OVIDIO PÉREZ MORALES
El Nacional (Venezuela)7 DE JULIO 2016
El inicio formal de la Doctrina Social de la Iglesia
(DSI) se suele fijar con la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII
(15/5/1891).
La DSI es un conjunto de principios, criterios y
orientaciones para la acción en el campo social, formulado por el magisterio
oficial de la Iglesia, con características como las siguientes: a) se declara
en continuo aggiornamento, porque la sociedad está siempre planteando nuevos
problemas; b) se formula en la Iglesia pero destinada no solo al conglomerado
eclesial, pues se entiende como útil y conveniente para toda la humanidad; c)
se desarrolla a la luz del mensaje específico cristiano (Evangelio, Revelación),
pero no es “confesional”, por cuanto tiene un contenido básico de diversa
proveniencia (también de sectores no creyentes), de aceptación no condicionada
a la fe cristiana y de elaboración multidisciplinar; d) se concibe abierta a
distintos modelos societarios –factibles y perfectibles– y por ello no se
reduce a una “ideología” identificada con proyectos históricos (sistemas,
movimientos, programas) concretos. Eso hace de la DSI un corpus armónico, pero al mismo tiempo flexible y
dialogable.
La DSI se inscribe, por consiguiente, en una secuencia
histórica. Aplicando a los papas esto quiere decir que cada uno de ellos
encuadra su magisterio en una sucesión, actuando en esta con fidelidad
creadora. Y en una “circunstancia” de Iglesia y mundo de dinámica
interrelación.
Lo anterior sirve para entender el aporte del papa
Francisco a la DSI, quien ha enriquecido la presencia de la Iglesia en lo
social no solo con su mensaje sino también con su testimonio de sencillez,
cercanía y servicio evangélicos. Dos documentos suyos son particularmente
resaltantes en esta materia: la Exhortación Evangelii Gaudium (24/11/13) y la
Encíclica Laudato Si´ (24/5/15). En estos
recoge puntos fundamentales que forman parte ya de la DSI (centralidad
de la persona, solidaridad, participación, opción por los pobres, derechos
humanos, destinación universal de los bienes), pero “situándolos” en el
presente tiempo (cambio de época, era del conocimiento y de la información,
salto científico-tecnológico), que junto a sus innegables positividades, exhibe
también economía de exclusión e inequidad, cultura del descarte, globalización
de la indiferencia y del paradigma tecnocrático (cf. EG 52-54; LS 106-109).
Del aporte de Francisco quisiera, con todo, destacar
dos elementos propios, de los cuales el primero es particularmente clarificador
y el segundo ciertamente novedoso. Los
desarrollo a continuación.
El primero se sintetiza en el título mismo del
capítulo IV de Evangelii Gaudium: “La
dimensión social de la evangelización”. La preocupación y actuación de la Iglesia y de los cristianos
en lo social no es algo solo importante e ineludible en la misión de la Iglesia
(evangelización), sino que constituye parte esencial de la misma. Esto se
patentiza justo desde el inicio de la
evangelización, a saber, desde el primer anuncio de la Buena Nueva, llamado
kerygma, que expresa lo nuclear,
central, del mensaje cristiano. Este presenta al Dios uno y único no como un
ser solitario sino como Trinidad, tejido de relaciones personales, comunión,
amor. Y Dios ha creado y salvado al ser humano, a imagen y semejanza suya, para
la comunión (encuentro, compartir) con Él y con el prójimo.
El segundo punto es la
“comunión universal”, que Francisco subraya en la Laudato Si´ y coloca
como título de la sección V del capítulo II de esta Encíclica. El papa amplía
la comprensión y extensión del término comunión, que en sentido estricto
significa relación interpersonal, para aplicarlo a la relación Dios
Trinidad-seres humanos-naturaleza. Dice: “Todos los seres del universo (…)
conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión” (LS
89). Interpreta así lo ecológico en
términos de relacionamiento amistoso, amoroso, asumiendo
teológico-pastoralmente la espiritualidad del poverello de Asís.
En Doctrina Social de la Iglesia, Francisco continúa e
innova.