(Rorate Caeli/InfoCatólica), 20-6-17
El grupo encabezado por el P. Chiodi, que es también
profesor en la Facultad de Teología de Milán, se ha unido a los activistas
italianos a favor de la eutanasia para apoyar un proyecto de ley que
legalizaría el suicidio asistido y/o la eutanasia en algunos casos. El proyecto
de ley ya ha sido aprobado por la Cámara y ahora se encuentra ante el Senado
italiano.
Para ello aluden al «proporcionalismo», argumentado
que los pacientes con cáncer en fase terminal y aquellos en estado vegetativo
persistente (como Terri Schaivo) pueden tener el derecho legal de rechazar los
alimentos y el agua, lo que supone que se les aplica la eutanasia por hambre y
deshidratación. Y abogan por:
«.. un Estado democrático está constituido por
ciudadanos comprometidos con el respeto de las diferentes éticas, visiones del
mundo y religiones, en un contexto de inclusión mutua y hospitalidad sincera
sin tratar de imponerse a los demás...»
En ese sentido, plantean que:
«...una cuestión controvertida se refiere a la
nutrición artificial y la hidratación (ANH), que el proyecto de la ley incluye
entre los tratamientos que se pueden denegar .. En el pensamiento católico se
afirma a menudo que estos medios son siempre obligatorios; En realidad, la ANH
[nutrición artificial e hidratación] es una intervención médica y técnica y,
como tal, no evita el juicio de proporcionalidad. Tampoco se puede excluir que
a veces ya no es posible lograr el propósito de proporcionar alimento al
paciente y aliviar el sufrimiento. El primer caso puede ocurrir en la
enfermedad del cáncer terminal; La segunda [puede ocurrir] en un estado
vegetativo que se extiende indefinidamente, si el paciente ha declarado
previamente que esta perspectiva es inaceptable. Puesto que no se puede
descartar que en casos como estos la ANH [nutrición artificial e hidratación]
se convierta en un tratamiento desproporcionado, su inclusión entre los
tratamientos rechazables es correcta».
La propuesta de Chiodi y sus colaboradores contradice
expresamente lo indicado por San Juan Pablo II en marzo del 2004 a los
participantes de un congreso sobre «Tratamientos de mantenimiento vitar y estado
vegetativo»:
4. Los médicos y los agentes sanitarios, la sociedad y
la Iglesia tienen, con respecto a esas personas, deberes morales de los que no
pueden eximirse sin incumplir las exigencias tanto de la deontología
profesional como de la solidaridad humana y cristiana.
Por tanto, el enfermo en estado vegetativo, en espera
de su recuperación o de su fin natural, tiene derecho a una asistencia
sanitaria básica (alimentación, hidratación, higiene, calefacción, etc.), y a
la prevención de las complicaciones vinculadas al hecho de estar en cama. Tiene
derecho también a una intervención específica de rehabilitación y a la
monitorización de los signos clínicos de eventual recuperación.
En particular, quisiera poner de relieve que la
administración de agua y alimento, aunque se lleve a cabo por vías
artificiales, representa siempre un medio natural de conservación de la vida,
no un acto médico. Por tanto, su uso se debe considerar, en principio,
ordinario y proporcionado, y como tal moralmente obligatorio, en la medida y
hasta que demuestre alcanzar su finalidad propia, que en este caso consiste en
proporcionar alimento al paciente y alivio a sus sufrimientos.
En efecto, la obligación de proporcionar "los
cuidados normales debidos al enfermo en esos casos" (Congregación para la
doctrina de la fe, Iura et bona, p. IV), incluye también el empleo de la
alimentación y la hidratación (cf. Consejo pontificio "Cor unum",
Dans le cadre, 2. 4. 4; Consejo pontificio para la pastoral de la salud, Carta
de los agentes sanitarios, n. 120). La valoración de las probabilidades,
fundada en las escasas esperanzas de recuperación cuando el estado vegetativo
se prolonga más de un año, no puede justificar éticamente el abandono o la
interrupción de los cuidados mínimos al paciente, incluidas la alimentación y
la hidratación. En efecto, el único resultado posible de su suspensión es la
muerte por hambre y sed. En este sentido, si se efectúa consciente y
deliberadamente, termina siendo una verdadera eutanasia por omisión.
En el mismo sentido se pronunció la Congregación para
la Doctrina de la Fe en agosto del 2007, al responder a unas dubia planteadas
por la Conferencia Episcopal de Estados Unidos:
Primera pregunta: ¿Es moralmente obligatorio
suministrar alimento y agua (por vías naturales o artificiales) al paciente en
“estado vegetativo”, a menos que estos alimentos no puedan ser asimilados por
el cuerpo del paciente o no se le puedan suministrar sin causar una notable
molestia física?
Respuesta: Sí. Suministrar alimento y agua, incluso
por vía artificial, es, en principio, un medio ordinario y proporcionado para
la conservación de la vida. Por lo tanto es obligatorio en la medida y mientras
se demuestre que cumple su propia finalidad, que consiste en procurar la
hidratación y la nutrición del paciente. De ese modo se evita el sufrimiento y
la muerte derivados de la inanición y la deshidratación.
Segunda pregunta: ¿Si la nutrición y la hidratación se
suministran por vías artificiales a un paciente en “estado vegetativo permanente”,
pueden ser interrumpidos cuando los médicos competentes juzgan con certeza
moral que el paciente jamás recuperará la consciencia?
Respuesta: No. Un paciente en “estado vegetativo
permanente” es una persona, con su dignidad humana fundamental, por lo cual se
le deben los cuidados ordinarios y proporcionados que incluyen, en principio,
la suministración de agua y alimentos, incluso por vías artificiales.
El Sumo Pontífice Benedicto XVI, en la audiencia
concedida al infrascrito Cardenal Prefecto, ha aprobado las presentes
Respuestas, decididas en la Sesión Ordinaria de la Congregación, y ha ordenado
que sean publicadas.
Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, el 1 de agosto de 2007.
Mons. Paglia y el compromiso con las enseñanzas de la
Iglesia
A todo ello hay que añadir que Mons. Vincenzo Paglia,
presidente de la Pontificia Academia para la Vida, concedió hace unos días una
entrevista a Edward Pentin en la que aseguró que los nuevos estatutos de la
Academia requieren un compromiso más fuerte de los miembros con las enseñanzas
provida de la Iglesia:
Los críticos dicen que, al cambiar los estatutos para
permitir el ingreso de miembros que no quieran firmar una declaración de
fidelidad a las enseñanzas pro-vida de la Iglesia, usted está neutralizando a
la academia y que ésta perderá su razón de ser y se marchitará. ¿Por qué cambió
los estatutos, y qué les dice usted a los que han criticado esta decisión?
Yo, con todo respeto, pediría a esos críticos que
menciona usted que lean y comparen con mucho cuidado la vieja versión de los
Estatutos y la nueva. Creo que así verán que los nuevos Estatutos requieren un
compromiso más fuerte de los Miembros con las enseñanzas pro-vida de la Iglesia
que el que requerían los antiguos. Los nuevos exigen que los Miembros promuevan
y defiendan los principios del valor de la vida y la dignidad de la persona,
interpretados en conformidad con el Magisterio de la Iglesia. Los estatutos
antiguos contenían sólo una invitación, no una exigencia, a firmar un documento
separado referente a esos principios.
No pretendo criticar a los redactores de los estatutos
antiguos. Estoy seguro de que tenían las mejores intenciones, pero quiero
confirmar a todos los que están comprometidos con la defensa de la vida, y
quiero hacerles comprender, que los nuevos estatutos reflejan un compromiso con
la vida por parte de la Iglesia y del Santo Padre que es igual de firme que el
que el de los grandes fundadores de la Academia por la Vida, y que después de
considerarlo muy cuidadosamente, creemos que los nuevos estatutos están
redactados de un modo que expresa ese compromiso más claramente y con mayor
firmeza que los antiguos. En ese contexto, sin embargo, quiero también dejar
claro que la absoluta fidelidad de la Academia al Magisterio de la Iglesia no
significa en modo alguno que no podamos emprender iniciativas conjuntas o
entablar diálogo con personas que no comparten nuestra fe católica y nuestro
compromiso.