Informador Público, 26-7-16
Reportaje a: Agustin Laje Arrigoni
(reproducido parcialmente)
-¿Puede explicarnos qué relación hay entre ideologia
de género y la nueva izquierda?
Si por algo se caracteriza esta “nueva izquierda”, es
por haber dejado de lado las viejas concepciones economicistas de “lucha de
clases” y haberlas reemplazado por una estrategia de “batalla cultural”. Una de
las consecuencias más importantes de este cambio es que la clase social ya no
es definitoria del sujeto revolucionario de izquierda y, por lo tanto, el
proletariado terminó perdiendo la centralidad que tenía en otros tiempos. ¿Qué
define entonces al sujeto revolucionario de esta nueva izquierda? Sus propias
prácticas discursivas. Esto es, la inyección de discursos ideológicos en grupos
culturales minoritarios o conflictuados que, poniéndolos contra el sistema
capitalista y los valores tradicionales de Occidente, los termine subsumiendo
dentro de la prédica izquiedista.
Bajo esta lógica, la nueva izquierda ha creado nuevas
ideologías: indigenismo, garanto-abolicionismo, derechohumanismo, ecologismo,
feminismo, homosexualismo, etcétera. La “ideología de género” abarca estas dos
últimas corrientes, y podría resumirse como una ideología que anula las determinaciones
naturales que tiene el sexo, para hacer de éste nada más que mera cultura.
Luego, todas las realidades vinculadas a la sexualidad son de lleno remitidas
al campo de la cultura y se enseña que, para modificarlas, hay que destruir la
propia estructura cultural vigente a través de lo que ya definimos como
“batalla cultural”.
Así pues, a los homosexuales se les enseña que su
posición minoritaria es consecuencia de una “cultura heternormativa” que hay
que destruir, mientras que a las mujeres se les dice que los hombres son sus
declarados enemigos en esta “cultura patriarcal”. ¿Qué traería alivio a estas
sufridas vidas? Pues el triunfo de la izquierda, naturalmente.
-Y pensar que en los países comunistas los
homosexuales y las mujeres no recibieron buen tratamiento…
Hay una gran paradoja en todo esto. Y es que la nueva
izquierda busca hegemonizar sujetos que antes despreciaba o incluso perseguía.
Las mujeres, por ejemplo, siempre han estado relegadas de la dirección política
de los Partidos Comunistas que llegaron al poder en el siglo pasado (de hecho,
la pasaron muy mal en la URSS, como doy cuenta en el libro). Los homosexuales,
en la China maoísta tenían penas que iban desde la castración hasta la pena de
muerte. En la URSS eran enviados a campos de concentración en Siberia. En Cuba,
el Che Guevara los recluía en los campos de trabajo forzado de la Península de
Guanahacabibes.
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-¿Cuál es la situación en Argentina en el tema de
ideologia de género?
Aquí se está educando a las generaciones jóvenes,
desde hace rato, con arreglo a los dictados de la ideología de género. Los
aparatos del Estado han sido permeados por esta ideología y, creo yo,
estaríamos en condiciones de decir que se ha vuelto “hegemónica”. Quienes
intentamos desafiar sus dictámenes, somos presentados en sociedad como escoria
e incluso perseguidos. El contexto es especialmente complicado, porque
paradójicamente esta ideología se presenta como un canto al “pluralismo” y a la
“diversidad”, pero en el fondo lo último que tiene es tolerancia. Y sin
tolerancia no hay ni pluralismo ni diversidad.
-¿El gobierno de Macri está dominado culturalmente por
esta nueva izquierda?
Está completamente sometido, en términos culturales, a
los dictados de la nueva izquierda. Y no porque el gobierno de Macri sea de
izquierda, sino porque es tecnoctrático, lo cual significa, en una palabra, que
de cultura no entiende nada.
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-Una última pregunta. En Argentina hay quienes
intentan despenalizar el aborto. Usted se define liberal. ¿Cuál es su posición
en esta materia?
Como liberal, el primer derecho que defiendo es el de
la vida, pues sin vida no hay libertad, ni ningún otro derecho que valga. La
vida es antes que la libertad, por razones de mera lógica: para ser libre,
primero hay que vivir. Por ende, estoy completamente en contra del aborto, en
todos los casos. La ciencia ha dejado en claro que la persona por nacer no es
una “parte” del cuerpo de la mujer, sino que tiene incluso un ADN propio y
genera sus propios órganos (como la placenta o el cordón umbilical). Algunos
argumentan que su falta de autonomía y autosuficiencia lo transforma en algo
así como “pseudohumano” (parecido a lo que Hitler pensaba respecto de los
discapacitados, ¿no?). Pero que la persona por nacer necesite de la madre para
vivir es una realidad que se mantiene incluso fuera de su vientre. ¿O el recién
nacido no sigue necesitando de su madre para vivir?
Otros dicen que “hay que legalizar el aborto porque,
de hecho, ya ocurre y es una realidad social; legalizarlo ayudará a salvar a
mujeres que abortan clandestinamente”. Con el mismo criterio, entonces
deberíamos, por ejemplo, legalizar los asaltos a los bancos, porque también son
parte de la realidad social, y porque éstos suponen un peligro de muerte para
el ladrón que eventualmente podría sufrir un tiroteo contra las fuerzas de
seguridad y morir. Que la mujer muera en el aborto clandestino es lamentable;
pero es parte de los riesgos a la que ella misma se somete al tratar de matar
una vida ajena, de la misma forma que un ladrón se somete a riesgos al tratar
de cometer sus ilícitos violando derechos de terceros. En una palabra: el
riesgo que conlleva el hecho de violar derechos inalienables no debería
justificar la legalización de esa violación, sino una mayor vigilancia estatal
para resguardar efectivamente esos derechos que se pretenden violar.
No hay argumento que nos permita violar el derecho a
nacer y vivir. Lo curioso es que quienes están permanentemente inventando
falacias para legalizar el aborto, sí tuvieron el derecho a nacer. Sería bueno
que dejen de buscar entorpecer para otros el derecho del cual ellos mismos
pudieron gozar.
Agustín Laje
Prensa Republicana