y las estrategias del
corporativismo verde
– Por Ignacio Vossler
Fundación Libre, April 8,
2020
Albert “Al” Gore fue
funcionario público electo durante 24 años. Desempeñó el rol de congresista de
Tennessee entre 1977 y 1985, y el de senador del estado desde 1985 hasta 1993.
Su carrera en la función pública culminó en el año 2001, luego de haber
ejercido el papel de vicepresidente de los Estados Unidos bajo la
administración de Bill Clinton.
A su vez, fue uno de los
pioneros en retomar el discurso ecologista caído el Muro de Berlín. Como vicepresidente de los Estados Unidos,
presionó para a firmar el primer acuerdo mundial sobre el clima: El Protocolo
de Kioto, en el que se acordó una reducción de al menos un 5 % de las emisiones
de gases de efecto invernadero entre 2008-2012, en comparación con las
emisiones de 1990.
Posterior a la función
pública, Al Gore se abocó de lleno a la función de activismo medioambiental, la
cual predicaba desde 1976, previo a ser congresista. En 2007, luego de haber estrenado
-un año antes- su film An Inconvenient Truth, ganó de forma conjunta con el
Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) -el panel
de clima de la ONU, el Premio Nobel de la Paz por “sus esfuerzos para construir
y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático provocado por el
hombre, y sentar las bases para las medidas necesarias para contrarrestar dicho
cambio”, denunciando, entre otras cosas, las emisiones de dióxido de carbono
hacia la atmósfera como una de sus principales causas.
“Haz lo que digo, no lo que
hago”
Pese a su ferviente
activismo, la familia Gore tiene una histórica y estrecha relación con la
industria petrolera –como bien sabe el lector, una de las industrias que más
contribuyen a la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera-, que data de más
de medio siglo, cuando el padre de Al conoció a Armand Hammer, CEO de la
empresa Occidental Petroleum, en una subasta que se dio durante la década de
1940.
Durante la década de 1960,
al descubrir niveles altos de zinc en el subsuelo de algunas de sus
propiedades, Albert Arnold, padre de Al, las vendió a Occidental, que las
compró “por el doble del precio de la única otra oferta, y luego vendieron
[nuevamente] parte de la tierra a Gore [padre] mientras retuvieron los derechos
minerales”. Años más tarde, Albert Arnold le vendió las propiedades a su hijo,
Al Jr., “quien recibió $ 20,000 en regalías minerales anuales”.[i] Luego de
abandonar la función pública, Albert Gore se uniría a la misma como miembro de
la junta.
Pero esta relación no quedó
simplemente circunscripta al trato del padre de Gore con la empresa: a lo largo
de su carrera política, Al Gore Jr. también recibió el patrocinio de quien fue
el sucesor de Hammer en Occidental, Ray Irani: en la campaña política de 1996,
en la que Bill Clinton obtuvo su reelección presidencial, con Gore como
vicepresidente “Occidental dio $ 50,000 al Partido Demócrata […] después de una
solicitud telefónica del Sr. Gore [Jr.] de su oficina de la Casa Blanca y otros
$ 100,000 después de que su director ejecutivo, Ray Irani, pasara dos noches en
el dormitorio Lincoln en 1996”.[ii]
Dijo alguna vez Juan Bosco:
“olvida los favores hechos, pero no los recibidos”. Y así lo hizo Al: como
vicepresidente, en 1997 recomendó vender Elk Hills, un campo petrolífero que
había permanecido en las manos del gobierno estadounidense desde 1912, como
parte de su programa de Revisión de Desempeño Nacional. La privatización se
llevó adelante, y Occidental Petroleum se hizo de “los 47,000 acres de tierra
del gobierno federal por $ 3.7 mil millones, triplicando las reservas de
petróleo de la compañía”[iii], asumiendo las operaciones a principios de 1998,
siendo el principal operador desde entonces. Otro dato muy revelador es que el
entonces vicepresidente “había controlado previamente entre $250,000 y $500,000
dólares de acciones occidentales”, pero después de la venta de Elk Hills, “Gore
comenzó a revelar entre $ 500,000 y $ 1 millón de sus acciones
significativamente más valiosas”.[iv]
Otra prueba del lucrativo
negocio ecológico de Al Gore es su propio patrimonio: cuando el
exvicepresidente cedió su cargó en 2001, “contaba con un patrimonio de unos dos
millones de dólares”[v], para el año 2007, se calculaba que la fortuna personal
de Gore ascendía a los 100 millones de dólares, y para el 2013, su patrimonio
estimado era de casi 200 millones de dólares.[vi] Cobrando por brindar sus
conferencias cifras que oscilan entre los 70.000 y 100.000 dólares, e
invirtiendo en los artículos verdes de compañías como Apple y Google.
Las predicciones fallidas de
Al: el alarmismo ofusca la ciencia
Como dijo Pedro Vega, “si el
olvido es la muerte de las cosas, el escribirlas será resucitarlas, darles
vida, hacerlas inmortales”. Y es que a Gore le anteceden una serie de afirmaciones
equívocas y alarmistas: En agosto de 2006 presentó su primera película,
titulada: An Inconvenient Truth.[vii] La misma redunda en una charla ilustrada
por él mismo, en la que toma como nexos causales las emisiones de CO2 con el
cambio climático, y los inminentes peligros que en el futuro próximo este
avecina.
A lo largo del film realiza predicciones que estiman el aumento del
nivel del mar en seis metros para “el futuro próximo”; asevera que la Corriente
del Golfo podría dejar de circular, y que las tormentas cada vez serían más
fuertes, siendo que, de hecho, estas apreciaciones contradecían las hipótesis
manejadas por el Grupo Internacional sobre el Cambio Climático[viii]; que el
calentamiento global significaría un incremento en la cantidad de tornados, y
que el glaciar del Monte Kilimanjaro podría desaparecer para 2017 (hecho que,
desde luego, no ocurrió), entre otras.
Basándose en un sesgado -por
paradójico que suene-, “posicionamiento científico”, y sosteniendo un “consenso
académico” respecto a la tesis del film, sostiene la premisa de que el debate
en la comunidad científica ha terminado. Ante esto, fue el físico atmosférico
del MIT, Richard Lindzen, quién salió hacia la cruzada con Gore, en un artículo
publicado en el Wall Street Journal. Donde, lejos de negar el cambio climático
y aseverar pronósticos alarmistas insostenibles científicamente, Lindzen se
posiciona como un observador prudente ante el mismo:
Gore defendió sus
afirmaciones al señalar que los científicos “no tienen ningún modelo que les dé
un alto nivel de confianza” de una forma u otra y continuó afirmando, en su
defensa, que los científicos “no saben … simplemente no saben”.
Su investigación se ve
obligada, ya sea que la evidencia lo respalde o no, a la plantilla de
calentamiento global preferida […] al alarmismo estridente. Creerlo requiere
que uno ignore los hechos verdaderamente inconvenientes. Para abordar el
problema del aumento del nivel del mar, estos incluyen: que el Ártico era tan
cálido o más cálido en 1940; que los icebergs se conocen desde tiempos
inmemoriales; que la evidencia hasta ahora sugiere que la capa de hielo de
Groenlandia en realidad está creciendo en promedio. Un resultado probable de
todo esto es el aumento de la presión que empuja el hielo fuera del perímetro
costero de ese país, que se representa tan ominosamente en la película de Gore.
En ausencia de un contexto fáctico, estas imágenes son quizás terribles o
alarmantes.
Un estudio publicado en la
revista Science por la científica social Nancy Oreskes afirmó que una búsqueda
en la base de datos de Web of Knowledge de ISI para los años 1993 a 2003 bajo
las palabras clave “cambio climático global” produjo 928 artículos, todos cuyos
resúmenes respaldaron a lo que ella se refirió como la vista de consenso. Un
científico social británico, Benny Peiser, verificó su procedimiento y
descubrió que solo 913 de los 928 artículos tenían resúmenes, y que solo 13 de
los 913 restantes respaldaron explícitamente la llamada visión de consenso.
Varios realmente se opusieron.
Primero, los no científicos
generalmente no quieren molestarse en comprender la ciencia. Las demandas de
consenso alivian los tipos de políticas, los defensores del medio ambiente y
los políticos de cualquier necesidad de hacerlo. Tales afirmaciones también
sirven para intimidar al público e incluso a los científicos, especialmente a
aquellos fuera del área de la dinámica climática. En segundo lugar, dado que la
cuestión de la atribución humana no puede resolverse en gran medida, su uso
para promover visiones de desastres no constituye más que una estafa de cebo y
cambio. Ese es un comienzo desfavorable para lo que el Sr. Gore afirma que no
es un problema político sino una cruzada “moral”.
Por último, hay un claro
intento de establecer la verdad no por métodos científicos sino por la
repetición perpetua. Un intento anterior de esto fue acompañado por una
tragedia.[ix]
Uno de los equívocos más
resonantes de Gore se dio años después, cuando sentenció en la Cumbre del Clima
de la ONU -basado en la investigación del equipo liderado por Wieslaw
Maslowski[x]-, celebrada en la ciudad de Copenhague, que había “un 75% de
posibilidades que la capa de hielo del Polo Norte desaparezca totalmente en
verano en los próximos cinco o siete años”.[xi] Dado que la misma se celebró en
diciembre de 2009, el hielo ártico debería haber desaparecido entre 2014 y
2016, sin embargo, sigue allí.
De hecho, para el mes de septiembre de 2016,
cuando la capa de hielo del ártico debería haber desaparecido, se mantuvo en
4,14 millones de kilómetros cuadrados, un 21% más gruesa que su punto más bajo,
alcanzado en 2012, posterior a haber experimentado un poderoso ciclón en el mes
de agosto, que machacó la capa de hielo y aceleró su declive. Para volver a
crecer en septiembre del siguiente año, 2017, a 4.64 millones de kilómetros
cuadrados.[xii]
Un episodio resonante,
previo a la misma conferencia, fue cuando “hakeadores filtraron conversaciones
y documentos confidenciales, pertenecientes a un grupo de científicos de la
Unidad de Investigaciones Climáticas (Universidad de East Anglia – Norfolk,
Inglaterra) [una de las más prestigiosas en cuanto a investigaciones climáticas
del mundo]. De los mismos surgía la sospecha de manipulación de datos que
magnificaban o tergiversaban a favor de una teoría con tendencias a exagerar el
cambio climático antropogénico”.[xiii] El suceso fue conocido como “climagate”
o “Watergate Climático”, en referencia al escándalo político que se dio a raíz
del robo de documentos en el complejo de oficinas Watergate, en Washington D.
C., y que tuvo su desenlace con la dimisión de Richard Nixon como presidente de
los Estados Unidos.
El alarmismo como forma de
consecución
Afirmaba de forma sagaz
Jaques Derrida: “lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la
intencionalidad del que miente”. Y es que podríamos denominar al
ecocatastrofismo como un movimiento que, por un lado, tiene como objetivo el
temor colectivo, que logra que las masas lleguen a situaciones límite a las
que, de otra manera, no llegarían. El pánico es una excelente estrategia de
control para una sociedad que sigue tolerando subas de impuestos, recortes de
libertades, cambios de hábitos exigidos de forma coercitiva por el Estado y
mayor intervención del sector público en las áreas privadas. Tomemos un ejemplo
claro: en España, donde el progresismo ha sentado sus bases mucho más allá que
en cualquier otro país hispanohablante, el 81% de los encuestados ve al cambio
climático como una gran amenaza. Dice una nota de 2019 del diario izquierdista
El País: “la mitad de la población desembolsaría entre 1 y 50 euros al mes por
el bien de la Tierra”.[xiv]
Una encuesta realizada en
2007, indicó que “el 88% de los encuestados se sentía más consciente del
problema del cambio climático después de ver la película [An inconvenient
truth], y el 74% había modificado algunos de sus hábitos”.[xv] Por otro lado,
esta es una gran estrategia para los grupos ambientalistas. Si analizamos el
número de personas que donaban su dinero a una ONG ambientalistas/ecologistas
por año, veremos una cantidad en progresivo ascenso hasta día de hoy.
Un
informe publicado en 2018 por el Pew-Research Center[xvi], un centro
estadounidense de opinión pública, investigación demográfica, análisis de
contenido y otras investigaciones de ciencias sociales basadas en la
recapitulación de datos, indica que, sobre 26 países analizados, en 13, el
grueso de la sociedad considera ahora al cambio climático como el principal
problema de los ciudadanos y, de forma global, el 67% de los encuestados señala
que ésta es la principal amenaza mundial.[xvii] Este es, de hecho, un número en
ascenso dado que, en 2013, el 56% de los encuestados pensaba así; en 2017, el
63%, según se recuerda en el propio informe.
Pero también, para aquellas
empresas con ánimos de no competir en un mercado libre. Cada nueva regulación
por parte del Estado significa una reducción en las posibilidades de
competencia en un mercado, “y evidentemente, a medida que la intervención del
Estado aumenta, más se robustece en los ánimos la creencia de su
necesidad”[xviii], cada nueva intervención por parte del Estado, a su vez,
refuerza en los ánimos la esperanza de otra posterior.
El objetivo del presente
escrito no es, desde luego, negar y/o desestimar el cambio climático, ya que no
somos especialistas en la materia, sino, por el contrario, denunciar el
usufructo que de él hace el mercantilismo pseudoecologista.
Bibliografía:
[i]
https://www.forbes.com/sites/larrybell/2013/05/21/the-greening-of-gores-bank-account/#443bc6ea39d6
[ii]
https://www.nytimes.com/2000/03/19/us/2000-campaign-vice-president-gore-family-s-ties-oil-company-magnate-reap-big.html
[iii] https://www.forbes.com/sites/larrybell/2013/05/21/the-greening-of-gores-bank-account/19b0425739d6
[iv]
https://www.forbes.com/sites/larrybell/2013/05/21/the-greening-of-gores-bank-account/#19b0425739d6
[v]
https://elpais.com/diario/2007/12/23/negocio/1198418608_850215.html
[vi] https://www.forbes.com/sites/larrybell/2013/05/21/the-greening-of-gores-bank-account/#443bc6ea39d6
[vii] Bender, L. Burns, S. David, L. y Al Gore.
(2006). An Inconvenient Truth. EEUU.: Lawrence Bender Productions
[viii] El Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el principal
órgano internacional para la evaluación del cambio climático. Ver sitio web en
español en https://archive.ipcc.ch/home_languages_main_spanish.shtml
[ix] S. Lindzen, Richard (26
de junio de 2006). “There Is No
‘Consensus’ On Global Warming»”. Wall Street Journal.
Archivado desde el original el 28 de diciembre de 2006
[x] El profesor Wieslaw
Maslowski tiene un prontuario bastante resonante en la comunidad científica
debido a sus pronósticos alarmistas. En 2007 alertó acerca del hielo del
Ártico. Ver en http://news.bbc.co.uk/2/hi/7139797.stm. Tras presenciar el fallo
de sus estudios para la fecha estimada, nuevamente predice el fin del hielo
ártico para el verano de 2016. Ver en https://www.theguardian.com/environment/earth-insight/2013/dec/09/us-navy-arctic-sea-ice-2016-melt
[xi]
https://actualidad.rt.com/ciencias/view/4603-Al-Gore-profetiza-que-hielo-polar-desaparecera-en-5-a%C3%B1os
[xii] Ver datos del Centro
Nacional de Datos de Nieve y Hielo en
http://nsidc.org/arcticseaicenews/2017/09/arctic-sea-ice-at-minimum-extent-2/
[xiii] Hary, M. “Climagate” (2013); Buenos Aires. Ed:
Maihuensh. P.155
[xiv]
https://elpais.com/elpais/2019/12/07/opinion/1575731309_670700.html
[xv]
https://www.muyinteresante.es/cultura/arte-cultura/articulo/10-anos-de-una-verdad-incomoda-261463998913
[xvi] https://www.pewresearch.org/
[xvii] Pew Research Center, February, 2019, “Climate
Change Still Seen as the Top Global Threat, but Cyberattacks a Rising Concern”.
Ver
en
https://www.pewglobal.org/wp-content/uploads/sites/2/2019/02/Pew-Research-Center_Global-Threats-2018-Report_2019-02-10.pdf
[xviii] Spencer, H. “El
hombre contra el Estado” (1953) [1884]; Buenos Aires. Ed.: Aguilar. Pp. 60