patógenos. Una cara sonriente alienta a los otros a responder de la
misma manera. También transmitiendo alegría, cuidamos la salud de los demás.
Ya sabemos sobre la
importancia del buen talante y que el exceso de gravedad es un peso
insoportable que solo lleva a la depresión, la impotencia y en definitiva a la
profecía autocumplida de la enfermedad y la muerte.
De todos modos, el sentido
del humor, no debería impedir cuestionar o reflexionar sobre una cuestión grave
que la pandemia pone sobre el tapete.
Colectivismo y control
Si esto que está pasando no
fuera un drama mundial, parecería que la humanidad estuviera participando de
una especie de Gran Hermano Global.
Todos adentro y controlados
por los diferentes Estados nacionales con sus millones de cámaras de seguridad
y efectivos policiales o de las fuerzas armadas como en algunos países.
El último cuarto de siglo
trajo aparejado de la mano de la tecnología y de las comunicaciones, la
posibilidad que los diferentes Estados por intermedio de sus organismos
oficiales, empresas y grupos de poder, tengan la posibilidad de acceder a un
gran cúmulo de información personal de los habitantes del planeta.
Información que se suministra a través de las tarjetas bancarias
y de transporte de pasajeros, cámaras de seguridad, teléfonos celulares que
delatan la ubicación y guardan la información de todo lo que enviamos y recibimos,
buscadores, plataformas digitales, servicios de mensajería electrónica, redes
sociales, cámaras para reconocimiento facial y para labrar infracciones de
tránsito, lectores de huellas dactilares, registración para hacer trámites ante
organismos oficiales, envío de encuestas para poder acceder a ciertos
servicios, etc
Todo este cambio abrumador,
ha ido incorporando y fomentado a la forma ciudadana de vida, ciertas
comodidades y beneficios. En los grandes centros urbanos y también en otros, la
inmensa mayoría posee un dispositivo con acceso a internet.
Gracias a este, se puede
acceder a realizar gran variedad de acciones desde los hogares. Desde pedir una
pizza, trasladar la oficina y trabajar en red, jugar o comprar artículos en
cualquier país del mundo.
Las pantallas atrapan,
consumen y controlan. Permiten ver el mundo desde casa o desde la oficina o
desde donde sea y permiten que nuestra vida sea vista.
De repente, del
individualismo (que cada cual haga lo que quiera) se pasó a un colectivismo
extremo en el que se exige absoluta vigilancia de los actos de los otros en
vistas al bien social.
¿Cambiará la idea de
libertad después de la pandemia? La restricción de las libertades individuales
y el advenimiento de nuevos totalitarismos podrían generar consecuencias muy
graves. Esto no es para tomarlo a la chacota.
Sin caer en la excesiva
circunspección del bibliotecario Jorge de Burgos en la memorable novela El
nombre de la rosa de Humberto Eco, no podemos tomarnos esta cuestión con
liviandad, ya que nada tiene de liviana.
Buen giro
Desmenuzando nuestra
palabrita de marras: “eu” significa bueno y “trapelia” se traduce como
movilidad, agilidad, sustantivo que proviene de vuelta y giro. Quizás sea el
momento justo de poner en valor a la eutrapelia en nuestra vidas. Ni zonzismo
hilarante, ni preocupación fatalista. Se trata de vivir lo que nos toca,
buscando hacernos bien y haciendo el bien a los demás.